03-04-2011
CARTELAS
Lart de bien viure et de bien mourir, Paris, 1453
HÁBITO DE COFRADE
Una costumbre muy frecuente durante la Edad Media que se acrecentó en los siglos XVI y XVII era consignar en el testamento que se usara el hábito propio de cofrade como mortaja. Las órdenes mendicantes propagaron la creencia de que morir envuelto en un hábito al que se habían concedido privilegios e indulgencias sería una excelente preparación para el último acto de la vida al que se dedicaron diferentes "manuales", como el Tractatus artis bene moriendi, del siglo XV.
EL LIBRO DE LOS TRAJES
Christoph o Cristoffel Weiditz fue un dibujante y acuarelista nacido en Estrasburgo que ejerció el oficio de platero. Precisamente en el viaje que realizó a España para obtener la firma de Carlos V en un privilegio para la fabricación de medallas, pudo realizar los dibujos que constituyen uno de los primeros ejemplos conocidos de un libro de trajes españoles (1529). El tomo que contiene todas esas estampas fue donado al Museo Nacional Germánico de Nuremberg en 1868 y consta de 158 hojas. La página que se muestra abierta corresponde a un penitente castellano y lleva el rótulo: "Así expían los penitentes el Jueves Santo la pena impuesta".
LOS LIBROS DE COFRADIAS
Las cofradías debían anotar en diferentes libros las entradas y fallecimiento de hermanos, los ingresos (por multas, limosnas, rentas, etc.) y gastos (cera, refrescos, misas, sermón, música), los bienes propios de la hermandad (tanto los que se hubiesen adquirido como los recibidos en donación) y debían regirse por las reglas o estatutos. Cuando un libro estaba terminado se guardaba en casa del mayordomo quien se encargaba de su custodia. En el caso de que se deteriorasen o quedasen anticuados unos estatutos, se caligrafiaban unos nuevos. Este es el caso del libro de la Cofradía del Salvador de Portillo, donde se indica que se mandaba hacer de nuevo "por haver en la dicha regla (de 1412) cosas que aunque al principio parescieron sanctas y buenas, la variedad del tiempo las ha alterado y por las disonantias de los vocablos convenía enmendarse". En el libro de ánimas de Rodilana, por ejemplo, se advierte a quien tuviera arrendada la posada, propia de la cofradía, de cómo debía llevar la administración y todo lo que estaba obligado a tener en habitaciones y cuadras para satisfacer a los clientes. Muchas cofradías de ánimas fueron propietarias de pozos de nieve cuya explotación producía unas rentas a la hermandad.
LOS ALCALDES
El uso de la palabra "alcalde" en las cofradías procede, seguramente, de la creación de las primeras hermandades y cofradías en el siglo XII, encaminadas a contrarrestar el poder de los señores feudales y aun del rey, de ahí el recelo que despertaron en su origen. En el Ordenamiento de las Cortes de Valladolid de 1258 se dice lo que deben y no deben ser o hacer las cofradías:
"que non hagan confradrias, nin juras malas nin ningunos malos ayuntamientos que sean a danno de la tierra e a mingua del sennorio del rey, sinon pora dar a comer a pobres, o pora luminaria, o para soterrar muertos, o pora confuerços, e que se coman en casa del muerto, e non pora otros ayuntamientos malos, e que non ayan hy alcaldes ningunos pora judgar en las confradrias, sinon los que fueren puestos del rey en las villa o por el fuero."
OBLIGACIONES
En los libros de estatutos se contenían las obligaciones de los hermanos. Véanse, por ejemplo, los capítulos que contenía el libro de estatutos de la hermandad de Navalsaz (Rioja), en el siglo XV:
Libro de la cofradía y hermandad del señor Santiago de este lugar de Navalsaz. . .
