“Nu ghiornu ca lu Diu patri era cuntentu
e passiava n’celu ccu li santi,
a lu munnu pinsau fari un prisenti
e di la cruna si scippau un damanti,
ci addutau tutti li sette elementi,
lu pusau a mari ‘facci a lu livanti:
Sicilia la chiamaru li genti,
ma di l’Eternu Patri e li damanti.
Cu voli puisia, venga in Sicilia
ca porta la bannera di vittoria.
Canti e canzuni nnavi centumila
e lu po dire cu grannizza e boria.
Evviva evviva sempri la Sicilia
la terra di l’amuri e di la gloria.”
Un día que Dios padre estaba muy contento
paseando por el cielo con los santos
pensó obsequiar al mundo con un presente
y de su corona se quitó un diamante
al que dotó de los siete elementos,
colocándolo en el mar mirando hacia el levante.
Las gentes lo llamaron Sicilia
pero es el diamante del Dios Padre.
Quien añora poesía venga a Sicilia
que lleva la bandera de la victoria
tiene a miles cantos y canciones
y puede decirlo con grandeza y orgullo.
Viva viva por siempre Sicilia
la tierra del amor y de la gloria.
A nNapuli fannu strummuli
mPalermu i vannu a binniri
o poviri fimmni
nun ssa a cchi an’aspittà.
En Nápoles hacen peonzas
y van a venderlas a Palermo
Pobres mujeres
que no saben a quién esperar.
Vinissi lu iornu
e lu mumentu
to matri quannu allatu
di ddu vò
dopu di novi misi
cu granni stentu
mamma facisti
e nfrunti di lu sò;
dormi Nicuzza
cu l’angili tò
dormi riposa
ti canto la vò
Vò,vò, vò,
dormi bedda fai la vò.
Si di lu celu calassi
na fata
nun lu putissi fari
stu splenduri
ca sta facennu tu
bidduzza amata
nta sta nacuzza di
rosi e di cluri
Dormi Nicuzzu
cu l’angili tò;
dormi riposa
ti cantu la vò.
Vò,vò, vò,
dormi bedda fai la vò.
Llegó el monento y el día
en que al lado del buey
después de nueve meses
con gran fatiga
se convirtió en madre
frente a su hijo.
Duerme Nicuza
con sus ángeles
duerme, reposa
te canto la nana
na, na, na,
duerme, bella, duérmete.
Si del cielo bajase un hada
no podría tener tal esplendor
como el que tú tienes
beldad querida
en esta cunita de rosas y flores.
Duerme Nicuzzu
con tus ángeles duerme, reposa
te canto la nana.
Na, na, na
Duerme, bello, duérmete.
Ascuntati bona genti,
lu viaggiu é dulurusu
tra lu friddu affanni e stenti
fa Maria cu lu so spusu.
San Giuseppi era cunfusu,
lu viaggiu avia a fari
ma lu nvirnu rigurusu
nun putia viaggiari.
San Giuseppi é cunsalatu
un n’avi chiù malincunia
ogni iornu é accumpagnatu
lu viaggiu cu Maria.
Di partiri già dispota,
Maria Santa spusa e pura,
San Giuseppi già s’accosta
pi sirviri la Signura.
Ora sunnu confidati
sti du Santi amati spusi
sunnu pronti apparicchiati
pi partiri su cunfusi.
Viaggiava la Signura,
tutta nobili e modesta
pariva na criatura
santa, cara, pia e onesta.
San Giuseppi cu María,
sicutannu lu viaggiu,
caminannu pi la via
ogni beni ogni disagiu.
Stanchi già di tanta via,
mizzi murti sù arrivati
S. Giuseppi cu Maria
già trasiru ni la citati.
Risvigliativi pasturi,
ca nasci lu Verbu sia
nuduliddu e friddulusu
postu in brazzu de María.
Escuchad buena gente
el doloroso viaje
que con el frío, los afanes y las penas
hizo María con su esposo.
San José estaba confuso
tenía que emprender viaje
pero con el riguroso invierno
no podía viajar.
San José se consuela
y abandona su tristeza
porque cada día del viaje
va acompañado por María.
Ya dispuesta para el viaje
María esposa santa y pura
San José se apresta
a servir a la Señora.
