Se repite con la historia de San Rufino el mismo proceso seguido en el martirio de los santos de los primeros siglos. La defensa de su fe les conduce al tormento que aceptan gustosos. En el caso de San Rufino se le une a otros santos andaluces llamados Rufiniano, Artemidoro, Severo y Estratón, cuyas vidas fueron arrebatadas de forma diferente: Rufino y Rufiniano fueron degollados, Artemidoro y Severo arrojados a una hoguera y Estratón ahorcado. Los pueblos de Utrera y Baeza, en Sevilla y Jaén, se disputaron el honor de su nacimiento.