El camino de inventores y científicos en busca de un sistema que fuese capaz de imitar la voz humana, antes de poder grabarla, almacenarla y reproducirla, fue tan largo como interesante. En ese recorrido podríamos encontrar autómatas, cabezas parlantes o instrumentos que pretendían no sólo producir sonidos similares a los emitidos por la laringe del individuo sino sorprender, entretener, deleitar y facilitar la ejecución de melodías a cualquier mortal sin necesidad de ser músico avezado. Son conocidos los precedentes del barón húngaro Wolfgang von Kempelen con su Fonoautófono (1788), el checo Robertson con su Fonoaugon (1810) o el barón francés Leon Scott de Martinville con su Fonoautógrafo (1857). El siglo XIX fue el siglo de las patentes de inventos mecánicos y un período de transición hasta culminar con el Fonógrafo de Edison y el Gramófono de Berliner, antecedentes de los ingenios que han llenado de música nuestras casas y nuestra vida. En todo ese tiempo, durante casi un siglo, apareció y se difundió una serie de aparatos musicales o sonoros cuyos sonidos tenían más que ver con la mecánica que con la música.
Referencias acerca del uso de un cilindro de púas movido por diferentes engranajes para accionar determinados instrumentos las hay desde el siglo IX: en Bagdad, los hermanos Mohamed, Hasan y Ahmed Musa especializados en el estudio de la ciencia árabe, crean un automatófono; León el Filósofo, en la corte de Teófilo el Iconoclasta, inventa unos árboles con pájaros que cantaban automáticamente dotados del mismo sistema. Durante siglos, el invento se usa y se va perfeccionando gracias a aportaciones de personajes tan destacados como Leonardo da Vinci o el jesuita Athanasius Kircher. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX aumenta el número de invenciones, llegándose en 1796 a patentar un tipo de caja de música que firmó el ginebrino Antoine Favre y, en 1866, a registrar una patente de un disco con púas en la parte inferior inventado por Paul Lochmann en Leipzig.
El cilindro de esta caja contiene temas de los años 60 del siglo XIX. Uno de ellos fue compuesto por el músico húngaro Alphons Czibulka, nacido en 1842 y muerto en Viena en 1894. Su carrera como compositor, pianista y director le hizo acreedor de un importante reconocimiento popular, grado que también alcanzaron algunos de los temas creados por él que llegaron a codificarse, como en este caso, para ser reproducidos en aparatos mecánicos.
No sería aventurado documentar esta caja de manivela entre 1880 y 1900. La caja fue fabricada probablemente en Suiza (en la parte inferior hay una etiqueta en francés que dice Musique a 1 air, lo cual quiere decir que es una caja con una sola pieza musical). La pieza, sin embargo, nos lleva a la época victoriana y en concreto a una de las óperas de Gilbert y Sullivan, tal vez una de las más famosas, titulada H.M.S. Pinafore or the lass that loved a sailor y desarrollada en dos actos. La opereta fue un éxito y se hicieron representaciones en Inglaterra y en los Estados Unidos, aunque éstas no se reconocieron en derechos para los autores pese a que lucharon largamente para que se les pagaran. Si bien la obra fue muy bien recibida por la abundante burguesía británica, no tuvo el mismo éxito entre la nobleza. Se dice que la Reina Victoria asistió a una de las representaciones y al salir, en una de las frases lapidarias que se le atribuyen, exclamó: «No nos hemos divertido».
De entre las canciones de esta opereta musical se ha elegido la más significativa For he is an englishman, melodía bien pegadiza que se interpreta en varias ocasiones pero que además cierra el segundo acto al finalizar el número Oh joy, oh rapture unforseen:
For he is an englishman
And he himself had said it
And it´s greatly to his credit
That he is an englishman!
La caja, toda ella de madera en su parte externa, está cerrada y sólo se puede acceder al mecanismo interior retirando previamente cuatro tornillos que unen la base de madera, sobre la que van el cilindro y el peine, con la carcasa.
La diferencia entre este tipo de caja y otras similares era que no tenía motor, de modo que el cilindro de púas había que accionarlo con una manivela que se encontraba en la parte exterior de la caja. Desde el siglo XVIII los mejores fabricantes fueron los relojeros, así que la mayoría de las cajas provenían de Suiza y Alemania. Esta caja, sin embargo, es francesa, tiene forma circular y presenta en la parte superior una manivela de metal con pomo de pasta. Sobre la caja va pintada una joven ataviada con una túnica al estilo clásico que tanto gustó durante la época romántica. Alrededor de la caja van seis liras en relieve.