Capítulos
1.Obligación de yr a la cofradía 2.Pena de el que saliere de la confradía 3.Obligacion de velar los enfermos 4.Obligacion de avissar a los hermanos después de muerto un hermano 5.Obligacion de obedecer a el alcalde 6.Descompuestos 7.Que ninguno se vaya hasta que digan las vísperas 8.Soldada de mayordomos 9.Misa el día de Santa Ana 10.Entra de cofrades 11.Moderacion de cera e aceite 12.De lutos 13.No ai obligación de acompañar los hermanos que no se entierren en Santiago 14.Que no haya reservación de penas 15.Obligacion de vísperas 16. Nombramiento de alcalde 17. Rezos por los difuntos 18. Misa de difuntos 19. Quienes an de ser maiordomos.
SABER ESTAR
El protocolo y el comportamiento eran muy importantes entre los hermanos de las cofradías. Se consignaba en los estatutos o reglas que los hermanos habían de amarse, quererse, honrarse y guardar la ley de Dios. En cabildo se encarecía el mantenimiento del orden, debiendo, quien quisiera hablar, ponerse de pie, descubrirse y tomar la vara en sus manos para expresarse con palabras "honestas y comedidas". Cualquier otro aspecto del comportamiento tanto en las juntas como en las procesiones, se solía contemplar en las reglas. Véase como se expresa el Libro de acuerdos de 1901 de la Cofradía de la Virgen del Castillo, en Cisneros:
"1º. Ningún hermano será usado a ponerse en los Bancos de delante del Sr. Abaz en el banco de la izquierda, y en el banco de la derecha los mayordomos y tras los Mayordomos los Procuradores y detras de los Procuradores los más ancianos de esta Congregación.
2º Todo hermano que no llegue a su devido tiempo en casa del señor Habaz antes de salir la insignia será castigado con diez céntimos y si diera lugar a estar la insignia en la iglesia será castigado en veinte y cinco céntimos y si este tal hermano no acuda a esta devoción obligatoria será castigado en cuatro reales por primera vez y por segunda vez la que esta congregación disponga, esto es no teniendo causa legitima que le pueda interrumpir estos actos. También todos los hermanos de esta congregación llevaran las formalidades debidas ante la insignia por las calles o en los actos en que se encuentre la insignia como no será permitido dir ablando ni dir con brusas discuviertas como también nos obligamos a dir en todos estos actos a llevar todos sombreros y si esto no se hiciera así seremos castigados en diez céntimos como también se proive blasfemar delante la insignia con la misma multa estipulada cada vez que blasfeme".
LOS SIMBOLOS
Medallas, insignias, medallones y emblemas (conteniendo por lo general los signos de identidad de la cofradía), servían, además del hábito, para distinguir a los hermanos en cualquier ceremonia civil o religiosa y para difundir el imaginario popular con su rico simbolismo.
CRUZ
Además de la cruz parroquial, que era la que representaba a la parroquia en los actos litúrgicos y procesiones, había en ocasiones otra cruz más pequeña, que solía encargar la cofradía a algún orfebre y que servía de guía para abrir la procesión dedicada a la devoción particular. A veces se adornaba con unas mangas bordadas que cubrían la parte superior del varal partiendo de la cruz. En las fiestas del Corpus solían abrir la procesión, detrás de la primera cruz, los niños desamparados y de la doctrina, a los que seguían, por este orden, las cofradías con sus respectivos estandartes, las cruces parroquiales, los hermanos de los hospitales, los familiares del Santo Oficio, los clérigos, religiosos y frailes, los obispos, los caballeros de órdenes militares y, finalmente, la autoridad mayor de la ciudad o, en su caso, el Rey.
