RODRIGO VENGA A SU PADRE
Pensativo está Rodrigo
viéndose de pocos años
para vengar a su padre
matando al conde Lozano.
Todo le parece poco
respecto de aquel agravio,
el primero que se ha hecho
a la sangre de Laín Calvo.
Al cielo pide justicia,
a la tierra pide campo,
al viejo padre licencia,
y a la honra esfuerzo y brazo.
Descolgó una espada antigua
de Mudarra el castellano,
que estaba vieja y mohosa
y así le dice turbado:
-Haz cuenta, valiente espada,
que es de Mudarra mi brazo,
y que su brazo te tiene,
porque suyo es el agravio.
Tan fuerte como tu acero
me veás en campo armado;
tan bueno como el primero
segundo dueño has cobrado;
Vamos al campo, que es hora
de dar al conde Lozano
el castigo que merece
tan infame lengua y mano.-
BRAVURA DE RODRIGO
Cabalga Diego Laínez
al buen Rey besar la mano;
y consigo se llevaba
los trescientos hijosdalgo.
Entre ellos iba Rodrigo,
el soberbio castellano;
todos caminan a mula,
sólo Rodrigo a caballo;
Allegados son a Burgos,
con el Rey se han encontrado.
Los que vienen con el Rey
entre sí van razonando;
unos lo dicen de quedo,
otros lo van publicando:
-Aquí viene entre esa gente
quien mató al conde Lozano.-
Como lo oyera Rodrigo,
en hito los ha mirado;
con alta y soberbia voz
de esta manera ha hablado:
-Si hay alguno entre vosotros
su pariente o adeudado
a quien pese de su muerte,
salga luego a demandarlo;
Todos responden a una:
-Demándelo su pecado-
Todos se apearon juntos
para al Rey besar la mano;
sólo Rodrigo quedó
encima de su caballo.
Entonces habló su padre,
bien oiréis lo que ha hablado.
-Apeaos, hijo mio,
besaréis al Rey la mano,
porque él es vuestro señor,
y vos, hijo, su vasallo.-
Cuando Rodrigo oyó esto
sintióse muy agraviado;
las palabras que responde
son de hombre muy enojado.
-Si me lo dijera otro,
ya me lo hubiera pagado;
mas por mandarlo vos, padre,
yo se lo haré de buen grado.-
Ya se apeaba Rodrigo
para al Rey besar la mano;
al hincar de la rodilla
el estoque se ha arrancado.
Espantose de esto el Rey
y dijo como turbado:
-Quítate, Rodrigo, allá,
quitate de acá, diablo;
que tienes el gesto de hombre
y los hechos de león bravo.-
Como Rodrigo esto oyó
apriesa pide el caballo;
con una voz alterada
contra el Rey así ha hablado:
-Por besar mano de rey
no me tengo por honrado;
porque la besó mi padre
me tengo por afrentado.-
En diciendo estas palabras
se ha salido del palacio;
consigo se los llevaba
los trescientos hijosdalgo.
JIMENA SUPLICA AL REY FERNANDO
Día era de los Reyes,
día era señalado
cuando damas y doncellas
al Rey piden aguinaldo,
si no es Jimena Gómez,
hija del conde Lozano,
que arrodillada ante el Rey
de esta manera ha hablado:
Con mancilla vivo, Rey,
con ella vive mi madre;
cada día que amanece
veo quien mató a mi padre
caballero en un caballo
y en su mano un gavilán;
otras veces un halcón
que trae para cazar,
y por hacerme más daño
cébalo en mi palomar;
con sangre de mis palomas
ensangrentó mi brial.
Yo se lo envié a decir;
y me volvió a amenazar.
Rey que no hiciera justicia
no debía de reinar.
El Rey de que oyera esto
allí comenzara a hablar:
-¡Oh válgame Dios del cielo!
y él me quiera aconsejar:
si yo prendo o mato al Cid,
mis cortes se volveán,
y si no hiciera justicia
mi alma lo pagará.
-Ten tú las tus Cortes, Rey,
nadie las revolveá
y al que a mi padre mató
dámelo tú por igual,
que quien tanto mal me hizo
sé que algún bien me traeá.-
Entonces dijera el Rey,
bien oiréis lo que diá:
-Siempre lo escuché decir
y ahora veo que es verdad,
que las mujeres actúan
como no era natural:
hasta aquí pidió justicia
ya quiere con él casar;
mas lo haré de muy buen grado,
de muy buena voluntad.
