EL MIMBRERO
Me parió mi madre en el mes de enero,
con mucha alegría, con mucho contento
Mientras me enfajaba me estaba diciendo:
-Tú seás marqués, conde o caballero.
Para mi desgracia aprendí a mimbrero,
a podar las mimbres en el mes de enero.
Me fui por el mundo, por el mundo entero
y a la tercer vuelta entré en un convento.
Me dijo una monja:-Ven acá, mimbrero,
que quiero enseñarte un oficio nuevo.
¿Quieres arreglarme un soto que tengo
que aunque no es muy grande tampoco es pequeño?.
En medio del soto hay un agujero
Donde entran gazapos y salen conejos.
Yo le respondiera: -Sólo sé hacer cestos
nasas y banastas, capazos pequeños,
brocal de orinales y cestas de huevos.
MUJER DE VELARDE
Mujer de Velarde más triste que el día
sola se calzaba, sola se vestía
solita iba a misa y sola venía
tenía una suegra que mal la quería:
-Mátala Velarde, mata a la María.
-Pa matarla madre, motivos daría...
Levanta María, da la teta al niño
mientras que yo afilo dorado cuchillo.
-Mama niño, mama, no me dejes gota
porque de tu madre no mamarás otra.
Aprieta Velarde con fuerza el cuchillo
que no se me manche mi nuevo justillo
que sirva pa otra que case contigo,
y si no pa otra que críe a este niño.
LA FLOR DEL AGUA
Mañanita de San Juan cuando el cielo enarbolaba
iba la Virgen señora a una fuentecita clara
a lavarse los sus pies a lavarse las enaguas
y viendo que terminaba la bendición echó al agua.
La hija del rey que lo oye desde el balcón donde estaba
se quitó el traje de seda y se vistió de serrana.
Se cogió el cántaro de oro y se fue a la fuente clara
y en el medio del camino con la Virgen se encontrara.
-¿Dónde va mi serranita tan prontito de mañana?
-A esa fuente voy señora a por un cántaro de agua.
-Yo lo que vengo a saber si eres soltera o casada.
-Casadita no, por cierto, pero bien enamorada.
-Tres hijos has de tener los tres para una batalla
y una hija has de tener monjita de santa Clara.
TERESINA LA HIJA DEL REY
Un día por la mañana, que viva el amor
Teresina madrugaba, que viva la gala
a empañar hijos del rey al calor de una retama.
Con el calor de la lumbre el sueño la atormentara,
cuando despertó Teresa despierta sobresaltada
hallara al niño carbón los pañales de cernada.
Voces daba Teresina voces daba la cuitada,
bien la oyera el rey su padre de altas torres donde estaba.
-¿Qué tienes tú Teresina, qué tienes hija del alma?
-Tengo que se me quemó la mi mantilla de Holanda.
-Si se quemó la de Holanda te la compraré de grana;
dame el niño, Teresina, que le quiero ver la cara.
-El niño estaba durmiendo, lástima que despertara.
-Dame el niño, Teresina, que le quiero ver la cara.
Estando en estas palabras al suelo cae desmayada.
A otro día de mañana, Teresina ya finaba
dejó en su mano derecha una carta muy cerrada
¡que den el cuerpo a la tierra que mi alma bien estaba¡.
DON PEDRO Y TERESA
Más allá de Guadalupe junto a las filas del agua
habita una viudina muy guapa y muy resalada
la cual tenía una hija que Teresina se llama
muy pretendida de condes y caballeros de fama.
El que más la pretendía era don Pedro el que obraba;
la madre cuando lo supo, de esta manera le hablaba:
-Más te quisiera ver muerta entre dos llamas quemada
que no verte de don Pedro, de don Pedro embarazada.
Don Pedro cuando lo supo cayó muy malo en la cama;
llamaron siete doctores los mejores de la España.
Unos dicen que se muere, otros dicen que no es nada
y el más jovencito de ellos le miraba y se callaba.
-¿Qué me mira usté doctor, que no dice una palabra?
-Lo que te quiero decir, que dispongas de tu alma.
Al decir eso el doctor, Teresina que llegaba
con la barriga en la boca, que daba pena mirarla.
-¿De dónde vienes Teresa que llegas tan sofocada?
-De pedir a Dios por ti que te saque de esa cama.
-A mí me sacarán sí, mañana por la mañana.
Don Pedro murió a la noche, Teresa por la mañana.
LAS TRES COMADRES
En un barrio tres comadres se fueron a merendar
Perejil con cola ...y eran las tres:
la Juana "la Tana", la Trini y la Inés.
La una lleva treinta huevos para que toquen a diez
Perejil...
La otra lleva un botijuelo para que beban las tres.
Perejil...
La una mira para el cielo parece un pañuelo inglés.
Perejil...
La otra mira para el río, dice que corre al revés.
Perejil...
La otra mira pa el botijo parece un niño sin pies.
Perejil...
Estando en estas razones llega el marido de Inés.
Perejil...
