03-04-2011
Cofrade de la Cofradía de Santiago, de Burgos
El 6 de abril se inaguró en la Casa Revilla, de la Fundación Municipal de Cultura de Valladolid, una exposición organizada por nuestra Fundación y titulada Cabildo de Cofradías con la colaboración de instituciones y coleccionistas particulares.
Las cofradías en la sociedad
1.SIGNIFICADO SOCIAL
Durante el período medieval, pero también durante los siglos siguientes, el significado religioso de algunos preceptos cofrades se entremezclaba de forma espontánea con algunas obligaciones sociales. De hecho, la asistencia a los hermanos que estaban enfermos o en la agonía o la conducción de sus restos mortales al cementerio o las misas dichas por ellos se manifestaban en ambos terrenos con igual naturalidad, siendo esos cometidos, en muchos aspectos, precursores de funciones que luego cubrieron compañías de seguros, tanatorios o la propia Seguridad Social. No se puede olvidar que muchas confraternidades surgen de la necesidad de atender peregrinos o de aliviar sus necesidades o enfermedades, de acoger en su seno a personas del mismo oficio -desde menestrales a universitarios- pero también del deseo de defender públicamente la fe hasta con las armas, en especial en aquellas cofradías militares que acabarían siendo órdenes. La religión y la sociedad se mezclaban así en estas pequeñas comunidades cuyo mejor calificativo parece que era el de hermandades o fratria, frente a otros menos apropiados como sociedad, consorcio, colegio o congregación.
2.PRINCIPALES FUNCIONES
Atender a los hermanos enfermos, enterrar a los muertos de la cofradía, honrar con actos diversos el culto a una imagen o a una advocación, salir en procesión alumbrando con velas la carrera, disciplinarse en público si bien con un capuz para ocultar la identidad, reunirse anualmente para la fiesta.a todas estas y otras actividades obligaba la pertenencia a una cofradía y su dejación o falta de observancia se castigaba con multas que podían ser impuestas por la propia junta o por el Ordinario cuando el tema lo requería. En cualquier caso, las visitas de los Obispos eran un momento adecuado para la revisión de los libros y por tanto una ocasión para corregir los yerros. Los excesos en las colaciones o comidas, la exageración en los entierros con la contratación de plañideras y la prohibición expresa de que los cargos se heredasen de padres a hijos o de familiar en familiar son sólo algunas de las más frecuentes que se repiten año tras año, lo cual indica no sólo la insistencia de la Iglesia en que las cofradías se atuvieran a sus propios reglamentos, sino la contumacia en la conservación de algunas costumbres que costaba mucho desarraigar.
3.LOS LIBROS
Cofradía de la Virgen del Campanil, Torremormojón
-De estatutos
San Isidoro en sus "Etimologías" ya llamaba estatuto al derecho dado a "una multitud de hombres unidos por vínculos de sociedad". Los estatutos eran, pues, la reglamentación propia de una institución, creada por ella y para ella, no tan amplia como la ley general, ni tan minuciosa que se limitara sólo a reglas prácticas para casos concretos. Sus disposiciones integraban un cuerpo legal suficientemente amplio y organizado que regulaba la vida interna o externa de una entidad colectiva o, al menos, algunas de sus principales funciones.
Los estatutos se conciben, por tanto, como disposiciones que no contravienen al Derecho común, sino que lo complementan y determinan, o bien regulan un tema que caiga fuera del ámbito de su actuación. Se consideran estatutos contra ius commune cuando contienen una norma incompatible con una ley o una costumbre general o particular.
-De cuentas
El administrador debía consignar en un libro todas aquellas cargas o ingresos que se hacían sobre el dinero de la cofradía y debía tener ese libro a disposición del Ordinario o de la junta, para la rendición de cuentas anual.
-De bienes o inventario
En general las cofradías tenían por costumbre aceptar o poseer bienes que estuviesen adecuados a su fines y tales bienes debían consignarse en un libro de modo que estuviesen inventariados y se conociese su origen y finalidad.
