Fue San Hospicio un sincero admirador de la santidad y ejemplaridad de los eremitas, lo que le llevó en un momento de su vida a recluirse para imitar su aislamiento. Hasta tal extremo llegó su deseo de emular a los anacoretas que se encerró en una torre abandonada cerca de Niza y desde allí exhortaba y dirigía espiritualmente a quienes, en considerable número, se acercaban a conocer su palabra. Ese hecho no impidió que profetizase la invasión de los lombardos en el año 568, alertando a los monasterios cercanos para que guardasen sus cálices y objetos sagrados de valor y advirtiendo a las gentes que huyeran de las ciudades.
< Imagen de guerrero lombardo
CREENCIAS
Casi siempre se le representa como un ermitaño y con cadenas, que llevaba a los pies y al cuello para hacer penitencia.