Moisés huye de Egipto por miedo al Faraón. Llega a Midián y se esposa con la hija de Yitró,
Séfora. Pastoreando el ganado de su suegro por el monte Horeb ve una zarza ardiendo
de la que sale una voz. Moisés se cubre sus ojos por miedo a ver a Dios. La voz le dice que
descalce sus pies ya que está en lugar santo. Después le ordena que vuelva a Egipto y
reclame al Faraón la libertad del pueblo judío o castigará a los egipcios con unas plagas.
Mosé salió de Misraín
huyendo del rey Parhó
y se fue derecho a Midián
y se encontró con Yitró
le dio a Cipora su hija
porque era temiente a Dios.
Moisés paciando el ganado
que su suegro le entregó,
Moisés, paciando el ganado,
al monte de Horeb llegó;
viera arder una zarza,
la zarza no se quemó.
Moisés se cubrió sus ojos
temiendo ver a Dios,
oyó una voz que decía:
-Mosé, Mosé, mi siervo;
descalza los tus zapatos
que en lugar santo estás tú;
te irás derecho a Misraím
y dirás al rey Parhó
que te entregue las llaves
de mi pueblo eI hebreo,
y si no te las entregare,
castigarle quiero yo
con diez plagas que le mando
para que sepa quién soy yo.
Hodu la Adonay, quitob,
qui le holam hasdó.
Alabado sea tu nombre
porque siempre bien nos dió,
y en los cielos y en la tierra
tu merced nunca faltó.
El presumido capitán Peñón se enamora de la bella y honrada hija de Don Pedro y Doña
Ana a la que ha visto en misa. Peñón se autoinvita a la casa de éstos para estar cerca de
la joven y cortejarla. Los padres aceptan con disgusto pero la joven prepara una artimaña
para engañar al capitán: hace que una esclava suya se vista con sus vestidos. Durante el
almuerzo el capitán pregunta por la joven y al decirle que está en casa de su tía, no lo cree
y entra en sus aposentos donde se encuentra a la esclava y la rapta, quedándose la joven
“buena y honrada en su casa”.
Se publique en todo el mundo,
sépase por toda España,
Y tente, tanlarira y tan.
mercader de grande fama;
a él le llaman don Pedro
y a la su mujer doña Alda.
Y tente, tanlarira y tan.
Los dos tienen una hija
de quince años no pasa,
a la entrada de la iglesia
toda la gente se pasma,
Y tente, tanlarira y tan.
quitan todos los sombreros
y saludan a la dama;
El capitán don Peñón
luego de amor se enrabia.
Y tente, tanlarira y tan.
-Señor, si usted quisiera
llevarme huésped a su casa.
-¿Cómo lo haré, mi hija,
con este traidor en casa?
Y tente, tanlarira y tan.
-No se os dé nada, mi padre,
yo le haré la grande traza;
traísme ahora mi padre
a la esclava de mi casa,
Y tente, tanlarira y tan.
le pondré los mis vestidos,
los mis vestidos y galas.
En mitad de aquel almuerzo
por la niña preguntara:
Y tente, tanlarira y tan.
-¿Y a do tu hija, don Pedro,
que no la veo en casa?
-Se fue a casa de su tía
por ser persona aseñalada.
Y tente, tanlarira y tan.
Se apublique en todo el mundo,
sépase por toda España
que el capitán don Peñón
robó a la esclava de casa
Y tente, tanlarira y tan.
y la niña se quedó
buena y honrada en su casa.
Unos pobres soldados van a la guerra en el mes de mayo. Mientras van cantando y bailando,
hay uno que llora desconsoladamente. Le pregunta el capitán por qué va tan triste y al saber
que es por una joven a la que ha dejado “doncella”, el capitán le contesta que se vaya. En el
camino hacia casa se topa con una “sombra negra” que no es sino su novia, que ha muerto.
El soldado muere también.
Mes de mayo mes de mayo,
y mes de la primavera,
cuando los pobre soldados
marchaban para la guerra.
Unos cantan y otros bailan
otros ríen y otros juegan,
y aquel que en el medio va
parecía una Magdalena.
Le pregunta el capitán:
-¿por quién llevas tanta pena?
¿si es por padre o es por madre
o es por aires de tu tierra?
-Ni es por padre ni por madre,
ni por aires de mi tierra.
Es por una galancita
que he conocido doncella.
-Monta a caballo, soldado
y marcha para tu tierra,
que por un soldado más
no se acabará la guerra.