4.LOS CARGOS Y SUS COMETIDOS
-Director
El director de la Cofradía o moderador es quien tiene en ella mayor poder sobre el régimen ordinario de la asociación. La dirige y está al cuidado de la disciplina interna conforme a las normas de derecho y los estatutos. Si un privilegio no dispusiera otra cosa, el director, rector o abad de la cofradía es el Ordinario del lugar.
-Capellán
El capellán se encarga de lo relacionado con el fin primordial de la cofradía: el culto y la atención espiritual de los cofrades según lo establezcan los estatutos. De las funciones propias de su cargo se desprende que necesariamente ha de ser sacerdote. El capellán puede ser nombrado delegado del Obispo. Si así sucede se amplían sus facultades otorgándole presidir, sin derecho a voto, las juntas de las cofradías, confirmar los oficiales y ministros elegidos si son dignos e idóneos, rechazar y remover a los ineptos.
-Párroco
El párroco puede tener distinta relación con la cofradía según sea delegado del Ordinario, director, capellán o simplemente párroco: si el párroco fuese delegado del Ordinario, tiene derecho a presidir con voz y sin voto las juntas o reuniones que la cofradía celebre, confirmar en sus cargos a los elegidos por la asociación e incluso aprobar las cuentas, si éstas no se someten directamente a la aprobación del Ordinario.
Siendo el párroco solamente director o capellán de la asociación, le corresponde lo indicado antes, pero si no ostenta ninguno de esos dos cargos el principio que rige en las relaciones entre la parroquia y las cofradías es el de una estricta autonomía y separación entre ambas.
-Mayordomo
Tenía a su cargo presidir la junta si no estuviese el Director y "servir" la fiesta (es decir encargarse de la preparación, del refresco o colación, etc.) durante el año que durase su mandato. También se le llamaba "preboste" o "prioste".
-Administrador
La administración corría a cargo de una persona de la propia cofradía a la que se elegía por mayoría de votos entre los socios. Tenía encomendadas las funciones de velar por la economía de la cofradía y consignar en el libro de cuentas los gastos e ingresos. Su labor estaba bajo la vigilancia del Ordinario pero no bajo su autoridad.
-Muñidor
También se le denominaba llamador o andador y se encargaba de avisar o llamar a los hermanos o socios de una cofradía a los acontecimientos relacionados con la misma (fiestas, defunciones, reuniones, etc.). El nombre de muñidor derivaba del término latino "monitor", que significaba amonestador o avisador. A veces se encargaba también de las cuestaciones o peticiones de limosna andando de una puerta a otra, de lo que derivó la última denominación.
-Socio
Los hermanos que entraban a formar parte de una cofradía se obligaban a cumplir los estatutos de la misma y se vinculaban a ella contractualmente, con derechos (como el de participar con insignias y hábito en actos públicos) y deberes, cuyo incumplimiento llevaba aparejadas determinadas sanciones aunque nunca obligaran bajo pecado.
5.LOS ATRIBUTOS DE PODER
Fotografía de Luis Escobar de la Hermandad de San Bartolomé en Casasimarro
La vara era un símbolo de poder en un ámbito en el que, si bien se respetaba la voluntad de todos, había una jerarquía establecida. Cuando se elegía mayordomo (o mayordomos, pues a veces se designaban dos) -habitualmente para el período de un año- se le entregaba la vara, que utilizaría siempre que las circunstancias o el protocolo lo aconsejaran y de la que sólo se desprendería cuando dejase intervenir en junta a otros cofrades, quienes la detentarían mientras estuviesen en uso de la palabra. Muchas cofradías estipulaban que la entrada de nuevos hermanos estuviese ligada al juramento hecho sobre los estatutos de respetarlos y defenderlos y al beso simbólico depositado en la vara sostenida por el mayordomo. Habitualmente éste llevaba el atributo a las juntas y cumplía con su deber de usarlo como señal de autoridad si los cofrades se enzarzaban en discusiones inútiles, recordando esta actitud -según algunos antropólogos- la leyenda de Mercurio separando con su caduceo a dos serpientes. En cualquier caso, la vara solía constar de dos partes: un varal de madera y una pieza coronándolo, habitualmente de plata, con una representación de la advocación o devoción de la cofradía.