Palo a uno, palo a otra, llevaron palos las tres
Perejil…
VELARDE Y VALDOVINOS
Tan alta iba la luna como el sol al mediodía
cuando el buen conde Velarde de sus batallas venía.
Cien caballos trae de rienda, todos los ganó en un día
y los echara a beber a la reguera de Hungría.
Mientras los caballos beben de esta manera decía:
-Si cien gané en una hora ¡cuántos ganara en un día!
Bien lo oyera un tío suyo y uno de ellos le pedía.
-Téngalos todos mi tío, yo ¿para qué los quería?
-Detente un poco, Velarde, no hagas tanta valentía
no hagas lo que Valdovinos, que se fue y que no volvía:
o le cautivaron moros o en Francia tenía amiga;
vete a buscarle, Velarde, ve a buscarle, por tu vida.
-Eso no lo haría yo por cuanto en el mundo había
¿cómo he de ir a buscar a quien tan mal me quería
que me robó anillo de oro y un diamante que tenía
que me iba a buscar a casa y al campo me desafía?
-Vete a buscarle, Velarde, llevarás bendición mía.
-Si llevo bendición suya, yo a buscarle marcharía.
Le busca de valle en valle y de vallina en vallina
y luego lo viera estar a la sombra de una oliva.
-¿Quién te ha herido, Valdovinos, que te ha hecho mortal herida?
-Del moro que a mí me hirió líbrete santa María,
comer comía por ocho, vino por nueve bebía
y el aliento de su boca parecía una nublina.
Asomóse a una collada, la más alta que veía
y allí le fuera a encontrar en casa de la su amiga.
Mientras que holgaba con ella, de esta manera decía:
-He matado a Valdovinos, tras de Velarde corría...
-Mientes, mientes, perro moro, mientes, mientes y es mentira;
en mi tierra había un uso y aquí no sé si lo habría
que el que al otro le dice mientes al campo lo desafía.
Monta el moro en su caballo parece una palomita;
toma el moro la su lanza, viene el aire y la desvía,
tira Velarde la suya, la tiró con gallardía:
Le quitó pecho y espalda y el galardón de la silla.
Le cortara la cabeza, la lleva a casa su amiga.
-Ah, malhayas tú Velarde, y toda tu valentía
que has matado al mejor moro que había en la morería.
SUFRIR CALLANDO
Siendo yo chiquita y niña me casé con don Rodrigo;
las penas que con él paso no las pasaba un cautivo.
Sola como, sola ceno, sola me estoy de contino:
Sola me meto en la cama como mujer sin marido.
Me pusiera de ventera en un estrecho camino:
Por peso me daba el pan, por medida me da el vino.
Si se lo digo a mi madre, se pondá a llorar conmigo;
si se lo digo a mi padre, diá que así lo he querido;
si lo digo a mis hermanos, matarán a don Rodrigo.
Más me valdría callarlo, callarlo que no decirlo
que no hay mujer que se case que tenga cabal sentido
sino la que sufre y calla las faltas de su marido.
JESUCRISTO Y EL ALMA
Jesucristo iba de ronda a las doce de la noche
vestido de armilla blanca, pañuelo de mil colores.
Llega a la puerta del alma y el alma no le responde
-Respóndeme alma mía que por ti he de ser hombre
que por ti he de pasar las tinieblas esta noche.
Jesucristo las pasó con una cruz bien pesada;
en medio del monumento tres veces se arrodillaba.
Hacia la mano derecha había una corona hecha
en medio de la corona había un cordero sangrando;
¿dónde caía la sangre? Cae en un cáliz dorado,
el hombre que la bebiere seá bienaventurado.
Seá en este mundo rey y en el otro coronado.
LA INFANTINA
A cazar iba don Pedro, a cazar donde solía
Los perros lleva cansados de subir cuestas arriba.
Oscurecióle la noche en una espesa montiña
Donde canta la culebra la sierpe le respondía
Donde cae la nieve a copos y el agua menuda y fría
Donde está el árbol de oro, la rama de plata fina.
En medio de la enramada había una blanca niña
-¿Qué haces arriba, la blanca qué haces arriba, la linda?
-Estoy cumpliendo un castigo que me echara mi madrina
hoy se cumplen siete años, mañana siete y un día
y si alguien no me bajase otros tantos estaría.
SERVANA
Paseaba la Servana que era la flor de Castilla
y su padre la miraba desde la torre de arriba.
-Mucho te quiero, Servana, contigo yo dormiría
y las penas del infierno por ti yo las pasaría.
Servana cuando esto oyó, se puso descolorida
fue a contárselo a su madre, a su aposento se iba.
La reina cuando lo supo de esta manera decía:
-No llores tú, la mi hija, que esto yo lo arreglaría:
Yo me voy a la tu cama tú en la mía dormirías
y el rey dormiá conmigo, no con su hija querida.
A eso de la medianoche de amores la requería:
-No estás doncella, Servana, no estás doncella, hija mía.