LOS GRABADOS Y ESTAMPAS
Desde la Edad Media fue práctica común que las cofradías encargaran estampas o grabados para el fomento de la devoción a determinadas imágenes o advocaciones. Algunos de esos grabados, incluso, se usaban, recortados, para introducirlos en relicarios y detentes. Muchas de las reproducciones de imágenes que se vendían en España -en especial aquellas que eran populares en toda la geografía española (la Virgen del Carmen o la del Pilar, por ejemplo)- se imprimían en ocasiones fuera de nuestro país (a veces en dos idiomas), dejándose para los artistas locales aquellas devociones particulares que se veneraban en iglesias, monasterios o ermitas más pequeños. En Valladolid, en particular, hubo, hasta el siglo XVIII, decenas de hermandades dedicadas a santos (Isidro, Martín, Miguel, Antón, Crispín y Crispiniano, Eloy, Severo, José, Pedro Regalado, Andrés, Lucas, Cosme y Damián, etc.), Vírgenes (Misericordia, Piedad, Angustias, Pilar, Refugio, Carmen), advocaciones penitenciales (Jesús, de la Cruz, de la Pasión, de la Quinta Angustia) o sacramentales. No todas tenían medios suficientes para realizar con dignidad sus fiestas, de modo que era muy frecuente que algunas pidieran limosna por las calles o recurrieran a pedir prestados al municipio algunos signos externos que contribuyeran a mejorar o embellecer la procesión correspondiente. Otras se servían de sus propiedades, que arrendaban, o tenían rebaños, u organizaban funciones teatrales a beneficio de la cofradía.
En el siglo XX todavía había 30 (hacia 1930), entre cofradías, archicofradías, hermandades, congregaciones y órdenes terceras.
LOS ESCAPULARIOS
El uso de símbolos colgados del cuello tiene un origen común a las religiones mahometana y cristiana, pues en ambas se usaban desde épocas remotas los escapularios o talismanes para liberar a los recién nacidos de su condición de seres sin conciencia. Esos escapularios tenían en muchos casos oraciones o signos escritos o dibujados y su uso era tan frecuente que muchos predicadores y numerosos concilios proponen su eliminación basándose en el carácter ambiguo de su significado así como en lo dudoso de su origen. La utilización de nóminas o papeles colgados del cuello es, por tanto, antiquísima y entre cristianos y musulmanes se adopta con tanto fervor como recelo despertaba en los ministros de ambas religiones, pues podía comportar un abuso que lo acercara en ocasiones a la superstición. En cualquier caso, el escapulario de cofradía tiene su origen en la indumentaria de las órdenes terceras que, además del hábito y el cordón, querían parecerse a las órdenes de las que dependían llevando una especie de sobrevesta o delantal que les servía a los monjes para el trabajo diario. La reducción de esa especie de avantal creó este tipo de escapulario de unos 15 a 20 cms.
El escapulario podía estar bordado sobre tela o simplemente tener una estampa cosida. La función de estas estampas justifica el deterioro que han sufrido al estar adheridas a paredes, interior de cofres que podían hacer las veces de altar portátil o sencillamente colgadas del cuello en forma de escapulario. No sería de extrañar, incluso, que las propias cédulas exigidas tan perentoriamente por la justicia en la Edad Media a pobres y vagabundos, llevaran impreso cualquier adorno o imagen realizada en algún convento o monasterio por encargo de alguna cofradía que las vendería y las tendría como una fuente más de ingresos para el desarrollo de sus actividades.
LOS RELICARIOS
Desde los primeros tiempos del cristianismo se atribuyó gran importancia al hecho de venerar los restos de los cuerpos de aquellas personas que vivieron con Cristo o que le imitaron. La creencia se basaba en un principio de simpatía ya que lo que hubiera tocado o estado en contacto con un cuerpo santo guardaba sus cualidades. Al producirse los primeros martirios entre los cristianos se añadió a la costumbre anterior la de conservar y respetar los restos de aquellos cuerpos que habían sido testigos de una fe y habían recibido la muerte por defender sus ideas. Sus ropas, los objetos que habían tocado y, por supuesto, sus reliquias se convertían así en fuente de inspiración para la exégesis y en ejemplo para el pueblo. Para contener esos restos se erigieron capillas, ermitas o iglesias y se colocaron los restos debajo del altar mayor. Sin embargo, debido al interés que suscitaban en nuevas comunidades, se comenzó a dividir en partes esas reliquias y a fragmentarse los vestigios, de modo que se crearon relicarios para contener cada parte de los restos. La costumbre generó abusos que fueron advertidos y enmendados por el Concilio de Trento al dejar en manos de los obispos o del Papa el uso de los sagrados restos y confiando en su criterio para desterrar la superstición o las "ganancias sórdidas". Cuando no existían restos, los relicarios podían contener las imágenes o grabados que representasen al santo cuya veneración proponían y trataban de extender las cofradías.