BODAS DE RODRIGO Y JIMENA
Rodrigo, que vio las cartas
que el rey Fernando le envía,
cabalgó sobre Babieca,
muchos en su compañía:
todos eran hijosdalgo
los que Rodrigo traía;
armas nuevas traían todos
y de un color se vestían;
amigos son y parientes,
todos los que le seguían.
Trescientos eran aquellos
que con Rodrigo venían.
El Rey salió a recibirlo
porque mucho lo quería,
Díjole el Rey: -Don Rodrigo,
agradézcoos la venida,
que aquesta Jimena Gómez
por marido a vos pedía,
y la muerte de su padre
perdonada os la tenía.
Yo os ruego que lo hagáis,
de ello gran placer tendría:
os he de hacer gran merced,
muchas tierras os daría.
-Pláceme, Rey mi señor,
don Rodrigo respondía,
en esto y en todo aquello
que tu voluntad sería.-
El Rey se lo agradeció;
desposados los había
el Obispo de Palencia,
y el Rey dádole había
a Rodrigo de Vivar
mucho más que antes tenía,
y amole en su corazón,
que todo lo merecía.
Despidiérase del rey,
para Vivar se volvía;
consigo lleva a su esposa,
su madre la recebía.
EL CID VA EN ROMERÍA A SANTIAGO
El Cid pide al Rey licencia
para ir en romería,
al Apóstol Santiago,
porque así lo prometía.
Despidiose de Jimena,
a su madre la daría,
diciendo que la regale,
que en ello merced le haría.
Llevaba veinte hidalgos
que van en su compañía;
dando va muchas limosnas
por Dios y Santa María;
y allá en medio del camino
un leproso aparecía
metido en un tremedal
que salir de él no podía.
Grandes voces está dando;
por amor de Dios pedía
que le sacasen de allí,
pues de ello se serviría.
Cuando lo oyera Rodrigo
del caballo descendía;
ayudolo a levantar
y consigo lo subía,
lo llevara a su posada,
consigo cenado había;
les hicieran una cama,
en la cual ambos dormían.
Allá por la media noche,
un hombre hacia él venía
vestido de blanco manto;
de esta manera decía:
-¿Duermes o velas, Rodrigo?
-No duermo, le respondía;
pero dime tú, ¿quién eres,
que tanto resplandecías?
-San Lázaro soy, Rodrigo,
que a visitarte venía.
Soy el leproso al que tú
por Dios tanto bien hacías.
Rodrigo, Dios bien te quiere,
y otorgado te tenía
que lo que tú comenzases
creceá de día en día.
Moriás de muerte honrada,
tu persona no vencida;
tú seás el vencedor,
Dios su bendición te envía.-
Y diciendo estas palabras,
luego desaparecía.
Se levantó don Rodrigo,
y de hinojos se ponía:
dio gracias al Dios del cielo,
también a Santa María.
Se partió para Santiago,
su romería cumplía.
EL CID DERROTA A ABDALLA
Por el val de las Estacas,
va Rodrigo al mediodía
dábale el sol en las armas
¡oh qué bien que parecía!
Vio venir al moro Abdalla
por un llano que allí había,
dábale voces el Cid,
de esta manera decía:
-Espérame, moro Abdalla,
no demuestres cobardía.-
A las voces que el Cid daba
el moro le respondía:
-Muchos tiempos ha, buen Cid,
que esperaba yo este día,
porque no hay hombre nacido
de quien yo me escondería;
-Alabarte, moro Abdalla,
poco te aprovecharía;
Defiende tú lo que dices
pues menester te sería.-
Estas palabras diciendo
contra el moro arremetía:
encontróle con la lanza,
y en el suelo le derriba.
JIMENA SALE A MISA DE PARIDA
Salió a misa de parida
a San Isidro en León
la noble Jimena Gómez,
mujer del Cid Campeador.
Tan hermosa iba Jimena,
que suspenso quedó el sol
en medio de su carrera
por poder verla mejor.
A la entrada de la iglesia
al rey Fernando encontró,
quien para pasar adentro
de la mano la tomó.
Dijo el Rey: -Noble Jimena,
pues el buen Cid se ausentó,
que es vuestro propio marido
vuestro bracero soy yo.
Las manos quiso Jimena
besarle y él las huyó:
acompañola en la iglesia,
y a su casa la volvió.
DON SANCHO CERCA ZAMORA
Llegado es el rey don Sancho
sobre Zamora, esa villa;
muchas gentes trae consigo,
que haberla mucho quería.