-Cómo tengo estar doncella si tres infantes paría;
primero parí a don Juan, después a doña María
y luego parí a Servana que era la flor de Castilla.
El rey al ver el engaño de esta manera decía:
-Viva la reina mil años, mil años la reina viva
que me libró de un pecado que pasaba de herejía.
LA BASTARDA
El emperador de Roma tiene una hija galana
que la quiere meter monja y ella quiere ser casada.
Y la ha metido en un cuarto donde ella diferenciaba
Ha visto a tres segadores segando trigo y cebada
De los tres era el del medio del que ella queda prendada
-Oiga usted buen segador, si quié segar mi senara
No está en alto ni está en bajo ni tampoco en tierra llana
Que está allá en un valle oscuro debajo de mis enaguas.
ALIARDA
Ya tocan a misa en Roma en la iglesia de San Pablo;
dice misa el arzobispo y predica el Padre Santo.
Por la puerta de la culpa mucha gente ya va entrando,
entraban condes y duques y gente de gran estado,
entraba el conde Laurel con su hijito de la mano.
Galiarda de que le ha visto del joven se ha enamorado,
con los ojos le ha dao señas con la mano le ha llamado
y el niño, como es tan joven, atento a la misa ha estado.
Se ha terminado la misa y el joven se ha levantado:
-¿Qué me quieres, Galiarda? Aquí estoy a tu mandato.
-¿Qué te he de querer, mi conde, que me lleves de la mano
desde el portal de la iglesia hasta llegar a palacio.
Por dónde le ve la gente el joven parece un santo;
por donde no le ve nadie de amores la va tratando.
-Galiarda, la mi Galiarda, ¿quién va a dormir a tu lado?
-Tú dormirías, mi conde, no una noche, sino cuatro,
pero como eres tan niño lo parlarás en palacio.
NACIMIENTO DE MONTESINOS
Mañanita, mañanita, mañana de Navidad
cuando la reina y el rey juntitos a misa van
y Tonillos iba hablando lo que no debía hablar
-La infantina está ocupada de siete meses o más.
El rey cuando oyera esto un castillo mandó armar
para matar la infantina o mandarla desterrar
a los montes más lejanos que se solían andar.
Pasa tiempo, pasa tiempo, la infantina pariá
y asomóse a una ventana de las más altas de allá;
-Virgen pura, virgen pura, virgen de la Soledad
ampárame en esta hora y en esta necesidad.
Si primero la llamara, primero estaba allí ya.
-Arriba arriba infantina que un infante tienes ya
arriba arriba infantina, ¿cómo le quieres llamar?
-Montesinos, mi señora, que nació en montesidad,
san José seá padrino y usted madrina seá
y Jesucristo del cielo le bajará a bautizar.
Al cabo de cuatro años con su padre fue a cazar.
-Mira París, hijo mío mira Francia dónde está,
mira castillos dorados donde tu abuelo estará.
-Déjeme ir allá, padre, padre, déjeme ir allá.
Y aunque su padre no quiso el niño va para allá.
-Buenos días, señor rey, con su corona real,
a la señora la reina y a los que con ella están,
a Tonillos no le hablo porque no le debo hablar.
Tonillos de que le oyó al niño quiso matar.
-Estate quieto Tonillos que el niño no te hace mal
que el niño parece bueno y cortés en el hablar.
Dime de quién eres, hijo, y a quién vienes a buscar.
-Soy nieto suyo buen rey, nieto suyo soy carnal
hijo de aquella infantina que usted mandó desterrar
a los montes más lejanos que se solían andar.
-Pues vete allá tú, hijo mio, y dile que venga acá.
-Juramento tiene hecho de no volver nunca más
si no matan a Tonillos o le mandan desterrar.
Unos matan a Tonillos otros a buscarla van
y con eso yo me vine y a todos los dejé allá.
PENITENCIA DE DON RODRIGO
Allá arriba en la alta sierra alta sierra montesía
habitaba un ermitaño que su santa vida hacía.
Ahí llegara un caballero y de esta manera decía:
-Por Dios te pido ermitaño, por Dios y santa María
que me digas la verdad y me niegues la mentira:
Hombre que esfuerza mujeres ¿el alma tendá perdida?
-El alma perdida no, no siendo una hermana o prima.
-Ay triste de mí, ay triste , que esa fue desgracia mia.
Me acosté con una hermana, esforcé a una prima mia,
Hombre que hizo tantos males ¿qué penitencia tendría?.
-Te has de meter a una cueva con una culebra viva
que da espanto solo verla, siete cabezas tenía.
Allí viene el ermitaño a animarle cada día:
-¿Cómo te va Don Rodrigo, cómo te va, por tu vida?
-Ya me come la culebra por donde más me dolía
por donde vino el principio de la gran desdicha mía.
-Aguarda, que te confieso de tu grande villanía.
Por pronto que quiere hacerlo Don Rodrigo se moría.
Cómo tocan las campanas cómo tocan doloridas
Por el alma de Rodrigo que para el cielo camina.