ICONOGRAFÍA DE LA VIRGEN DEL CARMEN
La devoción a la Virgen del Carmen y sus símbolos procede principalmente de la leyenda de su aparición en el siglo XII al general de los carmelitas Simeón Stock, a quien prometió que cualquiera de sus devotos que muriese llevando el escapulario se libraría de las llamas. Aunque estudiosos de la hagiografía dan a la leyenda un origen bastante posterior, el relato -que incluía la historia de que los monjes del Monte Carmelo fueron convertidos al cristianismo por la propia Virgen en el año 40 d.C.- tuvo una difusión y aceptación tan extraordinarios, que casi todas las imágenes de la Virgen del Carmen se muestran sosteniendo al niño Jesús en sus brazos y ofreciendo ambos a las ánimas del purgatorio la posibilidad de salir de los tormentos gracias al escapulario usado como cuerda de salvación. El uso de litografías para decoración doméstica durante la segunda mitad del siglo XIX propagó la creencia, acrecentándose la devoción entre cofrades y fieles con el uso de novenas cuyos gozos transmitían el milagro:
A San Simón, general,
El escapulario disteis
Insignia que nos pusisteis
De hijos para señal.
Contra el incendio infernal
Es defensivo y consuelo:
Sed nuestro amparo amoroso
Madre de Dios del Carmelo.
JULIÁN HUJANO
Del calcógrafo Julián Hujano sabemos que fue sacristán en la iglesia de San Nicolás de Valladolid y que grabó o retocó diversas planchas, encargadas en general por devotos y cofradías de la capital y la provincia. Uno de sus últimos trabajos aparece en la novena de la Virgen de San Lorenzo, publicada en 1849.
EL PRIMER TRATADO DE BANDERAS Y ESTANDARTES
Los primeros tratados de sastrería españoles -los de Juan de Álcega y Diego de Freyle- parecen seguir de cerca este libro de un sastre milanés, Giovani Jacopo del Conte, que incluye, además de patrones para poder trazar y coser capas y trajes, algunos modelos de estandartes y banderas de guerra. El libro, actualmente en la Biblioteca Querini Stampalia de Venecia, está considerado como el primer tratado sobre el género (mediados del siglo XVI) y lleva en su portada un título que dice: "Raccolta di Figure Croiche Militari ed Ecclesiastiche, Padiglioni, Paviglioni, Emblemmi e disegni".
PROCESIONES Y DESFILES
Así veía la revista satírica "La Flaca", a la España de su tiempo: entre el general Serrano que tira de las melenas del bravo león de España, convertido en famélico felino, y el grupo de españoles que cierra la procesión organizando una trifulca, van políticos, militares, religiosos y personajes de toda índole con estandartes, banderas e insignias, acompañados de los gigantones y de la música. Esta forma de describir a la sociedad española se apoyaba en una larguísima tradición y aprovechaba la iconografía existente sobre las procesiones, en particular la del Corpus, para entrar en el imaginario popular y extraer comparaciones formales.