En el medio del camino
se encontró una sombra negra:
-Apártate negra sombra
que no me fio de ti.
La negra sombra le dice:
-Te debes fiar de mí.
Cuando tengas una hija
la llamarás como a mí.
María Rosa del Carmen
la debes llamar así.
La novia ya había muerto
y el soldado murió allí.
Una joven pregunta a un soldado que regresa de la guerra “del inglés” si ha visto a su
marido. El soldado pregunta por alguna seña del esposo. Ella contesta que su marido es
alto, rubio y blanco como un “ciprés”. El soldado dice que el marido ha muerto (faltan los
versos en la versión) y que le ha dejado dicho en su testamento que se case con ella. La joven
protesta pero finalmente se reconocen y se produce el reencuentro.
Escuchís, señor soldado
si de las guerras venís.
-Si, señora, de ella vengo,
de la guerra del inglés.
-Si habéis visto a mi marido
por fortuna alguna vez.
-Si habéis visto a mi marido
en la guerra del inglés.
-No conozco a tu marido,
ni tampoco quién es él;
dame una seña, señora,
que le pueda conocer.
-Mi marido es alto y rubio
y blanco como un azifré
y en la punta de la espada
lleva las armas del rey,
y lleva un jubón de grana
que le ha dado el inglés.
-Y en su testamento dijo
que me caze con usté.
-Callis, callis, caballero;
no hablís tan descortés;
siete años lo he esperado
y otros siete esperaré;
si a los catorze no viene,
monja yo me quedare;
monja yo de Santa Clara,
monja yo de Santa Inés.
Tres vueltas diera al palacio
por poderlo conocer,
y allí se conocieron
el marido y la mujer.
-Tu eres mi lindo marido.
-Y tu mi garrida mujer.
Tocóse mano con mano
y subióla a su vergel.
La noche de San Juan Bautista, dos enamorados hablan en un jardín. El joven quiere
coger unas flores para hacer una guirnalda a su amada y se va a recogerlas. Entretanto
desembarcan unos berberiscos en busca de alguien a quien cautivar. Cuando regresa el
joven, quiere echar mano a su espada pero una voz le dice que se detenga ya que va a
encontrar a su amor sin recurrir a la violencia. El romance está truncado.
Noche de San Juan Bautista,
muy resplandeciente y clara,
de la que Juana nació
de aquellas puras entrañas
de María, Concebida
de aquel Cordero sin mancha.
Voy a contar una historia
que ha sucedido en España
de un galán y de una dama
que tiernamente se amaban.
Intentaron de salir
al jardín la noche clara,
A las orillas de un río
donde, profundas las aguas
profundan muchas riquezas,
oro fino y fina plata.
Bajo de una hierba verde
se sientan y allí descansan;
Estando hablando los dos
dijo el galán a su dama:
-Cogerte quiero unas flores
para hacerte una guirnalda
para adorno de tu frente
para hacerte una guirnalda.
Fue el galán a la floresta
dejando sola a su dama,
sola por aquellos montes;
y un bergantín desembarca
de corsarios berberiscos
por ver si un cristiano se halla.
La niña divisó gente,
luego de escaparse trata
de donde estaba su amante;
pero nada aprovechaba.
-Adiós, madre de mi vida
y hermanitos de mi alma,
¿quién os llevará esta noche
de esta triste mi desgracia?
-Agua, fuego, tierra, viento,
¿dónde tenéis a mi dama?
si está cautiva decirlo,
que a mí no se me dá nada,
que, aunque no me veis airado,
traigo la espada en la mano
y en ella tengo que hallar
más aliento que me falta.
Al que se iba a dar
oyó una voz delicada:
-Detente, galán, detente,
deten, espera y aguarda;
hallarás lo que perdistes
sin quitar ni perder nada.
El rey Umbardo se despide de su esposa María y le encomienda que, si no regresa a los siete
años, se case. Pasan los siete años y un día le pregunta su padre por qué no se vuelve a casar.
Ella le pide permiso para ir en busca de su esposo y en mitad del camino se encuentra con un
joven que está domando unos caballos. Al preguntar de quién son le contesta el zagal que
del rey Umbardo, que se va a casar al día siguiente. Ella se da a conocer al rey y se produce
el reencuentro de los esposos al confesar el rey que “los primeros amores son muy malos
de olvidar”.
Al resplandor de la luna,
y al sol del mediodía
se despide el rey Umbardo
de su adorada María.
