La vida de Simeón el Estilita, así llamado porque buena parte de su existencia la pasó subido sobre una columna (stylos, en griego) ayunando y haciendo penitencia, fue tratada en diferentes ejemplarios aunque los más conocidos son los de Teodoreto y el de Juan Mosco, paisano del propio santo y eremita como él, quien reunió en los siglos VI y VII numerosos relatos, muchos de ellos de tradición oral que circulaban acerca de la existencia de Simeón (cuya vida había sido escrita por Leoncio de Neápolis) y de Juan el Limosnero, que fue patriarca de Alejandría. Todas estas historias fueron traducidas al latín en el siglo XV por Ambrosius Traversarius y, ya a partir del XVI, traducidas al español y publicadas por diferentes imprentas peninsulares que ayudaron a darles difusión.
CREENCIAS
San Simeón fue el primero de una serie de eremitas que adoptaron una forma de vida ascética basada en un acercamiento -en este caso incluso físico- a Dios a través del ayuno (casi todos eran vegetarianos), de la penitencia corporal (muchos pasaban todo el día de pie e incluso dormían así) y del alejamiento de las personas. De hecho siendo todavía un niño que ayudaba con el rebaño a su padre, que era pastor, escuchó las bienaventuranzas en un monasterio y le llamó la atención la frase en que se decía "bienaventurados los que lloran". Su primera renuncia a vivir con los demás le llegó en ese momento ya que se fue al desierto y pasó una semana llorando. Después entró en el monasterio, pero pronto excedió a todos los monjes en sacrificios y santidad, de modo que aquellos pidieron al abad que le alejara de allí para no verse avergonzados por un muchacho que superaba a todos en devoción.
El modelo de vida en soledad fue difundido en Occidente por San Jerónimo a través de ejemplos como el de la Vida de San Hilarión, cercanos a relatos paradigmáticos como el del eremita Pacomio, cuya regla, según la tradición, le fue transmitida por un ángel y fue escrita en copto. San Jerónimo tradujo esa obra al latín y la convirtió en un texto fundamental para la espiritualidad en Occidente, sirviendo de guía a algunas otras reglas como las de San Basilio, la de Vigilio, la de San Cesáreo o la de San Benito, en cuyos capítulos ven los expertos más de treinta referencias directas al texto original de Pacomio. En España, como siempre, se suscitaron polémicas sobre si convenía o no retirarse del mundo para alcanzar la santidad. Algunas de esas cuestiones surgieron incluso dentro de algunas órdenes que lo habían defendido en su origen. Sobre el interés de los jerónimos, por ejemplo, por fundar monasterios en lugares difíciles o alejados de las ciudades se suscitó un debate entre Fray Lope de Olmedo y Fray Juan Serrano -con pretensiones de reformador el primero y defensor de la orden el segundo ante el Papa Martin V en 1428- que parece oportuno recordar. Fray Lope acusaba a la orden entera de haberse apartado de la primera voluntad de San Jerónimo de hacer penitencia y haberse entregado al mundo llevando un tipo de vida mucho más relajado. En la respuesta -recordemos que ambos frailes están dirimiendo sus diferencias ante el Papa- Fray Juan Serrano contradecía firmemente esta opinión:
Están casi todas las casas de esta orden en desiertos, porque de veintiséis que hasta ahora se han fundado, las que más cerca de población están a media legua de las ciudades y una sola dentro de una villa. Las demás, contra lo que aquí se ha dicho por Fray Lope, más distantes y en lugares desiertos, ajenas del trato del mundo y con todo y eso van allá los fieles atraídos de la devoción y solemnidad con que se celebran los oficios divinos ... No profesa esta orden ser mendicante ni lo profesó San Jerónimo. Si se entran por nuestras puertas los príncipes seculares y los prelados de la Iglesia, traídos del buen olor y de la fama de las virtudes de dentro y de la compostura y modestia de fuera ¿qué peca la religión en esto, sino lo que la luz, que es imposible encubrirla?
EXPRESIONES
Algunos de los relatos que ilustran la vida de San Simeón permanecieron en la tradición oral o proceden de ella, de modo que se transmitieron como anécdotas, cuentos o "ejemplos" desde que se tradujeron en Occidente. Esa influencia llegó a nuestros días y se plasmó incluso en películas como la realizada por Luis Buñuel en México conocida como Simón del desierto. Al parecer Buñuel leyó en su juventud la Leyenda Dorada de Santiago de Vorágine por consejo de Federico García Lorca.