REUNIÓN DE COFRADÍAS
Procesiones como la del Corpus Christi -donde salían, además de los gremios y las diferentes representaciones ciudadanas, algunas cofradías, principalmente las sacramentales- o acontecimientos religiosos, servían para que las hermandades tuviesen una participación en la vida de la ciudad. Una beatificación o una santificación podían servir también para el mismo propósito. En estas dos aleluyas se puede seguir de forma detallada a través de viñetas la procesión que tuvo lugar en Barcelona a comienzos del siglo XIX con motivo de la beatificación de José Oriol, sacerdote catalán que se hizo acreedor a la misma con su vida ejemplar y llena de sacrificios. En la procesión pueden verse gremios, parroquias y sus cruces correspondientes, cofradías con sus guiones, etc.
SANTOS PREFERIDOS
A partir del Martyrologium Hieronymianum, recopilación de vidas de santos realizada a finales del siglo VI y atribuida a San Jerónimo (aunque reunía biografías de santos y mártires de Oriente, Europa y Africa debidas a diferentes autores), la Iglesia promovió las vidas ejemplares de diferentes varones de virtud a quienes dedicó un día en particular del año tras la reforma del calendario por Gregorio XIII. Algunas cofradías nacieron bajo el patrocinio y advocación de esos santos, populares y preferidos por sus cualidades (en su propia vida se habían dedicado al oficio del que luego vendrían a ser patronos, como San Andrés de los pescadores o San José de los carpinteros) o por ser considerados especiales abogados contra enfermedades o pandemias (San Blas, San Roque, San Sebastián, San Antón, Santa Lucía, Santa Agueda, Santiago, etc.)
SAN ANTÓN
Que San Antón es el patrono de los animales lo saben todos, pero la razón por la que en la iconografía popular aparece frecuentemente con un cerdo o un jabalí a los pies, nos la trata de explicar Blas Antonio de Ceballos en una curiosa y vetusta obra titulada Flores del yermo, pasmo de Egipto, asombro del mundo, sol del occidente, portento de la gracia: Vida y milagros del grande San Antonio Abad, publicada en Madrid en 1779: "El poner a sus pies un animalillo de cerda se tiene por tradición antigua, que los catalanes fueron los primeros que le pintaron así, a quienes imitaron todos hasta hoy, por haber curado milagrosamente el santo en Barcelona un ceboncillo cojo y contrahecho recién nacido. Otros autores dicen que es para enseñar a los rústicos la urbanidad y devoción que deben tener con San Antonio, pues les enriquece curando sus ganados y preservando de la muerte a sus brutos. Por esta razón en el reino de Francia y en otras muchas partes crían en las piaras un ceboncillo y le señalan con una campanilla, para que se conozca que está ofrecido al santo, y es tan grande la estimación y aprecio que hacen de ellos que si acaso por desgracia hurtan alguno sienten más su pérdida que si les faltasen otros muchos".
LOS ANTONIANOS Y LAS COFRADÍAS DEL SANTO
La Orden de los antonianos, muy antigua (según Luis de Urreta de la Orden de Predicadores sería del año 360 y fundada por el Preste Juan) y muy vinculada a los principales caminos de peregrinación en Europa y Santos lugares, tuvo una Encomienda mayor en Castrogeriz y casas en Salamanca, Medina del Campo, Toro, Benavente, Segovia y Valladolid, sólo por mencionar las más cercanas. La Orden funcionó como tal desde que Honorio III la confirmó como verdadera religión y tomó a sus maestres y hermanos bajo su protección, hasta que fue suprimida, al menos en España, por una Bula de Pio VI en 1787. La costumbre de que los demandaderos que pedían para los hospitales llevasen la Tau en el pecho o una campanilla con la misma cruz, hizo muy populares durante la edad media a todos los hermanos de las casas de San Antón, que vestían hábito negro con la Tau azul en la parte delantera. Ellos se encargaron de popularizar en el medio rural (por sí mismos o por medio de la institución de cofradías) la costumbre de que un cerdo, con la campanilla señalada con la Tau tuviese el privilegio de poder entrar en cualquier corral durante todo el año, decidiéndose su suerte el 17 de enero, o bien por sorteo o bien adjudicándoselo al propietario del primer corral que visitase el marrano la mañana de ese día. Los antonianos se habían especializado en atender a enfermos de peste, de lepra y otras enfermedades, pero principalmente a los enfermos de ergotismo, también llamado fuego sacro (sacerignis) o fuego de San Antón, que sobrevenía por ingerir el ergot o cornezuelo, toxina que contaminaba el centeno y a veces también el trigo y la cebada. Esta fue la razón por la que se popularizó la costumbre de ofrecer al santo el peso de los hijos en harina o en pan, para evitar que les afectase esa enfermedad, que se traducía en alucinaciones, temblores y muy frecuentemente en gangrena por la necrosis de los tejidos. De ahí derivó la tradición de hacer panecillos antropomorfos de cebada, centeno o trigo que vinieron a denominarse finalmente panecillos de San Antón.
