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18-11-2021

Un trabajo de María Casas del Álamo traza la tipobibliografía vallisoletana entre 1501 y 1560

18 de noviembre de 2021. Valladolid

María Casas del Álamo, Ana Redondo y Joaquín Díaz

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El Ayuntamiento de Valladolid presenta la publicación de la obra La imprenta en Valladolid. Repertorio tipobibliográfico (1501-1560. Tipografía gótica), firmada por la filóloga María Casas del Álamo; con la que la autora propone una exhaustiva y rigurosa reconstrucción histórica y tipobibliográfica de las imprentas vallisoletanas que operaron en la villa entre 1501 y 1560.

La presentación de esta publicación ha estado presidida por la concejala de Cultura y Turismo, Ana Redondo, a quien han acompañado Joaquín Díaz y la autora del libro.

El Ayuntamiento de Valladolid ha incluido este título en su "Colección de Publicaciones Municipales" con el número 46; y ha comenzado la producción editorial del opúsculo La imprenta en Valladolid, de Joaquín Díaz; en el que se publicarán los textos y las imágenes que dieron cuerpo a la exitosa exposición de carácter divulgativo "La imprenta en Valladolid. Cinco siglos de tipografía", sobre la historia de la edición en nuestra ciudad, desde sus inicios a finales del siglo XV hasta mediados del siglo XX; y que, promovida por el programa "Valladolid Letraherido", pudo verse en la Sala Municipal de Exposiciones "Casa Revilla" durante el verano de 2020.



La imprenta en Valladolid. Cinco siglos de tipografía

Palabras de Joaquín Díaz:
Puedo afirmar rotundamente que, entre los cerca de cien actos a los que me ha tocado acudir este año por diferentes motivos, éste es el que me produce más alegría. Hoy se presenta en la ciudad un trabajo espléndido que reconoce la importancia de la imprenta en Valladolid en una época crucial para la historia de España. El año pasado tuve la satisfacción de presentar en la Casa Revilla una muestra de la actividad impresora vallisoletana a lo largo de cinco siglos, contemplada a través de ejemplos sacados de sus establecimientos tipográficos. Al preparar esa exposición recurrí, con la finalidad de no dejar fuera ninguna obra que mereciese la pena de ser consultada, a los consabidos buscadores de internet que me aportaron en varias ocasiones un nombre nuevo y un título atractivo: La imprenta en Valladolid. Repertorio tipobibliográfico, tesis doctoral de María Casas del Alamo. Con la facilidad de comunicación que ofrecen los medios actuales y tras una breve consulta al oráculo de Pedro Cátedra, siempre sabio y siempre amigo, me puse en contacto con su autora, quien generosamente me envió su tesis. Tras comprobar la calidad del trabajo y la importancia del texto me permití sugerir a Paz Altés la posibilidad de que el Consejo editorial del Ayuntamiento de Valladolid contemplase la publicación de la obra, aunque se redujese su tamaño en aras de la facilidad de lectura.


Cuando recibí la noticia de que se había acordado la edición refrendé la idea de que las casualidades no existen. De ese modo, el nombre de María Casas quedaba unido a los de tantos otros investigadores a quienes debemos un reconocimiento histórico. Rafael Floranes Robles, Bartolomé José Gallardo, Mariano González Moral, Marcelino Gutiérrez del Caño, Mariano Alcocer, Narciso Alonso Cortés, Domingo Rodríguez, María Marsá y Vilá, Anastasio Rojo Vega, Luis Fernández, Mercedes Fernández Valladares, Luis Resines Llorente, Celso Almuiña, Jesús María Palomares, Konrad Haebler, Frederick J. Norton, Antonio Palau y Dulcet, Francisco Vindel, Luisa Cuesta Gutiérrez, Luisa López Vidriero, Pedro Cátedra, Víctor Infantes, Julián Martín Abad, Agustín García Simón o Juan Hormaechea, son recordados y admirados por sus méritos incuestionables en el campo de la investigación sobre diversos aspectos de la imprenta en Valladolid.

