Durante mucho tiempo se llamó este día Jueves Santo o Jueves de la Absolución, porque antes de empezar la misa, aquellos que habían sido expuestos a la penitencia pública el Miércoles de Ceniza, se presentaban para ser absueltos. Cuando estas costumbres se debilitaron, aún continuó dándose una confesión y absolución general para todo el pueblo. En este día también se bendecían el óleo de los enfermos (aceite que se usaría después para administrar la extremaunción), el Santo Crisma (bálsamo para aplicarlo en la ceremonia del bautismo sobre la coronilla del bautizado) y el óleo de los catecúmenos.
CREENCIAS
Una de las costumbres más extendidas en toda España y más queridas por el pueblo era la de visitar siete monumentos o sagrarios en la tarde del Jueves Santo. Ese peregrinaje procedía, al parecer, de la conmemoración de la propia movilidad de Cristo en el mismo día en que fue traicionado -primero por Judas y luego abandonado por sus propios discípulos-, instituyó la Eucaristía o tuvo que visitar a la fuerza las casas de Anás, Caifás y Pilatos. El llamado "monumento" era en realidad una especie de altar más o menos artístico -los altares habituales se cubrían con un paño negro o morado- en el que diversas escenas de la Pasión, semejantes a los carteles medievales que se colocaban a la puerta de las iglesias para explicar pasajes del Evangelio, adornaban y servían de marco a un "sagrario" en el que quedaban las formas ya consagradas hasta el día de la Resurrección. El miércoles por la tarde o el jueves empezaban los oficios a los que se convocaba con el toque de la matraca de la torre parroquial (si la había) o con el sonido estridente de las carracas y "carrancones" que los monaguillos hacían oir por las calles. La costumbre de las Tinieblas, que la propia Iglesia aceptaba con la frase "concluida la oración, se hace un poco de ruido" , se mantuvo hasta que los muchos y persistentes abusos acabaron con la paciencia de los párrocos: los niños más traviesos se entretenían en clavar al suelo con puntas, aprovechando la confusión y la oscuridad reinantes, el mantón de las señoras mayores que estaban arrodilladas para burlarse luego de ellas cuando pretendiesen, vanamente, levantarse; no era menor la broma de enlazar los flecos de los mantones y encadenar de ese modo a diez o doce mujeres que se veían obligadas a reunirse en casa de una de ellas para liberarse de tan curioso cautiverio. El Jueves Santo solía también entregar el cura al alcalde la llave del sagrario y realizar, como ejercicio de humildad, el lavatorio de pies a los pobres, a los ancianos o a los hermanos de la Cofradía del Santísimo. | El Barandales de Zamora |
EXPRESIONES
Las campanas enmudecían, según indica ya en el siglo XI el Ordo Romanus, desde la hora nona del Jueves Santo hasta las tres de la tarde del Sábado Santo, cuando el sacerdote pronunciaba el "Gloria in excelsis Deo"; una razón mística asistía esta antiquísima costumbre, razón que explicó Guillermo Durando a comienzos del siglo XIV alegando que así como las campanas representaban a los predicadores evangélicos y durante estos tres días los Apóstoles estuvieron escondidos y callados habiendo abandonado a Cristo que tuvo que dar él solo el testimonio de la Verdad desde el leño de la cruz con voz apagada, así sólo debían hablar los maderos. Estos maderos que sonaban de Gloria a Gloria servían para dar aviso del comienzo de los Oficios, para acompañar el Viático o tocar el Angelus y, fundamentalmente, para las Tinieblas. Tales "maderos" eran esos instrumentos de madera que crepitaban al chocar una tabla con otra (como en el caso de las tablillas), al golpear el leño con un mazo o aldaba (como en el caso de las matracas) o haciendo sonar unas lengüetas accionadas por una rueda dentada (como sucedía en las carracas). De este modo y con esos elementos, la Iglesia nos convocaba con una madera por haber muerto Cristo sobre ella y ser su símbolo. Y justamente por simbolizarle a Él, por ser su alegoría, la Iglesia permitía que estuviese en manos de todos y se hiciese vibrar por todos en los momentos de más dolor y angustia.
En el Tenebrario, ese hachero en el que se encendían quince velas comenzando por la central -la vela María de cera blanca- y continuando por las que estaban del lado del Evangelio para acabar por las del lado de la Epístola -amarillas-, se concentraban todas las miradas durante las Tinieblas mientras los labios musitaban las Lamentaciones del profeta Jeremías: "Jerúsalem, Jerúsalem, convértere ad Dominum Deum tuum"; "todos mis amigos me abandonaron y los que me armaban asechanzas prevalecieron. Al que yo amaba, me hizo traición". Al final de los salmos de Maitines y Laudes y al comienzo del Benedictus, el apagador dejaba sin vida las candelas del templo. Al versículo "Ut sine timore" se iban amatando también, una a una, las velas que representaban a las personas que llevaron a Cristo hasta su pavorosa soledad. Después, cuando se comenzaba a decir el "Christus factus est..." "Cristo se hizo obediente por nosotros hasta la muerte", la vela María, la que representaba a la Madre fiel, era ocultada debajo del altar de modo que ninguna luz quedara a la vista. Al decir el sacerdote "Qui tecum", los niños, que habían estado esperando este momento como la propia redención de su inquietud, como la fuente donde saciar la sed de su imaginación, como el regalo jubiloso dentro de tanta severidad, entraban en tropel, desatándose un furioso vendaval sonoro, un ensordecedor estrépito que, según la Iglesia, debía de durar sólo un Pater noster -hasta que la vela María volviera al Tenebrario- pero que la tradición dilataba en la medida en que cada parroquia quisiera manifestar su conmoción y pesar por la muerte de Cristo en la Cruz.
AUDIO
Los calvarios.
Canta Evarista Pajares de 88 años de edad y natural de Abastas (Palencia).
Rec. Carlos A. Porro el 22 de abril de 1994.
Las matracas.
Alfonso Núñez de 72 años canta el calvario y Licinio Porro de 65 rueda las carracas en Abastas (Palencia). 18 de junio de 2003.
Rec. Carlos A. Porro.
Salve dolorosa. Pinarnegrillo (Segovia).
Cantada por Eugenia Santos y su madre Nicanora Tardón de 61 años.
Grabado en febrero de 1994 por Carlos A. Porro.
Oración de Semana Santa.
Recitada por Antonia Torres Pajares de 66 años y natural de Abastas (Palencia).
Grabada por Carlos A. Porro en mayo de 2002.
FIESTAS
La procesión de los romances que se celebra en Navaluenga (Ávila) se remonta al siglo XVII. Dos cuadrillas se retan a recitar las Rimas Sacras de Lope de Vega y de José de Valdivieso en la procesión del Jueves Santo. El reto consiste en recitar sin equivocarse, más rápido y más alto que el contrario. El perdedor, hace años, debía invitar a bollos y limonada a los vencedores; hoy el Ayuntamiento sufraga el convite de vecinos y visitantes.