A partir del año 1865, Charles Reuge, un relojero nacido en Val de Travers, se estableció en la localidad de Sainte Croix, en Suiza, para empezar a fabricar relojes de bolsillo musicales. Su hijo Albert continúa con el negocio y lo amplía convirtiéndolo en una de las empresas más reconocidas en la fabricación de cajas de música pese a tener que competir con otras empresas de prestigio como Paillard o Gueissaz y tener que atravesar momentos de crisis con la aparición de las cajas de música de discos recambiables o la invención y difusión del fonógrafo y gramófono a comienzos del siglo XX. Los nietos de Charles, Guido, Albert y Henri continúan la tradición y, en especial Guido se dedica a la recreación de lujosas cajas y al lanzamiento de nuevos diseños. La casa Reuge compra sucesivamente empresas como Bontemps, Thorens, Lador y Cuendet con lo que amplía y diversifica su mercado y su oferta. Tras abrir un nuevo mercado en los Estados Unidos a comienzos de la década de los 90 en el siglo XX, Reuge adquiere la fábrica italiana que le surtía de los recipientes de madera para las cajas de música. Hoy día es la marca más reconocida en el mercado mundial.
La pieza está fabricada en madera de raíz de olmo y contiene un peine con 50 láminas sobre las que el rodillo toca dos canciones. Los rodillos se hacían con un tubo de latón relleno de resina en el que se marcaban las púas para codificar el tema musical. Un operario hábil (en el siglo XIX habitualmente eran mujeres las encargadas de este cometido) podía marcar unas 700 púas por hora.
Muchas de las grandes jarras de cerveza alemanas tenían en el fondo, por la parte externa, una pequeña caja de música adaptada al contorno de la porcelana. Algunas tenían un dispositivo que paraba el mecanismo de la caja cuando se posaba la jarra y lo accionaba en cuanto la jarra era levantada de la mesa para beber. Thorens fabricó multitud de esos mecanismos.
Se atribuye al ginebrino Antoine Favre la aplicación en 1796 del sistema de láminas metálicas al antiguo invento de la caja de música que hasta entonces se había dotado de campanillas. Con el nuevo invento, las cajas funcionaban con un cilindro de púas que actuaban sobre un peine con láminas vibrantes de acero (que a veces alcanzaba hasta seis octavas). Se usaban en relojes, tabaqueras y cajas de costura –también en jarras de cerveza, como acabamos de comprobar– y a menudo incluían figuras de autómatas sobre la caja. Debido a las dificultades de ejecución de largas piezas musicales, se crearon los rodillos intercambiables, lo cual llevó al problema añadido del almacenamiento de dichos rodillos.
Ésta y otras circunstancias movieron a Paul Lochman en 1889 a crear un tipo de discos en cuya cara inferior se practicaban, sobre el mismo material metálico de que estaban hechos, unas muescas o pestañas que servían para mover las púas tradicionales del cilindro.
El aparato en que se ponía el disco se llamaba Symphonion y estaba dotado de una manivela en uno de sus lados que hacía girar un eje vertical sobre el que se encajaba el agujero central del disco. Para facilitar el correcto y uniforme giro del disco se había practicado asimismo otro orificio más pequeño inmediato al central que encajaba en un saliente y que permitía insertar mejor la placa circular. El disco giraba en la dirección de las agujas del reloj y sus muescas o pestañas inferiores iban desplazando una serie de púas móviles integradas en un cilindro (la movilidad de las púas era la principal novedad) que eran las que accionaban las láminas del peine musical. Para que las muescas llegaran a esas púas sin problemas aunque el disco tuviese alabeos, una barra metálica (desde el eje central a uno de los lados) dotada de dos ruedas de goma, oprimía dicho disco al pasar por encima del cilindro, corrigiendo cualquier anomalía.
En el ejemplar mostrado, el peine tiene 40 láminas. Una litografía que representaba la actividad de unos enanos en un lugar bucólico daba carácter a la parte inferior de la tapa –precisamente la que se veía al abrir la caja– al tiempo que servía de publicidad de la firma comercial.