-Si a los siete años no vengo,
casarte puedes, María.
Siete años son pasados,
rey Umbardo no venía.
Un día, estando en la mesa,
su padre que le decía:
-¿Por qué no te casas, hija?
casarte puedes, María.
-Dame permiso mi padre;
que a buscar al rey yo iría.
-Yo te lo doy, la mi hija,
que Dios te lo quiera dar.
Lleva un rosario en la mano
para el camino rezar;
en mitad de aquel camino
se encontró con un zagal.
-¿De quién son esos caballos
que aquí traes para domar?
-Del rey Umbardo, señora;
mañana se va a casar.
No preguntó por posada
ni por la hospitalidad.
Preguntó por la limosna
limosna si querían dar.
Ya bajaba el rey Umbardo
de alta torre donde está
-¿De dónde viene, señora?
¿De qué pueblo o qué ciudad?
-Mi padre es aquel rey Mundo
que muy lejos estará
y tiene una hija María
que muy cerca de aquí está.
-No llores, tú, María,
ni tú debes de llorar,
que los primeros amores
son muy malos de olvidar.
Ya bajaban a la niña
ahora suben al altar;
la enseñó donde viviera,
en el castillo del mar.
Una doncella se queja ante el rey de que su sobrino le ha forzado. Alguien aconseja al conde
que se defienda alegando que si se casase con ella quedaría deshonrado según el antiguo
Derecho. La corta versión textual apenas deja entrever que se trata del romance del conde
Preso o conde Lombardo, ya presente en la Flor de enamorados. El Fuero Juzgo, el Fuero
Viejo de Castilla, el Fuero Real, y Las Partidas hablaban claramente del castigo que había de
sufrir el violador si era denunciado el hecho: la pena de muerte. Este romance parece haberse
originado, sin embargo, en esa fase que los historiadores del Derecho Penal calificaban como
“período humanitario” en la que, como reacción a las leyes basadas en la venganza privada
y pública, el derecho de la Iglesia católica abogó por la piedad y la moderación en el uso del
castigo. El apóstol Santiago descubre en otras versiones la inutilidad de ajusticiar al culpable si
no se devuelve la honra a la doncella y, por ello, aboga por una solución que tienda a resolver
todos los conflictos producidos por el delito: él mismo casa al caballero y a la doncella y Dios
se encarga de castigar al culpable haciéndole morir una hora después de la ceremonia, no sin
antes haber confesado su pecado ante Santiago y haberle éste absuelto.
Mandan a prender al conde
y a ponerle mal estado;
no es por hurto que había hecho
ni armas que había hurtado;
de forzar a una doncella,
doncella de gran estado.
La doncella era de casta,
y al buen rey se ha presentado:
-Justicia, señor, justicia,
por hacer condes villanos
me ha robado mis virtudes.
Y me ha arrimado a un mal
estado.
-Si el rey mandare por ti,
sobrino, diréis así:
-Deshonrado te quedastes,
tú y todo tu linaje.
El Faraón manda dar un pregón por el que los niños recién nacidos serán arrojados al mar. A
Moisés le meten en una caja y le echan al mar para preservarlo de la cruel orden. La hija del
Faraón se va a bañar y se encuentra a Moisés en la caja. La lleva a palacio y ve a la criatura
a la que pone por nombre Moisés.
Un pregón pregonó el Rey
por todo su reinado:
Toda hija nacida
sería aguarida.
Y todo hijo nacido
a la mar le tirarían.
Por ese tiempo nació
nuestro Rabbenú Mosé
Y Myriam la nevía,
la que mucho sabía
Mandó a hacer un arca,
a las mil maravillas
Por dentro era dorada,
y por fuera esmaltada,
Donde meten a Mosé,
para tirarle a la mar.
Mosé, Mosé, Mosé, Mosé,
nuestro Rabbenú Mosé,
Contaros quiero un mahasse,
de nuestro Rabbenú Mosé.
La hija de Parhó Amán
fuese a lavar a la mar
Ella se iba bañando
y la caja acercando
Con el sejut de Mosé,
se la quitó a la maccá
Y la hija de Parhó
cogiera aquella caja
La llevó a palacio,
abrió aquella caja
Por dentro era dorada,
y por fuera esmaltada,
Vio una criatura
como el sol y la luna
Aunque del mar te saquí,
por nombre Mosé le pusí.