6.LOS SÍMBOLOS
Salida de la Cofradía del Resucitado de la ermita del Pradillo, en Avila, por Antonio Veredas
Dicen algunos estudiosos que la costumbre de que el pendón o estandarte precediera y significara a las cofradías pudo provenir de los tiempos del emperador Constantino y de su célebre lábaro. En cualquier caso, si bien no se conoce ningún pendón anterior al siglo VIII, las insignias parecen tener una connotación militar. Cuando un cofrade moría se le acompañaba al campo santo (hasta el siglo XIX se enterraba en los templos e incluso en panteones propios de las cofradías) y durante el recorrido iban delante del féretro la Cruz (porque mientras vivió estuvo alistado bajo esa bandera) y los pendones e insignias de la cofradía (para que participase el difunto de los perdones e indulgencias que se concedían a las hermandades y congregaciones)
El pendón tenía un astil donde iba una tela que acababa en dos puntas. El estandarte o guión tenía dos varales en ángulo recto y del horizontal pendía la enseña. La Iglesia recomendaba que estos símbolos tuviesen en sus bordados algún signo religioso y que estuviesen aprobados y bendecidos por la autoridad eclesiástica.
7.LAS REUNIONES Y CABILDOS
Fotografía de Luis Escobar
La palabra "cabildo", procedente del término latino "capitulum" tiene una larga historia. Del significado literal (cabeza pequeña) con que se designaba el comienzo de las partes en que se dividía un libro, pasó a designar el adorno que presidía ese comienzo. Posteriormente se amplió el significado a la lectura de ese capítulo por parte de un grupo de monjes, completándose finalmente el sentido al abarcar cualquier tipo de reunión, incluso las civiles, en que participaran determinados individuos con unos fines comunes. En el caso de las cofradías, la junta de gobierno era el órgano supremo cuya reunión o constitución sólo podría ser prohibida por el Obispo con causa legítima. Para las elecciones se recurría siempre a lo consignado en los estatutos donde se especificaba quiénes podían ejercitar el derecho a voto, qué cargos eran objeto de elección o cuántos años de antigüedad se exigían para votar o ser votado.
Al final de las juntas se servía una colación a los cofrades, habitualmente adecuada a las posibilidades de la hermandad, aunque solía consistir en productos como frutas, o frutos secos, y vino.
8.RITUALES SAGRADOS, PRÁCTICAS RELIGIOSAS Y SOCIEDAD
Salida de las parroquias de la catedral de Valladolid para la procesión del Corpus Christi (fotografía Luis del Hoyo)
La Iglesia siempre quiso dejar claro que cualquier liturgia que tuviera lugar fuera de la administración ordinaria, debería tener un control y atenerse a las normas de ésta. Los pagos o pitanzas por las fiestas votivas que organizasen las cofradías y que encargasen a curas beneficiados -o capellanes que los sustituyesen- deberían repartirse entre éstos de forma equitativa para que no fuesen dichas pitanzas motivo de escándalo o queja. Es frecuente también la advertencia en las visitas del Obispo contra representaciones "mundanas" que podían organizar o contratar las cofradías para celebrar el Corpus, la fiesta más importante del año en la que la sociedad civil y el mundo de las creencias se unían. En ocasiones, religión y política quedaban tan cercanas que se recurría a una imagen familiar, como la de la procesión más importante del año, para denunciar una situación social y económica.
9.LAS COFRADÍAS, LAS UNIONES PÍAS Y LAS ÓRDENES TERCERAS
-La Cofradía podría definirse como una Hermandad erigida canónicamente que, además de los fines de beneficencia, piedad o caridad, se constituye para el incremento del culto público. Aunque pueda tener un origen seglar, la Cofradía está sometida a la jerarquía eclesiástica.
-Las Terceras Ordenes seculares son asociaciones de fieles cuyos socios, aun viviendo como seglares, siguen la dirección del superior de alguna orden religiosa conforme al espíritu de la misma, esforzándose en adquirir la perfección cristiana sin necesidad de profesar, según las reglas para ellos aprobadas por la Sede Apostólica.
-La Pía unión es una unión de fieles que, erigida en persona jurídica canónica, ni de hecho ni de derecho está instituida y ordenada a modo de cuerpo orgánico y se crea para fines benéficos, de caridad o piedad.
