Nació San Gregorio en Roma a mediados del siglo VI. Por sus virtudes y temprana inclinación a la sabiduría fue nombrado prefecto por el emperador Justino, aunque poco después renunció al cargo y a la fortuna que había recibido en herencia de sus padres y se retiró al monasterio de San Andrés que él mismo había fundado y dotado. Con sus monjes compartió vida y oraciones, incluso fuera del monasterio, en ocasión de recibir el encargo papal de ir a Constantinopla para solicitar del emperador Tiberio ayuda contra los longobardos. Tras ser elegido abad de su propio monasterio fue elevado, no sin innumerables protestas de su parte, al papado tras la muerte del pontífice Palagio en el 590. Su pontificado fue largo y fructífero distinguiéndose entre sus mayores logros el haber evangelizado la Gran Bretaña y haber reformado el canto llano. Murió en el año 604.
CREENCIAS
Cuenta Alban Butler que las Misas Gregorianas para difuntos tienen su origen en el episodio siguiente, acontecido en el monasterio de San Andrés:
Justus, uno de los monjes que estaba enfermo, confesó haber guardado tres coronas de oro y el abad Gregorio prohibió severamente a los hermanos tener contacto con él y visitarlo en su lecho de muerte. Cuando murió, fue excluido del cementerio de los monjes y enterrado en un muladar junto con las piezas de oro. Sin embargo, como murió arrepentido, el abad ordenó que se ofrecieran misas durante treinta días para el reposo de su alma y se tiene el propio testimonio de San Gregorio de que, al término de ese período, el alma del difunto se le apareció a Copiosus, su hermano natural, asegurándole que había estado atormentado, pero que ya se encontraba libre.
Además de las misas de San Gregorio o treintenarios -de cuya observancia irregular están llenos los libros de actas de los Sínodos y Concilios peninsulares en la Edad Media- fueron famosas las misas de San Amador, que se celebraban en días seguidos y con un número de velas determinado alumbrando el altar. También los Concilios van en contra de estas supersticiones, pero especialmente de que los sacerdotes se encerraran con otras personas -clérigos, o seglares- y se dedicaran además a jugar a dados, a tablas, a naipes, a la ballesta o al tejo "u otros juegos deshonestos", según los llama el Sínodo de Salamanca de 1497.
EXPRESIONES
Gregorio Magno promovió y ordenó una forma de canto sin acompañamiento instrumental, denominado canto llano, para las Iglesias, determinando que los cantores tuviesen una preparación adecuada para que su interpretación elevara el sentido religioso del canto y llegara de forma más pura al pueblo. Junto a la suavidad de la melodía a la que incitaba el propio texto, la reforma proponía la habilidad en la interpretación que sugería en alguno de sus escritos San Agustín.