Una doncella se pasea por las almenas de Toro y es vista por el rey, que pregunta al
alcaide que quién es la joven. El alcaide contesta que es su propia sobrina que le ha sido
encomendada para que haga un buen matrimonio. El rey, contrariado, ordena a sus
criados que ofendan a la joven y al que no lo haga le cortará la cabeza. El alcaide previene
al rey de que es la enamorada del Cid.
Por las almenas de Toro
se pasea una doncella
blanca, rubia y colorada
su cara como una estrella.
Libro de oro en la su mano
cantando iba una vihuela
con el son que la cantaba
a los hombres mata y pena.
Saliera el rey de Granada
por esa calle saliera
preguntó el rey a su alcaide
quién es aquella doncella.
Si es hija de conde o duque
o príncipe de una tierra
si es hija de algún hidalgo
yo me casaré con ella.
Vuestra sobrina es, buen rey
vuestra sobrina es aquella
cuando murió su buen padre
a mí me encargó de ella.
Que la diese buen marido
o me casase con ella
pronto, pronto, mis criados
armad una grande guerra.
Todo el que a esa mora ofenda
le daré de mi moneda
y aquel que no la ofendiera
le cortaré la cabeza.
Calléis, calléis mi señor
no la hagáis tal voluntade
namorada es del saidi
del saidi que tanto vale.
El conde de Saldaña, Sancho Díaz, está enamorado de Jimena, la hermana del rey Alfonso
II el Casto, y de esos amores ocultos nace un niño, que será el famoso Bernardo del Carpio.
El rey, al saber lo que le han estado ocultando, los castiga encerrándolos. En su encierro,
Jimena llora y con sus lágrimas lava la cara del niño. La reina, al escuchar las quejas, le
pregunta si es que le falta algo y ella le contesta que nada salvo el Conde de Saldaña que
no ha podido ver a su hijo. La reina le asegura que es su voluntad que se casen y al día
siguiente se celebran las bodas.
Mañanita era, mañana,
al tiempo que alboreaba;
grande fiesta hacen los moros
por la vega de Granada.
Todo aquel que amigas tiene
allí se le acercalaba,
hermana tiene el buen rey
que Jimena se llamaba;
namorado se había de ella
ese conde de Saldaña
van días y vienen días,
Jimena quedó preñada.
El buen rey, como lo supo,
cruel castigo les mandara
a él lo mandara a prisiones
y a ella mandó encerrarla.
Van días y vienen días;
Jimena parida estaba
parida estaba de un niño
como la leche y la grana.
Un día estando Jimena
con su niño en la su falda
con lágrimas de sus ojos
su cara al niño lavaba.
-Ay que nacistes, mi hijo,
de madre tan desgraciada;
tu padre estaba en prisiones
tu madre estaba encerrada.
Oído lo había la reina
desde su sala ande estaba:
-¿Qué tienes tú, Jimena,
Jimena, la mi cuñada?
Si te faltaran vestidos
cuantos en tu casa estaban;
si te faltaran dineros
los que en tus cofres estaban.
-Ni me faltaban vestidos
cuantos en mi casa estaban;
ni me faltaba dinero,
cuanto en mis cofres estaba;
sólo me falta ese conde,
ese conde de Saldaña,
que aquí le ha nacido un hijo
como la leche y la grana.
-No le dé nada Jimena,
Jimena, la mi cuñada
mañana por la mañana,
mañana estarás casada.
Casarte es mi voluntad
con el conde de Saldaña.
Otro día en la mañana
las ricas bodas se armaran.
La joven Belisera no duerme porque no le deja sosegar su amor por el Conde Niño. Se
levanta de la cama y despierta a sus criadas para que le den consejo. La más vieja de las
sirvientas le aconseja que goce de su tiempo para no quedarse moza como ella, que estuvo
esperando condes y duques en vano y se le pasó la edad. Belisera va hacia la casa del
Conde y se encuentra con Martinico, paje del emperador quien asegura que le contará al
día siguiente a su amo la pasión de su hija. Belisera le pide el puñal con la excusa de que
quiere matar a los perros de la calle que no la dejan dormir y con él corta la cabeza al paje.
Entra al palacio y se encuentra al Conde pero éste detiene a Belisera alegando que cuando
quiera mujer la buscará a ella.
Muchos estudiosos señalan la coincidencia del nombre Melisenda o Belisera con Belissent,
hija del emperador Carlomagno.
Todas las aves dormían
cuantas Dios criaba y mades;
non dormiera Belisera
la hija del Emperante;
de amores del Conde Niño
non podía sosegare.