Parecidos al Symphonion hubo algunos aparatos. La marca Polyphon, por ejemplo, era el sello comercial de una fábrica creada en Leipzig bajo la patente Polyphon Musikwerke (1889). Su fundador, Gustave Brachhausen, venía de la fábrica Symphonion, también de Leipzig, que fabricaba como hemos visto diferentes tipos de aparatos mecánicos. Ambas patentes se repartieron el mercado durante algunos años pero en 1892 Brachhausen viajó a los Estados Unidos y allí creó una nueva compañía que llamó Regina Music Box Company y que mantuvo su competencia con los nuevos inventos como el fonógrafo o el gramófono hasta que en 1922 quebró. Durante ese tiempo las fábricas existentes en Suiza y Alemania llenaron el mercado con diferentes marcas ( Kalliope, Fortuna, Stella, Britannia, etc.) y con discos de 20,7 cms., 30 cms., 50 cms., 62,5 cms. y otras medidas superiores para grandes aparatos que se vendían en suntuosos muebles.
El Polyphon era un instrumento mecánico que constaba de una caja (en realidad se le podría denominar caja de música) en la que un peine de láminas metálicas era accionado por unas púas que giraban independientemente en un cilindro y que eran desplazadas por unas muescas o pestañas que se habían marcado previamente en la base inferior de un disco metálico. En los primeros ejemplares fabricados por Polyphon el sistema de giro del disco era manual y se hacía con una manivela situada en la parte frontal de la caja, pero muy pronto la marca incorporó la cuerda accionada con una llave que, sobre todo, permitía una regularidad en la ejecución. Para que el disco girara de manera uniforme y las púas alcanzaran siempre las láminas correctamente había una barra de hierro guarnecida de varias ruedas de goma desde la mitad de uno de los lados hasta el centro (posteriormente la barra cruzaba de lado a lado la caja) donde iba presionando el disco para evitar alabeos. Cada disco contenía una canción codificada cuyo comienzo y final estaban señalados en la parte anterior del disco con una flecha.
El ejemplar tiene cuerda aunque no con la clásica llave sino accionada con un cigüeñal dotado de una manija que se desplaza de un lado a otro en la parte frontal de la caja. El eje gira en dirección contraria a las agujas del reloj. El instrumento toca discos de 20,6 cms. de diámetro y tiene un peine con 40 láminas vibrantes protegido por una cubierta metálica. Presenta una característica litografía en la parte interior de la tapa que sirvió durante algunos años para identificar a la marca.
Desde la invención de la caja de música por Antoine Favre en 1796 hasta el establecimiento de la primera fábrica pasaron algunos años. En 1815 Jeremie Recordon y Samuel Junod crearon una empresa especializada en autómatas y cajas de música y abrieron el camino a muchas otras compañías que se fueron estableciendo en Alemania y Suiza principalmente. En 1862, Paillard patentó el cambio de rodillos, invento que fue perfeccionado en Ginebra en 1879 por Metert. Desde 1865 Charles Reuge se estableció en la localidad Suiza de Sainte Croix, en el cantón de Saud, donde trabajó como maestro relojero y fabricante de cajas de música. En 1882, también en Sainte Croix, Hermann Thorens comenzó a crear modelos diferentes de cajas con discos marcados de pequeño tamaño, como la denominada Edelweiss. Él y Paillard disfrutaron de una época dorada durante la década de los años noventa pero tuvieron que cambiar su producción hacia los fonógrafos a partir de 1906, tras la comercialización del invento de Edison.
La casa Thorens siguió especializada en aparatos de música, principalmente platos tocadiscos, hasta nuestros días, aunque fue adquirida por Reuge en 1985. La propia casa Reuge, la más prestigiosa en fabricación de cajas de música sufrió una crisis tras el fallecimiento de Guido Reuge, su último heredero, y tuvo que reconvertir su negocio hacia los productos de alta gama entre los años 2003 y 2004.
Un cilindro de púas accionado por una manivela permitía que unas llaves se abriesen y cerrasen para dejar pasar o cerrar el paso del aire que transcurría previamente por unos tubos o por unas lengüetas. La misma manivela hacía funcionar unos fuelles para administrar el aire. Este tipo de órgano sirvió durante muchos años para mantener los servicios religiosos en numerosas iglesias pequeñas, de ahí que el repertorio de los cilindros suela ser de himnos o canciones litúrgicas. En 1772 la compañía inglesa Flight ya vendía órganos con el mecanismo del cilindro de púas.
El órgano de cilindro o rodillo Gem, similar en su funcionamiento a los órganos de cilindro europeos, se anunciaba desde su origen como The new american roller organ y se ofrecía como un instrumento capaz de tocar perfectamente marchas, valses, polkas, jigs, reels, fragmentos de óperas, canciones populares y música de iglesia. Según la publicidad de la época, podía competir con ventaja las posibilidades y precios de las cajas de música suizas y francesas que costaban 100 dólares y más.