SANTIAGO PEREGRINO
Entre los santos, la Iglesia siempre contó con algunos -Santiago, Santa Brígida, San Amaro, San Geroldo- a quienes el peregrino se podía encomendar con la certeza de que su demanda de ayuda sería elevada de la mejor forma posible hasta Dios o la Virgen. De San Geroldo, a quien la iconografía presenta atravesado por una lanza y vestido de peregrino (a veces también con una palma), hay abundantes leyendas -casi todas centroeuropeas- acerca de sus innumerables viajes y de la autobiografía que se encontró junto a su cadáver. De Santa Brígida o Birgit, que nació con medio siglo de diferencia con respecto al anterior, también hay abundantes relatos de los desplazamientos a Santiago (con su esposo) y, ya siendo viuda, a Roma -acompañada por su hija Catalina- y a Jerusalén y los Santos Lugares. De San Amaro, francés y nacido en el siglo XIII como San Geroldo, hay unos gozos que todavía se cantan en aquellas parroquias que conservan su cofradía y su novena y que dicen:
Más de una vez te encontraron/ esperando en los caminos
a los pobres peregrinos/ que a ti cansados llegaron
y cargártelos miraron/ con un esfuerzo inaudito,
intercede por nosotros/ Amaro, santo bendito.
La iconografía del apóstol Santiago nos revela la indumentaria del peregrino: el bordón o bastón (con el que, según recientes investigaciones, el viajero avezado podía calcular la distancia que le separaba de un punto en el horizonte), el sombrero de ala ancha, la calabaza y el zurrón de piel de ciervo. El rosario y una caja o tubo de hojalata para guardar los documentos completaban el atuendo externo.
SANTA AGUEDA
Santiago de la Vorágine recogió en su famosa Leyenda dorada la tortura que sufrió Agata o Agueda, hija de un noble de Catania, de parte del cónsul de Sicilia Quintiliano, quien no dudó en someter a la joven a innumerables malos tratos hasta llegar al hecho que define a la santa como protectora de los males en el pecho de la mujer. Escribe Vorágine: "Quintiliano mandó a sus esbirros que laceraran a la joven en uno de sus pechos y que luego, para aumentar y prolongar su sufrimiento se lo arrancaran lentamente. Mientras estaban cumpliendo esta orden, Agueda dijo al cónsul: -Impío, cruel y horrible tirano, ¿no te da vergüenza privar a una mujer de un órgano semejante al que tú, de niño, succionaste reclinado en el regazo de tu madre? Arráncame no uno, sino los dos, si así lo deseas: pero has de saber que aunque me prives de éstos, no podrás arrancarme los que llevo en el alma consagrados a Dios desde mi infancia y con cuya sustancia alimento mis sentidos". Tras la extirpación Quintiliano ordena que la encierren sin alimento y sin cura, prohibiendo terminantemente que ningún médico accediera a la cárcel. Agueda recibe la visita nocturna de un anciano quien, bajo la excusa de que conocía la forma de curar los pechos le pide a la joven que se los enseñe. Ésta se resiste y alega