Aunque están convencidos
estos dos santos esposos
con todo aparejado para salir
vuelven a sentir inquietud.
Viajaba la Señora
y en su nobleza modesta
parecía una criatura
santa, querida, piadosa y honesta.
Siguiendo su viaje
San José con María
tan pronto encuentran en el camino
facilidades como incomodidades.
San José y María
entraron en la ciudad
cansados de tanto caminar
y han llegado medio muertos.
San José preocupado
está en medio de la calle
diciendo adónde estarás
esta noche, querida esposa?
Despertad, pastores
que ha nacido el verbo
desnudito y tembloroso
en los brazos de María.
E una e mile voti sia lodata,
viva la bedda Matri Immaculata.
Adurammu la sempri ngnura
l’Immaculata Maria cuncetta e pura.
E una e mile voti...
E una e mile voti...
Una y mil veces sea alabada
viva la bella Madre Inmaculada
adoramos a la siempre Señora
Inmaculada María concebida sin mancha.
Dormi carusa dormi
e fabbrica na navi
cu stu sonnu
e va pi chistu munnu
tunnu, tunnu,
ma pò ritorna
quannu si fa iornu.
Dormi cuieta, cuieta
dumani mi lu cunti
chi vidisti,
vidisti ‘nginucchiarisi
li stiddi
a lu splennuri
di li tò occhi beddi.
Dormi uccuzza di meli
ca si nun dormi tu
nuddu arriposa.
Dormi
ni st’aria silinziusa.
Dormi, dormi
o m’adurata rosa.
Paseábase la Servana que era la flor de Castilla
y su padre la miraba desde la torre de arriba.
- Mucho te quiero, Servana, contigo yo
dormiría
y las penas del infierno por ti yo las pasaría.
Servana cuando esto oyó se puso descolorida
fue a contárselo a su madre, a su aposento
se iba.
La reina cuando lo supo de esta manera decía:
- No llores tú, la mi hija, que esto yo lo
arreglaría:
Yo me voy a la tu cama tú en la mía dormirías
y el rey dormirá conmigo no con la hija querida.
A eso de la medianoche de amores la requería:
- No estás doncella, Servana, no estás
doncella, hija mía.
- Cómo tengo estar doncella si tres
infantes paría;
primero parí a don Juan, después a doña María
y luego parí a Servana que era la flor
de Castilla.
El rey al ver el engaño de esta manera decía:
- Viva la reina mil años, mil años la reina viva
que me libró de un pecado que pasaba
de herejía.
Un día por la mañana, que viva el amor
Teresina madrugaba, que viva la gala
a empañar hijos del rey a la lumbre de
una retama.
Con el calor de la lumbre el sueño la
atormentara,
cuando despertó Teresa despierta
sobresaltada
hallara al niño carbón los pañales de cernada.
Voces daba Teresina voces daba la cuitada,
bien la oyera el rey su padre de altas torres
donde estaba.
-¿Qué tienes tú Teresina, qué tienes hija
del alma?
-Tengo que se me quemó la mi mantilla de
Holanda.
-Si se quemó la de Holanda te la compraré
de grana;
dame el niño, Teresina, que le quiero ver
la cara.
-El niño estaba durmiendo, lástima que
despertara.
-Dame el niño, Teresina, que le quiero ver
la cara.
Estando en estas palabras al suelo cae
desmayada.
A otro día de mañana Teresina ya finaba
dejó en su mano derecha una carta muy cerrada
“que den el cuerpo a la tierra que mi alma
bien estaba”.
Tan alta iba la luna como el sol al mediodía
cuando el buen conde Belarde de sus
batallas venía.
Cien caballos trae de rienda todos los ganó
en un día
y los echara a beber a la reguera de Hungría.
Mientras los caballos beben de esta manera
decía:
- Si cien gané en una hora ¡cuántos ganara
en un día!
Bien lo oyera un tío suyo y uno de ellos
le pedía.
- Téngalos todos mi tío, yo ¿para qué
los quería?
-Detente un poco, Belarde, no hagas tanta
valentía
no hagas lo que Valdovinos, que se fue y
que no volvía
o le cautivaron moros o en Francia tenía
amiga;
vete a buscarle, Belarde, ve a buscarle,
por tu vida.