Hay anuncios en periódicos americanos desde 1885 hasta 1920, lo que puede dar idea de los muchos instrumentos que se vendieron y de la música que se codificó en cilindros para su ejecución (teniendo en cuenta que ya desde los comienzos se ofrecían más de 250 canciones de repertorio).
La invención del organito doméstico se debió a Henry Morris, Samuel Tisdel y Frederick Labar, quienes lo patentaron en 1887. La compañía que lo fabricó, la Autophone Company de Itaca, Nueva York, ya había probado suerte con autófonos desde unos años antes. El Gem Roller Organ venía a posibilitar que en cualquier hogar americano se pudiese interpretar música sin necesidad de tener un gran mueble y, lo que era más importante, sin necesidad de saber tocar un instrumento complicado. Una manivela se encargaba de hacer girar un cilindro con púas cuya acción levantaba las llaves por donde salía el aire, que previamente había pasado por una lengüetas. Sencillo e ingenioso, el Gem Roller Organ no tuvo competidores pese a que la misma compañía que lo distribuía creó otros como el Concert Roller Organ (también de 20 notas pero en formato más elegante) y el Grand Roller Organ (con 32 notas y en madera de roble).
Otro órgano de manivela y cilindro era el llamado de Barbarie, instrumento mecánico dotado de unos fuelles, de un rodillo con púas y de unos tubos, generalmente de metal. Por medio de una manivela que se encuentra en el exterior de la caja, se ponen al mismo tiempo en acción el cilindro de púas que gira sobre su propio eje -que está situado en un nivel inferior a los tubos– y unos fuelles que alimentan de aire a una caja o “secreto” desde donde ese mismo aire pasa y sale al exterior a través de los tubos seleccionados por las púas del cilindro.
Podría decirse que desde que el agustino francés Joseph Engramelle publicó en París (1775) su Tonotechnie (Tonotécnica o arte de marcar cilindros), cientos de constructores y músicos usaron instrumentos similares aunque con diferentes características y denominaciones. Probablemente los más conocidos fueron el Órgano de Barbaria (Orgue de Barbarie o Barberie, llamado así, según algunos estudiosos, por seguir las huellas de un constructor italiano apellidado Barbieri) y la “serineta” o serinette (seriner era en francés enseñar a cantar a los pájaros), el primero usado en la calle y el segundo en el ámbito doméstico. Otros nombres, como la denominación germana Leierkasten, la inglesa Barrel Organ, la italiana Organetto a manovella, fueron muy usados y hacen mención, como puede observarse, al manubrio, al cilindro o al giro de la manivela.
La historia de este tipo de órganos es demasiado larga para tratar de resumirla en pocas líneas pero serviría para simplificar la idea de que los primeros ejemplares descritos usaban la energía hidráulica en vez del manubrio para poner en acción el mecanismo (el órgano de Ctesibio de Alejandría, o los de Robert Fludd y Athanasius Kircher en el siglo XVII) y, a partir del siglo XVIII se usó únicamente el modelo de manivela.
Este instrumento fue fabricado por la firma francesa de Jerome Thibouville–Lamy, establecida en París y difusora de otras patentes similares como el Coelophone, el Organophone y la Pianola. El rodillo grabado contiene temas cubanos, tan del gusto de los europeos de los primeros años del siglo XX, que descubrieron la música habanera gracias a compositores de la categoría de Yradier.
Aunque la patente sea mucho más antigua, se han venido haciendo partituras para serinette hasta tiempos recientes. Hay dos que están en el repertorio adquirido con el instrumento y que tienen entre sí una diferencia de 20 años y fueron compuestas por Vincent Scotto (Sous les ponts de París, 1914) y por Kurt Weill (para la ópera Die Dreigrossenoper, con libreto de Bertold Brecht, 1928).
La larga historia de los organitos de mesa con lengüetas, dotados de una manivela que movía rollos o tarjetas de papel codificado, comienza, según todos los estudiosos, con la patente del Cartonium en 1861 por parte del francés J. A. Testé, de Nantes a quien siguen después numerosos inventores en Europa y América. En Estados Unidos es otro europeo, el escocés John McTammany, quien, tras numerosas pruebas y estudios entre los años 1865 y 1875, patenta un organito que suscitará numerosas controversias. Desde 1869 ya fabricaba instrumentos similares la Munroe Organ Reed Company y desde el año 1878 la Mechanical Orguinette Company y la compañía de Merritt Gally. Todas ellas estuvieron en pleitos con McTammany hasta el extremo que la Mechanical Orguinette tuvo que pagarle un canon por instrumento construido siendo presidente de la compañía James Morgan.