Caballero en un caballo,
y el Cid en su compañía,
andábala al rededor,
y el Rey así al Cid decía:
Cid, a vos crió mi padre,
y mucho bien os hacía;
hizoos mayor de su casa
y caballero en Coimbra
viendo llegar la su hora.
Cuando en Cabezón moría,
a mí y a los mis hermanos
encomendado os había;
Quiero rogaros Rodrigo
como amigo de valía,
que vayáis hasta Zamora
con la mi mensajería
y a doña Urraca mi hermana
decid que me dé esa villa
por gran haber o gran cambio,
como a ella mejor sería.
A Medina de Rioseco
yo por ella la daría,
con todo el gran Infantazgo,
y también le prometía
a Villalpando y su tierra,
a Valladolid la rica,
o a Tiedra, que es buen castillo;
y juramento la haría
con doce de mis vasallos
de cumplir lo que decía;
y si no lo quiere hacer,
por fuerza la tomaría.-
El Cid le besó la mano,
del buen rey se despedía,
llegado había a Zamora
con quince en su compañía.
TRAICIÓN DE BELLIDO DOLFOS
Rey don Sancho, Rey don Sancho
no digas que no te aviso
que de dentro de Zamora
un alevoso ha salido;
Se llama Bellido Dolfos
hijo de Dolfos Bellido,
cuatro traiciones ha hecho
y con esta seán cinco.
Si gran traidor fuera el padre,
mayor traidor es el hijo;
gritos dan en el real
que a don Sancho han mal herido;
muerto le ha Bellido Dolfos,
gran traición ha cometido;
desque le tuviera muerto
metiose por un postigo,
por las calles de Zamora
va dando voces y gritos:
-Tiempo era, doña Urraca,
de cumplir lo prometido.
DIEGO ORDÓÑEZ RETA A ZAMORA
Muerto yace el rey don Sancho,
Bellido muerto le había;
llorando estaba sobre él
toda la flor de Castilla;
don Rodrigo de Vivar
es el que más lo sentía;
con lágrimas de sus ojos
de esta manera decía:
-¡Rey don Sancho, señor mío,
muy aciago fue aquel día
que tú cercaste Zamora
contra la voluntad mía!
El que mal te aconsejó
ni a Dios ni al mundo temía,
pues te hiciera quebrantar
la ley de caballería.-
-Que se nombre un caballero,
antes que se pase el día,
para retar a Zamora
por tan gran alevosía.-
Todos dicen que está bien;
mas nadie al campo salía.
Mirando estaban al Cid,
por ver si lo aceptaría,
-Caballeros hijosdalgo,
ya sabéis que no podía
armarme contra Zamora,
que jurado lo tenía;
mas yo daré un caballero
que combata por Castilla,
y que estando él en el campo
no sintáis la falta mía.-
Se levanto Diego Ordóñez,
que a los pies del Rey yacía;
la flor es de los de Lara
y lo mejor de Castilla,
-Pues el Cid había jurado
lo que jurar no debía,
yo seré ese caballero
que la batalla prosiga.
ARIAS GONZALO ENTIERRA A SU HIJO HERNÁN
Por aquel postigo viejo
que nunca fuera cerrado,
vi venir pendón bermejo
con trescientos de a caballo.
En medio de los trescientos
viene un monumento armado,
y dentro del monumento
viene un ataúd de palo,
y dentro del ataúd,
venía un cuerpo finado,
que era el de Fernando de Arias,
el hijo de Arias Gonzalo.
Lloábanle cien doncellas,
todas ciento van llorando,
todas eran sus parientas
en tercero y cuarto grado:
las unas le dicen primo,
otras le llaman hermano,
las otras decían tío,
otras le llaman cuñado,
sobre todas lo lloraba
aquella Urraca Hernando.
¡Y cuán bien las consolaba
ese viejo Arias Gonzalo!
-¿Por qué lloáis, mis doncellas?
¿Por qué hacéis tan grande llanto?
que si un hijo me mataran
aquí me quedaban cuatro;
Murió por salvar Zamora
vuestra honra bien guardando;
murió como caballero;
con sus armas peleando.
LA JURA DE SANTA GADEA
En Santa Águeda de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
le tomaban jura a Alfonso,
por la muerte de su hermano.
Tomábasela el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo,
y con unos Evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto:
-Villanos te maten, Rey
villanos que no hidalgos,
si no dices la verdad,
de lo que eres preguntado,
sobre si fuistes o no
en la muerte de tu hermano.-
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí hablara un caballero,
que del rey es más privado;
-Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni papa descomulgado.-
Jurado había el buen rey
que en tal nunca fue hallado;
pero también dijo presto,
malamente y enojado:
-¡Muy mal me conjuras, Cid!