Vuelta diera en la su cama
como un gavilane,
Salto diera de la cama
como la parió su madre;
tirárase una sayita,
no la tapa su brillare;
cogió candela en su mano,
saliérase para la calle,
fuérase a los palacios;
donde sus doncellas yacen:
-Buenas noches, mis doncellas.
-Belisera, bien vengades.
-Que las que saben de amor
consejo me habían de dare,
y las que no lo saben
que se aparten a un lugare.
Ya que aljadró Blanca Niña;
moza era y de antiguas edades:
-Gozad vuestros días, Niña,
gozad vuestra mejor edade;
no hagáis como yo hiciera
cuando era de vuestras edades,
esperando condes y duques
moza me había de quedare.
Salto diera Belisera
y fuérase para la calle
halló entonces a Martinico
y los guardias de su padre.
-¿Dónde vas tu, Belisera,
y a estas horas por la calle?
Mañana por la mañana
yo se lo diré a tu padre.
-Por tu vida, Martinico,
emprestame tu puñale
para matar a los perros
que ladran por esta calle.
Todas las noches pasadas
no me dejan sosegare.
Martinico, con amor,
le entregara su puñale.
La cabeza entre los hombros
al suelo se la arroxare.
-Vete ahora, Martinico,
ve y demándame a mi padre.
Fuérase a los palacios
donde el Conde Niño yace;
golpecitos dio a la puerta
nadie que la respondía,
si no era el Conde Niño
que velaba y non dormía.
-Vete ahora, Belisera,
vete a casa de tu padre;
cuando yo quiera mujer
por ti yo habría de buscare.
Este es un texto no romancístico aunque al contar una historia de la Biblia y usarse
como canción para-litúrgica tiene muchos elementos comunes con el repertorio de los
“cantares” o romances.
Oíd, señores, este nez y esta
maravilla
que aconteció en la judería
en tiempos de Amán.
No se esperaba, no
y fue en días de Ahashaveroh,
rey nombrado en Betamiquel.
Quedó sin ser fraguado
porque el Rey no fue contentado
y no dejó fraguarlo, no.
Baruj Chimó y Harúj Syrón
que a Vastir la mala se la destinó,
que ella el consejo le declaró
para que no dejase fraguar, no.
Bendito sea el alabado,
que tiene escapado mejorado
de este debelado
que no podemos soportarlo, no.
Gandal fué el Rey Ahashaveroh,
ha enreinado sobre ciento veintisiete provincias;
encoronado, de lejos su fama
que no se la merecía, no.
Grande fue el convite que ordenó en año siete que enreinó
Los aduendos de esta iniquidad estamos;
el mal que le vino no se le pensó, no.
Un moro que está en prisión se pone a cantar y la infanta, que pasa por allí, se enamora de
él. Le pide que vuelva a cantar la canción pero él dice que las prisiones son muy profundas
y no le va a oír. La infanta roba a su padre las llaves y lo libera. Llegan al mar y ven venir
un navío en donde vienen la mujer y los hijos del moro a rescatarlo. Al saber quiénes son,
la infanta cae muerta.
Estábase el morito
en las cárceles muy hondas;
cantando iba el cantar nuevo
de todos sus animales,
un cantar que canta el moro
un cantar y atán hermoso.
Por ahí pasara la infanta
que de él se enamorare.
-Por tu vida, y el morito,
cautivo del rey mi padre,
que cantes el cantar nuevo
que has cantado el primer galle.
-De cantar, la mi señora,
de buen gusto cantaría;
las cárceles son muy hondas,
la voz no me alcanzaría.
Salto diera la infanta
y fue al vergel de su padre,
le robara las sus llaves,
las que a su cabecera yacen;
abrióle cárceles hondas,
hondas y oscuridades,
amontara en sus caballos
y por carreteras parte.
-Por tu vida, el morito,
cautivo del rey mi padre
¿cuántos días con sus noches
a tus tierras y llegare?
Alzó sus ojos al cielo
cuanto y más los pudo alzare,
vido venir un navio
sobre el agua de las mares.
-Por tu vida, el morito,
cautivo del rey mi padre,
¿de quién es ese navio
que viene por altas mares?
-Cállate, mi enemiga,
hija de mi enemigado;
yo estando en las mis tierras
me has llamado cautivado.
En ese navio viene
mi mujer, la que yo amo.
Como eso oyera la infanta,
muerta cae en un desmayo.