Bonifacio nació en Inglaterra, en el condado de Devonshire, hacia el año 680 y su nombre de pila fue Winfred. Al pueblo llegaron, siendo él aún un niño, unos misioneros con la idea de transmitir la palabra de Dios y se hospedaron en casa de sus padres. En cuanto salieron de ella, ya estaba Winfred convencido de su vocación, deseo que su padre rechazó momentáneamente por no querer que se alejara del hogar. Sin embargo, aquejado el padre de una grave enfermedad que le llegó repentinamente, se le ocurrió que tal vez su negativa a que Bonifacio entrase en un monasterio habría sido la causa de la dolencia, así que permitió que el joven se fuese a la abadía de Escancester, de donde pasó a la de Nutcelle. Tras ordenarse y participar con indudable provecho en el sínodo de Westfert viajó a Frisia, donde trató de convencer al duque Rabbodo -en guerra con Carlos Martel- de la conveniencia de abrazar la religión cristiana, cosa que no logró. Una vez muerto el duque regresó a Frisia y ayudó a predicar al obispo Willibrordo en Utrech. Creó un monasterio en Fulda y después de ser nombrado obispo de Maguncia por el papa Gregorio III, de haber convencido a Carlomagno de que se retirara a un monasterio y haber coronado a su hermano Pipino como rey de los franceses, volvió a Frisia donde sufrió el martirio.
CREENCIAS
San Bonifacio es representado a veces con un libro atravesado por un puñal o una espada. La imagen quiere reproducir el momento en que fue asesinado por los frisones: mientras él sostenía encima de la cabeza su evangeliario para protegerse de los golpes, uno de los asesinos le clavó una lanza por la espalda. Escribe Croiset en su Año Cristiano que ese evangeliario todavía se conservaba cuando él escribió la historia de los santos y en él se podía ver la sangre de san Bonifacio.