Nació Benito en Nursia, en la Umbria, el año 480. Estudió en Roma y muy pronto se retiró a un eremitorio en Affile, de donde se trasladó al valle del Anio para crear allí unas comunidades pequeñas formadas por eremitas solitarios. Precisamente uno de esos anacoretas, llamado Román, fue quien le mostró una cueva muy retirada donde Benito pasó mucho tiempo aislado, sólo visitado por Román y por el demonio que, de vez en cuando le tentaba. Una de las veces se le presentó en forma de una joven a la que Benito recordaba por haberla visto en Roma y haberle parecido de hermoso rostro. Para vencer la tentación, el santo se desnudó y se arrojó sobre un espino lo que le hizo olvidar pronto la belleza de aquella mujer. Divulgados los sacrificios y penitencias de Benito por los alrededores, los eremitas quisieron hacerle su abad pero se arrepintieron de su elección por el esfuerzo y penitencia que les exigía. Cuando quisieron deshacerse del santo echaron veneno en su copa, pero al bendecir la mesa Benito, la copa se partió en mil pedazos. Tras esa experiencia negativa, Benito volvió a su soledad pero bien pronto llegaron gentes atraídas por su santidad y le pidieron ayuda espiritual y dirección para sus vidas, lo que le obligó a fundar hasta 12 pequeños monasterios. Finalmente se decidió a retirarse al Monte Casino, donde edificó una abadía sobre el lugar que había ocupado un templo del Dios Apolo. Atraída por la obra de su hermano y por su vida edificante, Santa Escolástica fundó también un monasterio, en este caso para mujeres, cerca de Monte Casino. Murió Benito el año 543 tras haber dejado su famosa Regla para la ordenación de los monasterios.
Cuando murió, dice el Flos Sanctorum que dos frailes tuvieron la misma visión: un camino cubierto de paños preciosos y alumbrado con muchas lámparas que se dirigía hacia el cielo. Al preguntar los monjes a un joven con hábito luminoso que estaba a la orilla del camino lo que significaba la visión, contestó:
Este camino es porque se va mi amigo San Benito para los cielos.
CREENCIAS
Los ciegos y copleros vendían papeles, llevados de pueblo en pueblo tras imprimirse en diferentes establecimientos de España, reforzados en su eficacia con la famosa oración de San Benito contra las brujas que se imprimía habitualmente en el reverso de una hoja dedicada a San Caralampio, protector contra la peste. En algún caso, el curandero que despachaba la hoja para uso terapéutico, no dudaba en limitar la duración de los efectos con un escrito de su puño y letra sobre la imagen que decía "Vale por un mes", marcando claramente una fecha de caducidad y animando al cliente a volver a por otro papel cuando se extinguiera supuestamente la eficacia del anterior. La prevención de males, particularmente para los niños, por medio de estas dóminas o nóminas que contenían escritos es una costumbre tan antigua como la propia historia del papel. Los primeros concilios advierten acerca de la inutilidad de colgar oraciones del cuello de los recién nacidos metidas en pequeños escapularios. Pese a ello, la costumbre no perdió vigencia, y sigue siendo habitual hoy día, entre las familias que van a tener un nuevo miembro, encargar a algunos conventos que todavía los fabrican, detentes conteniendo los cuatro evangelios, la cruz de San Benito contra las brujas o escritos sobre la cruz de Caravaca. |
EXPRESIONES
La cruz de San Benito se suponía con mucho poder, especialmente para alejar los malos espíritus o las brujas. La creencia venía de la leyenda del santo en que se narra el episodio de su intento de envenenamiento por parte de los monjes que no le querían como abad, que se conjura cuando San Benito hace la señal de la Cruz sobre la copa que contiene el licor. La tradición supone que las palabras que pronunció fueron:
Cruz santa
Sé para mí la luz
No sea el dragón mi guía.
Retírate Satanás
No sugieras cosas vanas:
Pues son cosas malas las que bebes
Bebas tú mismo el veneno.
FIESTAS
Es fiesta local en:
Santo Domingo de Silos (Burgos)