-La Hermandad es una pía unión erigida por la autoridad competente y constituida también ad modum corporis organici.
10.LAS COFRADÍAS Y LOS GREMIOS
Muchas cofradías surgieron en la Edad Media al amparo de la estructura de un grupo profesional o gremio que quisiera ponerse bajo la advocación de un santo al que, o bien se le adjudicaba un patronazgo o ya lo tenía por tradición. Cuando una hermandad lo solicitaba y se consideraba que lo merecía, por su antigüedad o por reunir a varias congregaciones que tuviesen el mismo fin, se convertía en archicofradía. Algunas archicofradías incluso nacieron de la fusión con otras en la reorganización que se dio en el siglo XVIII a fin de acabar con los gastos desmesurados e innecesarios de una infinidad de pequeñas cofradías. La Novísima Recopilación de Leyes de España, de 1806, vino a eliminar todas aquellas hermandades que no se hubiesen erigido con permiso de la autoridad eclesiástica o con autorización real. Muchas de esas pequeñas hermandades se refugiaron en otras mayores como las del Santísimo (sacramentales) o las de la Vera Cruz. Podía además darse el caso, de que algunas personas fuesen cofrades de diferentes congregaciones con lo que, o bien se multiplicaban sus obligaciones y los gastos consiguientes o bien se dejaban de cumplir, derivándose de ello un deterioro en el orden interno. La desamortizaciones de Mendizábal y Madoz vinieron a agravar la crisis de las cofradías que dependían o habían salido de algunas órdenes, al verse éstas obligadas a dejar sus conventos y misiones, pero también por la venta de bienes de hermandades y obras pías que conllevaron.
En cuanto a los gremios, podría decirse que, aun siendo corporaciones técnicas, tuvieron una base religiosa pues perseguían, además del agrupamiento de personas según su oficio, una ayuda a quienes lo necesitasen -fuesen los propios oficiales o sus familiares- por medio de la limosna o del socorro. La costumbre era muy antigua y está suficientemente acreditada teniendo en cuenta la solidez del culto a los muertos tanto en los pueblos germánicos como en Grecia y Roma. Frente a la nobleza y sus privilegios, la mayor parte de los gremios buscaba una protección y una representatividad. No parece extraño, por tanto, que la costumbre de "dar caridad" se haya mantenido hasta tiempos recientes entre los hermanos y familiares de un cofrade difunto, de cuyos posibles abusos advertían anualmente las visitas del Obispo, recordando que la escasa herencia que dejara una persona recién fallecida se podía dilapidar en banquetes y agasajos dados a quien venía a mostrarle el último afecto. En cualquier caso, y sobre todo en la Edad Media, el respeto a la muerte se demostraba amparando corporativamente a la familia (dotes para huérfanas y doncellas), dejando de trabajar uno o varios días para honrar al hermano y haciéndole un postrer homenaje en el que se incluía túmulo, paño mortuorio de terciopelo y abundantes cirios. No es extraño que quien estuviese desasistido de todo esto sintiera un desamparo vital o un vacío difícil de cubrir.
11.TIPOLOGÍA DE LAS COFRADÍAS
Por todo lo anteriormente dicho, las cofradías, según los fines perseguidos, se podían clasificar en tres categorías: asistenciales, indulgenciales y penitenciales. Los cofrades, particularmente los de estas últimas hermandades, solían denominarse "de luz" o "de penitencia" según la forma en que se comprometieran a asistir a las procesiones, si portando hachones de cera para alumbrar las imágenes o como penitentes azotándose la espalda. Según las advocaciones podrían denominarse cofradías sacramentales (o de Minerva), pasionales (como las de la Vera cruz o las de la Sangre de Cristo) marianas (dedicadas a la Virgen), de ánimas, santorales, etc.
La denominación de Minerva procedía de una archicofradía que se fundó en Roma en el siglo XVI para mantener la función religiosa con procesión y exposición del Santísimo que se llevaba a cabo en la iglesia de Santa María sopra Minerva, edificada al parecer sobre las ruinas de un templo dedicado a la diosa romana. Muchas de las cofradías españolas que nacieron con la idea de venerar al Santísimo Sacramento tomaron por extensión este nombre.
