El papa Dámaso en uno de sus epitafios a tumbas de mártires, escritos que fueron publicados bajo el título Damasi Epigrammata hablaba de los dos jóvenes Proto y Jacinto que fueron martirizados en Roma y enterrados en un cementerio de la Via Pinciana:
Germani fratres, animis ingentibus ambo,
Hic victor meruit palmam, prior ille coronam.
La tradición recuerda que Proto y Jacinto eran criados de una noble romana llamada Eugenia y que viajaron con el séquito del padre de ésta, senador romano, a Alejandría, donde tuvieron noticia de la religión cristiana y se convirtieron junto con Eugenia. Proto y Jacinto ingresaron en el monasterio del Obispo Heleno, de donde salieron para regresar a Roma y dedicarse a la predicación y al cuidado de otros hermanos de religión. La persecución generalizada de Valeriano -Croiset dice que fue en tiempo de Galiano- a la nueva religión les dio la oportunidad de morir por su fe. Enterrados en la misma cripta, sus restos fueron descubiertos y trasladados a la iglesia de San Salvador en el Palatino -al igual que muchas otras reliquias- en tiempo del papa León IV.