Francisco de Borja y Aragón, duque de Gandía, nació en la provincia de Valencia. Su ascendencia noble y las relaciones de su familia le permitieron servir en la corte del emperador Carlos V, quien le tuvo como uno de sus ayudantes, nombrándolo Caballerizo de la emperatriz, empleo entre los más estimados de la época. Tal vez su espíritu sensible y la inseguridad de todo lo perecedero que llevaba aparejada la existencia cortesana motivaron su apartamiento de ese mundo tras haber sido nombrado Virrey de Cataluña y haber tenido que acompañar al cortejo fúnebre que llevó el cadáver de la emperatriz Isabel desde Toledo hasta Granada. El pintor José Moreno Carbonero interpretó en uno de sus cuadros de forma romántica y dramática el momento en que el joven de Borja observa el féretro abierto en el que yace Isabel y decide "no servir a ningún señor que pueda morir". Siete años más tarde, Francisco perdía a su propia esposa y entraba en la orden de San Ignacio, siendo aconsejado por el fundador para que resolviera todos sus asuntos relacionados con el mundo y se preparara para la vida religiosa, renunciando posteriormente a los derechos de sus títulos. Tuvo que rechazar el nombramiento de cardenal que se le ofreció por sus servicios al emperador, pero a la muerte del general de la Compañía de Jesús, el padre Laínez, no tuvo más remedio que aceptar el nombramiento. Tomó a su cargo la pesada tarea encomendada y la resolvió con eficacia e inteligencia, atendiendo al mismo tiempo algunos encargos del propio pontífice quien le envió en varias ocasiones a la península con distintas embajadas y encomiendas. Al regreso de una de ellas, murió en Roma en 1572.
CREENCIAS
El Padre Álvaro Cienfuegos, de la Compañía de Jesús, escribió un libro dedicado a La Heroyca vida, virtudes y milagros del grande San Francisco de Borja, donde, siguiendo diversos textos anteriores, como el del Padre Dionisio Vázquez el del Padre Ribadeneyra, canta las excelencias del santo y describe muchos aspectos de su vida, comenzando por la ascendencia familiar -los Borja, los Enríquez, etc.- y acabando en sus últimos días con la herencia espiritual dejada a la propia Compañía. Algunas de las cartas del Padre Dionisio Vázquez son especialmente clarificadoras sobre el carácter de Francisco de Borja: "Era sufridísimo y llevaba con grande paciencia las incomodidades del camino, que fueron muchas, porque el tiempo era de fríos y de nieves, las jornadas largas, las horas de caminar intempestivas, porque en el mayor rigor del invierno se caminaba antes del amanecer y se caminaba todo el día sin parar". Esto lo cuenta el padre por haber sido testigo de ello y acompañar desde Aranda de Duero hasta Ferrara a San Francisco.