Las cofradías de la Vera Cruz o cruz verdadera se extendieron gracias a la difusión que de ellas hicieron los franciscanos, a quienes se encomendó la custodia de los santos lugares y la enseñanza de su significado. La iconografía de San Francisco mostraba muchas veces la imagen del santo sobre la que se habían impreso las llagas de Cristo, por eso algunos grabados representaban una cruz desnuda con dos brazos cruzados clavados en ella, uno desnudo de Cristo y otro cubierto por la manga de un hábito, de San Francisco.
12.LA MÚSICA
La consideración de la procesión como una expresión pública de fervor religioso de las cofradías, avala la idea de que tal manifestación es el resultado de la pervivencia de antiguas costumbres sostenidas por una fe y un gusto artístico que esas mismas cofradías hicieron llegar hasta nuestros días de forma tradicional. En orden al mantenimiento y respeto de ese patrimonio los libros de cofradías fijaron por escrito una normativa que recogiera los diversos aspectos artísticos y rituales de la procesión.
En el terreno musical cabría hablar de intérpretes, instrumentos y repertorio, fundamentalmente. Históricamente se repitieron, hasta el siglo XIX en que se incorporaron las bandas, dos fórmulas básicas: la del intérprete solista y la de la capilla musical. En el primer caso, todo dependía de si era un muñidor -es decir, un avisador que pedía claro y paso a la gente agolpada en las estrechas calles- o de si era un especialista -es decir, un músico y frecuentemente un tamboritero (esto es, ejecutante de flauta y tamboril al mismo tiempo)-. La capilla musical estaba compuesta, según las épocas, de más o menos instrumentos pero casi siempre fijos los violines, las chirimías, los oboes y los fagotes o bajones, grupo que a veces se completaba con sacabuches y trompetas. El siglo XIX y el auge espectacular de la música militar incorporó las bandas a las procesiones y con ellas instrumentos que nunca habían estado antes presentes en la música religiosa o parareligiosa.
En lo que se refiere al repertorio podía ser también de diverso origen y tipología. En el caso del muñidor (si es que tocaba una trompeta o clarín), lógicamente, su repertorio consistía sólo en dos o tres notas combinadas en intervalos ascendentes y descendentes que llamaban la atención de la gente para que se apartara y respetara el discurso de la procesión. Los tamboriteros recurrían a temas que la propia tradición legaba de unas generaciones a otras y que se interpretaban en los templos en distintas ocasiones (ofertorios, incarnatus, misereres, toques de entierro, etc.). Los pequeños conjuntos se nutrían de partituras de los maestros de capilla a quienes sus contratos obligaban a componer al año varias piezas entre las cuales estaban, indefectiblemente, los aires correspondientes al ciclo de Navidad, a la Semana Santa o a la fiesta del Corpus. Por último, las bandas aportaron un repertorio característico en el que abundan las composiciones especiales para el caso, pero también otras que no lo son o parecen inapropiadas por haber sido compuestas para una finalidad diferente.
En cuanto a los instrumentos, además de los ya mencionados, vendría a propósito hablar de los crepitacula lignea o maderas golpeadas, reliquia de los leños sacros con los que antiguamente se daban los toques para las horas en conventos y monasterios (antes de que la campana de torre impusiera su sonido) o en aquellos lugares de Bizancio o Grecia en que podía estar prohibido el uso del instrumento de bronce. Habitualmente había tres tipos de crepitacula: Las tablillas (llamadas de San Lázaro por haber sido utilizadas por los afectados de lepra que pedían limosna al salir del Hospital dedicado al Santo), las carracas o maderas dotadas de una rueda dentada y una o varias lengüetas, y por último las matracas o tablas con mazos, tomadas para el rito cristiano de la propia tradición hebrea que las usaba en tiempo de Purim para machacar el recuerdo de Amán, el ministro del rey Asuero.