que tiene a su disposición el poder de Jesucristo que con una sola palabra restaurará lo dañado. En ese momento el anciano se descubre como un apóstol enviado por Cristo, en concreto San Pedro, y le sana, retirándose después en medio de un gran resplandor. Quintiliano insiste en su maligno propósito pocos días después al ver que Agueda está curada y pretende quemarla viva, aunque al intentarlo se produce un terrible terremoto y posteriormente un levantamiento popular a favor de la joven que disuade de nuevo al tirano y Agueda es devuelta a la prisión donde ruega a Dios que la lleve de la tierra al cielo. Al morir es acompañada por un cortejo de jóvenes bellísimos que aportan una lápida para poner sobre su tumba. En la lápida se leía la inscripción "Mentem sanctam, spontaneam, honorem Deo et patriae liberationem", lo cual quiere decir "tuvo un alma santa, se consagró al Señor decididamente, dio honor a Dios y alcanzó el premio de la vida eterna". Al menos aquí en la tierra se la recuerda el día 5 de febrero y este último epitafio aparece desde hace siglos en numerosas campanas que están dedicadas a ella y que eran costeadas casi siempre por su cofradía.
DANZAS RITUALES
En general se insiste, en casi toda la documentación sobre danzas rituales en Castilla y León, en la presencia de ocho danzantes (seis ocasionalmente) que iban guiados por un personaje principal, destacando en su función y en su indumentaria el llamado botarga o birria, personaje bufonesco de singular importancia en la enseñanza de estas danzas. En cada localidad adquiere un nombre diferente: birria, botarga, el galleta, cachibirrio, cachiburrio, cachidiablo, el bobo, el gracioso, el zorra, zarragón, payón, zarrón, pelotero, vejiguero, chiborra, colacho, tetín, zarramoscas, etc. Este cargo lo ostenta un danzante mayor experimentado que conoce perfectamente el baile antiguo y lo ha practicado mucho para poder llegar a dominarlo, sentirlo y poder transmitir ese espíritu a sus alumnos. Es un intermediario entre la tradición antigua y los tiempos actuales con lo que es en un principio muy respetuoso con esta tradición para hacerla llegar a las generaciones siguientes con la mínima distorsión, tal y como a él le ha sido entregada.
Los varones jóvenes, solteros o los quintos, siempre fueron los encargados de realizar estas danzas, donde la mujer tenía vetada su entrada. Es poco frecuente, salvo en el renacimiento y el barroco que la mujer formara parte de estas danzas procesionales, cuyo papel quedaba relegado a los tejidos de cintas en algunas zonas levantinas o catalanas, los bailes llamados de las pastoras o de las gitanas, formando parte de las danzas en nuestra región en épocas muy recientes. Incluso cuando era necesaria la presencia de una mujer en la danza, era un hombre travestido de sayas, mandil y pañuelos (la denominada "dama", "madama" o filandorra) quien representaba el papel femenino.
