En la bella Florencia nació Andrés Corsino a quien sus padres, antes de venir al mundo, ya ofrecieron para el servicio de Dios. Ingresó en la orden del Carmelo y llegó a ser Superior de la provincia de la Toscana. Nombrado obispo de Fiésole, mantuvo sus virtudes y su dedicación a los demás por medio de obras de caridad hasta la hora de la muerte, que le fue advertida, según cuenta la tradición, por la propia Virgen de la que era un fiel devoto. El aviso le llegó en una misa del Gallo, a los 71 años de edad. Falleció en 1373 y su cuerpo se ha mantenido incorrupto hasta hoy.
CREENCIAS
Se cuenta que, como en algún otro caso de santos varones predestinados desde su nacimiento, la madre de Andrés tuvo un sueño présago en el que veía a un pequeño lobo al que acababa de dar a luz. Ese lobo, al entrar en la iglesia del Carmen, se convertía en un cordero, por lo que los padres, de común acuerdo, decidieron consagrarle a Dios, aunque no lo lograron -dado el carácter díscolo de Andrés- hasta el día en que vio llorar a su madre, apesadumbrada por la vida disoluta de su hijo y el joven se enterneció. La madre contó entre sollozos a su hijo el sueño que había tenido y la transformación fue definitiva.
EXPRESIONES
Son muchos los cuentos y relatos que tienen por protagonista a un hombre que se vuelve lobo. Hay también varias leyendas de santos en las que la transformación se produce en sueños, como en el caso de Santo Domingo (al que su madre, Juana de Aza, ve en sueños como si fuese un perro que sale de su vientre) o de San Andrés Corsino. No es extraño que la tradición nos haya legado un tipo de relación con los animales que hoy, desprovistos de las claves y el criterio que nos permitiría analizar todos los datos de forma más cabal, se nos antoja incomprensible: buena parte de la opinión pública clama contra los juegos de gallos o de toros, al tiempo que no comprende la angustia del ganadero rural ante la figura del lobo. El oso, que fue animal fundamental en la creación de las primeras mitologías, pasó a refugiarse en el mundo de los cuentos y acabó siendo especie protegida en todos los sentidos posibles (las versiones castellanas y leonesas de los dos últimos siglos nos presentan un oso llamado Juanitonto al que le suceden casi siempre desgracias por su falta de inteligencia). Todas las campañas de sensibilización actuales hacia la naturaleza o los animales serán incapaces de transmitir el sentido profundo de la sabiduría antigua, basada en la experiencia vital y en la fuerza de los principios contrarios del bien y del mal o de la astucia y la necedad. |