- Eso no lo haría yo por cuanto en el
mundo había
¿cómo he de ir a buscar a quien tan mal
me quería
que me robó anillo de oro y un diamante
que tenía
que me iba a buscar a casa y al campo
me desafía?
- Vete a buscarle, Belarde, llevarás
bendición mía.
- Si llevo bendición suya yo a buscarle
marcharía.
Le busca de valle en valle y de vallina
en vallina
y luego lo viera estar a la sombra de una oliva.
- ¿Quién te ha herido, Valdovinos, que te ha
hecho mortal herida?
- Del moro que a mí me hirió líbrete santa
María,
comer comía por ocho, vino por nueve bebía
y el aliento de su boca parecía una nublina.
Asomóse a una collada la más alta que veía
y allí le fuera a encontrar en casa de la su
amiga.
- He matado a Valdovinos tras de Belarde
corría...
- Mientes, mientes, perro moro mientes,
mientes y es mentira;
en mi tierra había un uso y aquí no sé si
lo había
que el que a otro dice mientes al campo
lo desafía.
Monta el moro en su caballo parece una
torre erguida,
monta Belarde en el suyo parace una
palomita;
toma el moro la su lanza viene el aire y
la desvía,
tira Belarde la suya la tiró con gallardía:
Le quita pecho y espalda y el galardón de
la silla.
Le cortara la cabeza la lleva a casa su amiga.
- Ah, malhayas tú Belarde y toda tu valentía
que has matado al mejor moro que había
en la morería.
El día de las Candelas el día dos de febrero
sale la Princesa a Misa, la gran reina de los
cielos.
Ya se presenta en el templo la madre de los
amores
viene a ofrecer a su hijo, el redentor de
los hombres.
A ofrecer sube María con su divino Jesús
y de ofrecimiento lleva dos tórtolas y
una luz.
Las tórtolas son palomas que por pobre le
ofrecistes
que por ser Madre de Dios un cordero no
tuvistes.
Vuelve señora a tu trono donde estuvistes
primero
mira que es mucho volar desde el altar a
los cielos.
Adiós Virgen del Rosario madre del divino
amor
con gozo y con alegría te damos el corazón.
Un día el rey y la reina juntitos a misa van
y Tonillos iba hablando lo que no debía hablar
- La infantita está ocupada de siete meses
o más.
El rey cuando oyera esto un castillo mandó
armar
para matar a la infantina o mandarla desterrar
a los montes más lejanos que se solían andar.
Pasa tiempo pasa tiempo la infantina parirá
y asomóse a una ventana de las más altas
de allá;
- Virgen pura, virgen pura, virgen de
la Soledad
ampárame en esta hora y en esta necesidad.
Si primero la llamara primero estaba allí ya.
- Arriba arriba infantina que un infante
tienes ya
arriba arriba infantina, ¿cómo le quieres
llamar?
- Montesinos, mi señora, que nació en
montesidad,
san José será padrino y usted madrina será
y Jesucristo del cielo le bajará a bautizar.
Al cabo de cuatro años con su padre fue
a cazar.
- Mira París, hijo mío mira Francia dónde está,
mira castillos dorados donde tu abuelo
estará.
- Déjeme ir allá, padre, padre, déjeme ir allá.
Y aunque su padre no quiso el niño va para
allá.
- Buenos días señor rey con su corona real,
a la señora la reina y a los que con ella están,
a Tonillos no le hablo porque no le debo
hablar.
Tonillos de que lo oyó al niño quiso matar.
- Estate quieto Tonillosque el niño no te
hace mal
que el niño parece bueno y cortés en
el hablar.
Dime de quién eres, hijo, y a quién vienes
a buscar.
- Soy nieto suyo buen rey nieto suyo soy
carnal
hijo de aquella infantina que usted mandó
desterrar
a los montes más lejanos que se solían andar.
- Pues vete allá tú, hijo mío, y dile que
venga acá.
- Juramento tiene hecho de no volver
nunca más
si no matan a Tonillo o le mandan desterrar.
Unos matan a Tonillos otros a buscarla van
y con eso yo me vine y a todos los dejé alla.