En concreto debo recordar aquí y ahora, por ser la primera fuente a la que recurrí hace muchos años, a Mariano Alcocer -del cuerpo de Archiveros, bibliotecarios y Arqueólogos-, quien dio a la luz en 1926 un trabajo titulado Catálogo razonado de obras impresas en Valladolid, 1481-1800, salido de las prensas de la Casa Social Católica (por entonces a cargo de Valentín Franco) y que con el tiempo se ha convertido en una referencia imprescindible. Al escribir sobre el siglo XV, Alcocer recordaba: “Valladolid, ciudad de las más importantes de Castilla, había adquirido en el reinado de los Reyes Católicos un gran esplendor y desarrollo. La Chancillería, ha poco implantada en ella, trae raudales de gentes interesadas en litigios y multitud de hombres notables; el Colegio de Santa Cruz, en el mismo tiempo fundado por el gran Cardenal de España, hace acudir una juventud gloriosa y escrupulosamente escogida en las aulas salmantinas; la Universidad resurge con potencia y la tranquilidad de los tiempos, propicia al comercio y guardadora de las libertades ciudadanas, hacen de Valladolid una urbe, en que sumados factores de tal cuantía, dejan un sedimento inapreciable de riqueza y cultura”.

El mismo Alcocer, y Juan Delgado Casado en su Diccionario de impresores españoles recuerdan tres nombres que trabajaron en Valladolid antes de los primeros años del siglo XVI, siendo el Tratado breve de confesión (1492) uno de los primeros incunables pincianos, si prescindimos de las Bulas que, según todos los indicios, ya se imprimían en el Monasterio jerónimo de Nuestra Señora de Prado.

El siempre recordado padre jesuita Luis Fernández, que estudió esa imprenta vallisoletana de los jerónimos, escribía que solamente con las bulas se podría haber hecho una gran exposición que contara la historia del arte de imprimir a través de cuatro siglos.

Ya desde los primeros años del siglo XVI hay varios nombres que se destacan en el panorama bibliográfico vallisoletano, mereciendo especial mención Arnao Guillén de Brocar, Francisco Fernández de Córdoba, Sebastián Martínez o Diego de Gumiel. “De unas 27 obras que pueden atribuirse al taller de imprenta de Gumiel en la ciudad de Valladolid -escribe Frederick J. Norton en La imprenta en España-, la gran mayoría están en castellano. Además de las ediciones de 1503 y de 1506 del Arte de cantollano Lux videntis dicha de Bartolomé de Molina, se trata de obras tan notables como el Panegírico en alabança de la Reyna doña Isabel de Diego Guillén de Ávila (1509), de la primera edición de la traducción de Francisco de Madrid del De remediis de Petrarca (1510) y del Mar de istorias de Fernán Pérez de Guzmán (1512). Dos obras más, la perdida Historia de Joseph hijo del gran patriarca Jacob de Joan Roiç de Corella (1507) y Tirante el Blanco de Joan Martorell (1511), son particularmente interesantes por el hecho de que muestran que Gumiel aprovechó su experiencia previa en Barcelona para introducir traducciones de textos catalanes en Castilla…”

De Arnao Guillén de Brocar, protegido y alabado por el mismo Cardenal Cisneros, decía Pérez Pastor que quizá había sido “el mejor impresor del siglo XVI en España”. Además de él y de sus hijos, apellidos como Cuesta, Millis, Merchán o Bustillo anuncian ya el auge de algunas familias que se harán presentes durante todo el siglo siguiente junto a otras como los Lasso, los Ruiz de Valdivielso, los Portolés o los Riego.

Estamos hablando, por tanto, no solo de una actividad menor y casi artesanal, sino de una tarea titánica de comunicación, de conocimiento y de cultura. Algo que se reconoce hoy con la publicación de una obra de enorme mérito que hay que agradecer al Ayuntamiento de Valladolid y a la autora, María Casas, en nombre de la ciudad y de la historia con mayúsculas. O con capitulares, como dirían los tipógrafos.

Joaquín Díaz