Eulogio nació en Córdoba y creció inclinado hacia la devoción a las cosas de la religión. Ordenado sacerdote fue aumentando en humildad y en sabiduría dando ejemplo a todos los cordobeses de valor y firmeza en su fe. Escribió un libro en el que se recogían vidas y ejemplos de mártires. Él mismo sufrió el martirio de la flagelación hasta morir, antes de tomar posesión de la sede del arzobispado de Toledo para la que había sido elegido. Tras él fue martirizada Santa Lucrecia. Sus restos se trasladaron a Oviedo en el siglo IX.