¡Cid, muy mal me has conjurado!
Porque hoy le tomas la jura
a quien besarás la mano.
Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no vengas más a ellas
desde este día en un año.
-Pláceme, dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
por un año me destierras,
yo me destierro por cuatro.
DESTIERRO DEL CID
Don Rodrigo de Vivar
está con doña Jimena
de su destierro tratando,
que sin culpa le destierran.
El rey Alfonso lo manda,
sus envidiosos se huelgan,
llórale toda Castilla,
porque huérfana la deja.
Gran parte de sus haberes
ha gastado el Cid en guerra,
no halla para el camino
dinero sobre su hacienda.
A dos judíos convida,
y sentados a la mesa
con amigables palabras
mil florines les pidiera.
Díceles que por seguro
dos cofres de plata deja,
y que si dentro de un año
no les paga, que la vendan,
y cobren la logrería
como concertado queda.
Dioles dos cofres cerrados,
entrambos llenos de arena,
y confiados del Cid
dos mil florines le prestan.
-¡Oh necesidad infame,
a cuántos honrados fuerzas
a que por salir de ti
hagan mil cosas mal hechas!
¡Rey Alfonso, señor mio,
a traidores das orejas,
y a los hidalgos leales
palacios y oídos cierras!
Mañana saldré de Burgos
a ganar en las fronteras
algún pequeño castillo
adonde mis gentes quepan;
y por conservar el nombre
de tus reinos, que es mi tierra,
los lugares que ganare
seán Castilla la Nueva.
EL CID PIDE JUSTICIA
Tres Cortes armara el rey,
todas tres a una sazón,
las unas armara en Burgos,
las otras armó en León.
las otras armó en Toledo,
donde los hidalgos son,
para cumplir de justicia
al chico con el mayor.
Treinta días da de plazo,
treinta días, que más no,
y el que a la postre viniese
que lo diesen por traidor.
Veinte y nueve son pasados,
los condes llegados son;
treinta días son pasados,
y el buen Cid no viene, no.
Ellos en aquesto estando
el buen Cid allí asomó
con trescientos caballeros:
todos hijosdalgo son.
-Dios os mantenga, buen rey,
y a vosotros sálveos Dios,
sólo no hablo yo a los condes,
que mis enemigos son.-
-Nosotros, hijos de reyes,
sobrinos de emperador;
no merecimos casarnos
con hijas de un labrador-.
El Cid,de que oyera esto,
furioso el rostro volvió
y mirando al Rey Alfonso
bien oiréis lo que habló:
-Convidáraos yo a comer,
buen rey, me mandasteis vos
que casase yo mis hijas
con los condes de Carrión.
Yo os diera allí la respuesta
con respeto y con amor:
Preguntarlo he a su madre
y su madre dijo no.
Preguntarlo he yo a su ayo,
al ayo que las crió.
Y dijérame a mí el ayo:
Buen Cid, no lo hagáis, no,
que los condes son muy pobres,
y tienen gran presunción;
mas por non contradeciros,
buen rey, hiciéralo yo.
TESTAMENTO DEL CID
En Valencia estaba el Cid
doliente del mal postrero,
que agravios en pechos nobles
pueden mucho más que el tiempo.
A su cabecera tiene
religiosos y hombres buenos,
y en torno de su persona
sus amigos y sus deudos.
-Bien sé, mis buenos amigos,
que en tan duro apartamiento
no hay causa para alegraros,
y hay mucha para doleros;
pero mostrad mi enseñanza
contra los adversos tiempos,
que vencer a la fortuna
es más que vencer mil reinos.
Mortal me parió mi madre,
y pues pude morir luego,
lo que el cielo dio de gracia,
no lo pidáis de derecho.
No siento el verme morir,
que si esta vida es destierro,
los que a la muerte guiamos
a nuestra patria volvemos.
Tan sólo llevo en el alma
que en poder de un rey os dejo
en quien os podá empecer
ser míos, o ser ya vuestros.
Que trate bien mis soldados
pues le defienden sus reinos,
y crea a piernas quebradas
más que a sabios consejeros.
Que traiga siempre en balanza
el castigo con el premio,
que la lealtad de vasallos
virtud pone, y pone miedo.
Que estime un noble leal
más que muchos halagüeños,
que de muchos hombres malos
no puede hacer uno bueno.
No muero en tierras ajenas,
en mis propias tierras muero,
cuanto más que, siendo tierra,
es propia heredad del muerto.