Este tipo de instrumentos se diferenciaba de otros similares construidos en Europa (como la serinette) en que la manivela, en vez de mover unos fuelles que expulsaban el aire a través de las lengüetas o de los tubos, creaba un vacío que hacía el efecto de la aspiración en una armónica.
La pieza que se muestra en fotografía fue fabricada por la compañía Mechanical Orguinette, de New York, que tuvo delegaciones en muchas ciudades europeas, entre ellas Londres.
La caja de la Celestina, así como la de otros instrumentos similares que tienen nombres diversos (Melodía, Symphonian, etc.) es característica y similar a la de un bureau (36 x 40 x 33,5 cms.). La tapa, que se abre hacia atrás, cubre el mecanismo neumático de un organito en el que 20 notas producidas por lengüetas libres suenan alternativa o conjuntamente al leer un rollo de papel en el que se ha codificado una melodía. Una manivela, situada en el lateral derecho de la caja, acciona un cigüeñal que mueve los fuelles y el rollo al mismo tiempo. La misma manivela, extraida ligeramente hacia fuera, mueve el rollo en dirección contraria para rebobinarlo.
Algunas compañías comerciales dedicaron gran atención, a finales del siglo XIX, a la fabricación de aparatos domésticos capaces de reproducir canciones “marcadas” previamente en rollos cambiables de papel perforado. De esta forma sustituían a los órganos de manivela con tubos, populares pero demasiado grandes para el ámbito de una casa. La compañía Mechanical Orguinette, de Nueva York, incorporó en 1878 al sistema de pequeños tubos unos rollos de papel que, al ser demasiado rígido, no tardó en ser sustituido por otros de papel más duradero y sin embargo más flexible. De todo ello se aprovechó la empresa Aeolian, que se encargó de comercializar la Celestina, instrumento que se hizo muy popular y cuyas patentes estuvieron incorporando novedades sobre la primera que registró John McTammany, hasta 1891.
Desde comienzos del XIX algunos fabricantes (Courcell, Clementi, Collard and Company, etc.) habían intentado que el piano pudiese ejecutarse mecánicamente por medio de rodillos o cilindros con púas. En 1842 se patentó la palanca neumática, que permitía accionar los macillos gracias al aire y unos rollos de papel perforado. La pianola fue inventada finalmente por Edwin S. Votey en 1895. El invento permitía incluso variar la expresión y acentuación al ejecutar la pieza. Poco más tarde adquirió los derechos sobre el instrumento la compañía Aeolian, de Nueva York, que ya había experimentado con inventos mecánicos como el Organette desde 1878. Esta misma marca emprendió a comienzos de los años 20 del siglo XX una campaña para perfeccionar la Pianola que quedó definitivamente truncada en la gran depresión económica de 1929. Esta pianola fue fabricada por Hazen en Madrid.
El Ariston es la marca registrada de un organillo neumático de manivela con lengüetas libres. Parece que su inventor, Paul Ehrlich (1849-1925), comenzó fabricando en Leipzig en 1877 un tipo de organillo pequeño (el Orchestrionette) y pocos años más tarde crearía otro modelo (Ariston) para el ámbito doméstico (40 x 40 x 25 cms.) que funcionaba con discos de cartón perforado y que bien pronto alcanzaría una gran popularidad (se vendieron cerca de medio millón de aparatos y se perforaron en disco hasta seis mil melodías distintas). Por eso no le importó que otros inventores como Ludwig Hupfeld alcanzaran la gloria de haber creado órganos de más voces: frente a los instrumentos de Ehrlich con 24 y 36 voces, los de Hupfeld llegaron a tener 61 notas. Otras compañías, como la Pietschmann und Soehne, lanzaron patentes diferentes hacia 1885 como el Herophon (de disco cuadrado en el que se movía el mecanismo interior en vez del disco) o el Manopan (en el que la canción se codificaba en un rollo de papel). En 1887 Ehrlich patentó el Ariston para todo el mundo y sólo el éxito de aparatos como el Polyphon (con discos de metal y cilindro de púas) o del Fonógrafo, acabaron con el reinado largo y fructífero del fabricante.
El invento de Ernest Paul Ehrlich era un instrumento de tipo órgano (es decir con fuelles y secreto o caja para almacenar el aire), dotado de una manivela que ponía en marcha dos funciones: una, insuflar aire al secreto con los fuelles y otra hacer girar interiormente un mecanismo que, cada vez que pasaba por las perforaciones efectuadas en un disco cuadrado de cartón que iba fijo sobre el mueble, levantaba las llaves del secreto para que el aire hiciese sonar unas lengüetas libres.