San Vicente fue diácono del obispo Valero, también santo, quien -según cuenta la tradición- encargó a Vicente que le ayudase a predicar por tener él mismo dificultades en el habla. El gobernador Daciano, enterado de las conversiones que ambos -uno con la oración y otro con la palabra- conseguían entre las gentes de la Hispania, ordenó conducirlos a su presencia ensañándose con ellos, pero especialmente con San Vicente a quien sometió a todo tipo de torturas y a quien, aun después de muerto, quiso profanar el cuerpo entregándolo a las alimañas y a los peces del mar. El cuerpo intacto de Vicente, sin embargo, llegó a la costa donde fue recogido por unos cristianos que le dieron piadosa sepultura.

CREENCIAS

En París, en la iglesia de Saint Germain des Prés, se veneró mucho tiempo la estola con la que se creía había predicado San Vicente, llevada a Francia por el rey Childeberto después de intentar la conquista de Zaragoza en el siglo VI. El rey aceptó la estola que los habitantes de la ciudad paseaban altivamente por sus murallas todos los días del asedio, a cambio de renunciar a sus pretensiones de tomar Zaragoza.