REPERTORIO
La danza de paloteo a pesar de su constatada antigüedad y fidelidad a la tradición es un repertorio dinámico y en ocasiones anualmente se estrenaban nuevas coreografías que se creaban entre la propia cuadrilla o siguiendo los dictámenes del director de danza, el chiborra o birria. De hecho se puede hacer un seguimiento desde el siglo XV de los temas que se han ido incorporando hasta la actualidad, repasando sucesos de la francesada, cuplés, tonadillas del siglo XVIII, romances renacentistas, canciones líricas del XV y XVI.También hay que tener en cuenta que las danzas pocas veces son específicas de un lugar, copiándose continuamente de unos pueblos a otros ante el olvido y el posterior rescate que ha sido constante en la historia de la danza de paloteo, la contratación de maestros de baile en unos y otros pueblos que obviamente enseñaban las mismas danzas en diferentes lugares, la presencia del mismo músico para toda una comarca, etc.. A partir del siglo XVI empiezan a ser frecuentes los datos extraídos y citas de crónicas, visitas pastorales, libros de fábrica o municipales que refieren el desarrollo de estas danzas, sus trajes, instrumentación, composición y orden. Desde entonces, aunque podamos retrotraernos bastantes años más en el tiempo, tonadas y coplas populares del momento han ido conformando el repertorio de la danza y desarrollándose en una coreografía. Existe un nutrido grupo de piezas, que se conocen al menos desde el siglo XVI en muchas partes de la geografía española e incluso portuguesa: "Esta sí que es la cruz verdadera", "Señor mío Jesucristo", "el verde retamar", "Tres hojas en el arbolé", "la pájara pinta", "quien quiere entrar conmigo en el río" "pastor si vienes a verme" que nos hablan de una antigua y extendida tradición que se practica en toda la Península Ibérica.
PROHIBICIONES
En la comunidad de Castilla y León, este paloteo, palilleo, troqueo o palitroque ha ido despareciendo de manera rápida en los últimos cincuenta años junto a otras muchas manifestaciones culturales. Bastantes localidades han perdido ya de forma definitiva su danza, otras la mantienen a medias, como un hecho "folklórico" aislado, más propio de un escenario que de las calles del pueblo o de la cofradía que las acompañó siempre.
La pérdida de la danza se debió a diferentes motivos, desencadenados muchos de ellos tras el desastre de la guerra civil y por las consecuencias del éxodo rural de los jóvenes a las ciudades, pero también por el cambio de valores trastocados por el mundo urbano. En ocasiones, la autoridad eclesiástica se manifestó en contra de determinados usos o fórmulas coreográficas, por considerarlas poco apropiadas para la fiesta o el lugar. En el templo, en particular, fueron muchas las prohibiciones hasta la promulgación por Carlos III en 1777 de una Cédula Real sobre disciplinantes, cruces de mayo, empalados y bailes en las iglesias, en especial en sus interiores, lo que hizo variar la costumbre en muchos pueblos. El dictamen acabó con muchas danzas de paloteo o procesionales mientras otras se mantuvieron y sobreviven actualmente persistentes en el apego a las tradiciones. Algunos "manuales" para párrocos tampoco fueron favorables a la continuidad de estas danzas: "Es también abuso -dice el libro que se muestra en esta vitrina- o mejor dicho la más horrenda profanación, el permitir que en las danzas, que suelen hacerse en las procesiones, vaya haciendo visajes y figuras ridículas el que hace de gracioso, llamado en algunas partes el birria."
Por poner uno de los muchos ejemplos de estas prohibiciones, que no siempre se hicieron efectivas, anotamos la que aparece en el libro de la visita pastoral del Obispo de León en 1925 que realizó a la villa palentina de Cisneros, el 3 de febrero de ese año. El Obispo de León aprueba en dicha visita los nuevos estatutos de la Cofradía, insistiendo que "en ese día (el 8 de septiembre) llevaran los cofrades su venerada imagen en solemne procesión y acompañándola con la danza ateniéndose en todo momento a las normas de la Iglesia y a las disposiciones del Prelado, a este fin se recuerda que está severamente prohibido que la danza entre en el templo o que se toquen en él instrumentos fragosos de música...".
CAPAS Y CHISTERAS
La capa de respeto o de chiva se usaba en algunas zonas de Zamora en diferentes ocasiones, todas ellas relacionadas con algún momento solemne como en la Semana Santa o en alguna misa dicha por un hermano difunto. En cualquier caso, la seriedad siempre exigida a los hermanos en los estatutos llegaba también a la indumentaria y algunas cofradías recomendaban capa y sombrero de copa incluso para las situaciones ceremoniales.
Viernes Santo en Bercianos. Fotografía López Heptener | Cofradía de San Sebastián de Villasandino (Burgos) |