13.LA DANZA
Un espacio por excelencia en el que trascurrían los actos públicos de la cofradía era la calle por donde se desarrollaba la procesión (o los alrededores de una ermita), que se enramaba, se engalanaba con alfombras de flores, serrín, hojas y arenas de colores, se adornaba con banderas o se salpicaba de pequeños altares, contribuyendo con ello a remarcar el sentido ritual y la idea de regocijo o celebración. La procesión solía ir precedida de los danzantes y los músicos, que ejercitaban sus movimientos, siempre delante del santo, mozos, miembros de la cofradía que organizaba la fiesta, devotos o contratados al efecto que se presentaban ataviados y engalanados de muy diversas maneras.
Dos son los trajes que fundamentalmente se han conservado como indumentaria para las danzas: el enaguado, el más extendido, y el de casaca y calzón. El primero consiste en un traje compuesto de camisa y pantalones blancos -de otros colores en ocasiones-, en el que se colocan a la cintura un par de enagüillas almidonadas con profusión de encajes y bordados, remedo de los zaragüelles que usaron los huertanos y labradores de media España, acartonadas por el uso del almidón y rematadas en puntillas, que confieren a los danzantes un gracioso caminar y contribuyen a dar espectacularidad a su imagen. El traje se engalanaba hasta el extremo, con lazos, escapularios y detentes, cintas, flores, cascabeles, telas de colores, bandas, que han ido quedando de una manera u otra en los tipos locales con el transcurso del tiempo junto a llamativos sombreros de paja, fieltro o cartón, turbantes orlados de plumas como costumbre documentada desde el desarrollo de las procesiones sacramentales en el XVI.
Otra de las indumentarias, que apenas se conserva en algunas danzas de Burgos, Segovia (Carrascal de la Cuesta y Cuéllar) o Palencia (Grijota, Tabanera o Villamediana), antaño muy extendida, es la que consta de casaca y calzón en seda estampada multicolor, al modo de los matachines que Arbeau describe en su Orquesografía de 1588.
El origen en estos usos, de algunas prendas y de movimientos y danzas determinadas está en que muchas de las danzas dependían de un gremio o cofradía que las organizaba dentro de la festividad del Corpus Christi siendo la forma más clara y popular de ver reconocido su trabajo, pues en estas danzas se representaban sus oficios, con sus aparejos, sus indumentarias, etc. Este ropaje contrasta con el del chiborra o botarga, diablo o cachibirrio, de estrambóticos colores y formas con mil elementos simbólicos de épocas pretéritas. A la singular traza se le une un par de medias de diferente color y animados dibujos y un látigo rematado en una piel de gato o una vejiga, con el que fustiga a todo aquel que interrumpe a los danzantes o lanza improperios contra su persona.
La ropa de los danzantes es uno de los bienes más preciados de la cofradía siendo las hermanas y la camarera o mayordomas de la Virgen quienes generalmente se ocupan de adecentarlos para la fiesta, del costoso planchado de la ropa y el cuidado en la colocación de cintas y pañuelos. Se convierte en guarda celosa de ellos y no accede a su préstamo si no es para danzar y honrar la procesión de la Virgen o del santo devocionado, aunque ocasionalmente, y por el corto caudal de la congregación, lo arrendaran a otras comparsas para procesionar otras devociones. El desgaste de la ropa hace que sea necesario su adecentamiento o renovación de vez en cuando, costeado muchas veces por algunos devotos aunque lo normal es que las prendas se hagan y rehagan hasta la desaparición de las tramas originales, siendo un elemento importante para conocer las modas de épocas pasadas, pues muchas de ellas se usaron en épocas anteriores de manera habitual. No todas las cofradías tenían posibilidad económica para ello por lo que se veían obligadas a alquilar "las libreas" todos los años, empleando parte de sus fondos en tal menester, en pagar el refresco, dar la colación de después de la procesión y en comprar el par de zapatillas, con las que por costumbre, se obsequiaba a los danzantes por sus servicios.
"Y para que en esta festividad haya regocijo y alegría además de lo dicho ordenamos a nuestro alcalde y mayordomo un mes antes de esta festividad concierte una danza entre algunos cofrades de esta cofradía y no otros pagando los costes de los vestidos de los danzadores en la conformidad que en el nuestrocabildo ordenemos.."
(Libro de cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento, Castrodeza (año de1709)