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04-07-2018

Simposio: «ACADEMIA DE MÚSICA ANTIGUA»

URUEÑA, 4, 5 y 6 de julio de 2018



Lugar: Bodega Heredad de Urueña

Organiza: Fundación Joaquín Díaz



Programa


Día 4
2 clases con intermedio10-13 horas
Paloma Gutiérrez del Arroyo, June Telletxea, Anne Marie Lablaude y Ana Arnaz:
La interpretación de la música medieval
20:00 horas Concierto: Cantaderas













Día 5
2 clases con intermedio10-13 horas
Luis Delgado, César Carazo y Aníbal Soriano:
La escritura y notación medievales y el uso de los instrumentos
20:00 horas Concierto: Los músicos de Urueña

















Día 6
2 clases con intermedio10-13 horas
Alicia Illa y Yonder Rodríguez:
El ritmo y la melodía en el Renacimiento y el Barroco
Juan José Prat Ferrer:
Una encrucijada cultural, el Miserere de Allegri
20:00 horas Concierto: La Villanela



















Platón, preocupado por la relación entre realidad mítica y realidad racional, llega a la conclusión de que es la palabra el recurso que juega alternativamente con belleza y verdad, inclinándose al fin por la función de esta última en la existencia humana. Aun reconociendo que la palabra poética se constituye en juego, bello y verdadero al tiempo, capaz de convertir en certeza la experiencia de la vida y de uno mismo, desconfía, sin embargo, de la vía que sigue el artista para alcanzar esa capacidad de expresión que hace que todo sea creíble y que la irrealidad pueda inscribirse en un tiempo y en un lugar conocidos. Tal capacidad, a su entender, era en efecto una de las cualidades más admirables de músicos y retóricos: «El orador tiene que ser un buen conocedor del alma y tiene que saber influir en los diversos tipos de almas, pulsándolas como un músico su instrumento. Su único instrumento es la palabra; pero es un instrumento que lo puede todo. La palabra es poderoso soberano que consigue los más maravillosos efectos con el órgano más pequeño e insignificante. Pues consigue espantar el miedo, desterrar el dolor, suscitar la alegría y despertar compasión».

Pero casi de inmediato el filósofo se pregunta: ¿a qué técnicas recurren el músico o el poeta para alcanzar ese don por el cual algo imaginado, fantástico, se puede llegar a transformar en algo verosímil?

En uno de sus diálogos, pregunta Sócrates a Ion: «¿Te encuentras entonces en plena conciencia o estás, más bien, fuera de ti y crees que tu alma, llena de entusiasmo por los sucesos que refieres, se halla presente en ellos, bien sea en Ítaca o en Troya o donde quiera que tenga lugar tu relato?». Según la idiosincrasia de la época, el poeta o el músico –la misma persona a veces– eran inspirados por una fuerza divina que les permitía acceder a otro estadio de conocimiento en el que la expresión y la comunicación venían acompañados de acentos sobrehumanos: «La divinidad –nos dice en Ion– arrastra el alma de los hombres a donde quiere, enganchándolos en esa fuerza a unos con otros». Esa fuerza divina transforma la naturaleza de las cosas y, a su modo de ver, puede llegar a hacernos considerar verdaderas cosas que no lo son. «Dios –escribe en el Timeo– sabe y es capaz al mismo tiempo de convertir la multiplicidad en una unidad por medio de una mezcla y también de disolver la unidad en la multiplicidad, pero ninguno de los hombres es capaz ahora de ninguna de estas cosas ni lo será nunca en el futuro».

Para Platón, la experiencia no es en nada inferior al arte ya que puede ser una vía de formación para la virtud, lo cual no sucede ni con la intuición ni con la inspiración. El filósofo Emilio Lledó afirma que Platón acercó el pensamiento al diálogo instalando la filosofía en el lenguaje. Al mismo tiempo nos ayudó a comprender un texto por el método de traducir los sintagmas en paradigmas. Pero lo más importante, y principal para nuestro discurso, es que Platón usó el lenguaje –o sea la palabra- y la sabiduría –o sea la verdad- para dar una respuesta coherente a una sociedad desorganizada. Y en esa búsqueda de una polis más justa encontró un conflicto entre poiesis y estado, entre caos y organización, entre lo divino o intangible y la experiencia. Lo cierto es que, una vez aceptada la opción funcional, su búsqueda le obligaba a decidir entre la poiesis como imitación o como representación de la realidad. Platón se inclina por la primera opción y crea escuela.

De esa escuela, forjada cuatro siglos antes del nacimiento de nuestra Era en jardines sugerentes donde el desarrollo de sus doctrinas estaba tan unido a la naturaleza y a la mitología, surge la idea de esta Academia de Música Antigua, lugar de pensamiento y de diálogo entre los moriai, hoy representados por los olivos y viñedos de Heredad de Urueña.