31-03-2010
Una de las primeras personas que utiliza la palabra "imaginario" para referirse al conjunto de conocimientos intelectuales o gráficos que, en forma de magma simbólico, sirven de motor al ser humano, es Cornelius Castoriadis. El término usado por el filósofo francés nacido en Estambul se adecúa muy bien a lo que se ha pretendido en esta exposición. Detrás de las imágenes, que son la representación más visible y valiosa de la Pasión, hay todo un conjunto de saberes que las dieron origen y contribuyeron a tallar y retratar sus expresiones, sus posturas, su carácter: es esa iconografía antigua, esos relatos pretéritos, aquellas leyendas asombrosas que alimentaron las miradas y las mentes de miles y miles de personas y sostuvieron su fervor durante siglos. Ese imaginario, construido en un lenguaje compartido y comprendido, ha arrastrado consigo personajes, anécdotas, oraciones, canciones, usos convertidos en costumbre y toda clase de elementos con los que se ha ido edificando el recuerdo y la piedad. Castoriadis decía, atreviéndose a contradecir a Aristóteles, que lo que la sociedad busca y necesita no es la sabiduría sino la creencia. Es decir, no los conocimientos científicos y pretendidamente reales sino la certeza personal de lo creíble. Y este imaginario de Pasión se aproxima mucho a esa búsqueda. Es lo inmaterial, el patrimonio no tangible que reside en nuestra memoria y que regresa en forma de gesto, de sonido, de aroma o de expresión. A cualquier persona que haya contemplado alguno de los yacentes de Gregorio Fernández le asaltará probablemente la duda de cuál sería el modelo que Fernández tenía y recreó en su mente para plasmar su obra. Modelo medieval y seguramente usado para integrarse en una representación ritual ya que algunas tallas tenían una especie de cajón a la altura del corazón que servía de viril para contener las sagradas formas en Semana Santa haciendo las veces de sagrario y formando por tanto parte de una liturgia.
¿Y quién enseñó los símbolos de la Pasión a la bordadora que realizó el precioso paño de altar que se puede contemplar en esta exposición? Esta muestra -generosa en textos y deudora de símbolos y signos-, contribuye a responder a algunos de los interrogantes que podrían suscitarse al revisar la Semana Santa o también a crear nuevos campos para el estudio y la indagación.
Agradecimientos:
Colección Caja España-Museo Etnográfico de Castilla y León
Colección Luis Resines
Convento de Santa Isabel, Valladolid
Colección Arte de Occidente
Colección Carlos Porro
La Semana Santa nos ofrece hoy, partiendo del relato evangélico de la Pasión y muerte de Jesús, un conglomerado interesantísimo de tradiciones, costumbres, leyendas, rituales y creencias cuya significación condiciona una época del año y cuya preservación ha estado a cargo de la propia Iglesia, de la sociedad y de las cofradías y hermandades. Entre las tres, son éstas últimas las que, herederas de una riquísima historia de beneficencia y piedad cristianas (ya en las Cortes de Valladolid de 1258 se habla de cofradías para dar de comer a los pobres, para enterrar a los muertos y para luminaria) han mantenido con sus estatutos particulares una cierta disciplina en el correcto cumplimiento de sus fines. Éstos, por lo general, eran, además del perfeccionamiento personal de los cofrades, invitar al resto de la comunidad a observar las prácticas religiosas prescritas por la Iglesia durante el año, así como (a través del ejemplo) promover el fervor y la piedad populares con devociones concretas durante la Cuaresma que culminaban en la conmemoración de la Pasión de Cristo y, a veces, su escenificación. Esta conmemoración se llevaba a cabo de diversas formas, aunque una de las más arraigadas era la de los desfiles procesionales, acompañando los cofrades a una cruz o unas imágenes que fuesen objeto de su especial veneración. Los miembros de cada cofradía según su propio deseo (hasta el siglo XVIII) tenían distintos cometidos y obligaciones: unos eran penitentes y otros eran cofrades de luz o de cera, es decir, los unos se comprometían a hacer determinados sacrificios o penitencias públicas (como irse azotando o flagelando en la procesión, cosa que fue prohibida por una real orden de Carlos III en 1777) y los otros a iluminar o costear la iluminación del desfile procesional. El incumplimiento de los ofrecimientos era sancionado por la Junta General, que tenía lugar una vez al año, con un castigo económico que engrosaba las arcas, generalmente exiguas, de la cofradía. A partir del XVIII y tras el edicto real casi todos los cofrades pasaron a ser de luz y, posteriormente, la misma evolución de la primitiva filosofía de las cofradías vino a cambiar su influencia dentro de la sociedad.
La preparación
La Cuaresma cambiaba el escenario, las actitudes y la liturgia del año, aunque no venía a hacerlo de repente, llamaba a la puerta, eso sí, con el seco aldabonazo de la ceniza del miércoles, instituído por la Iglesia para completar los treinta y seis días de ayuno de la Cuaresma con cuatro más (el miércoles de ceniza y los tres días siguientes). La figura alegórica de la Cuaresma representada por una señora (vieja en algunos casos) con siete piernas ?que correspondían a las semanas que duraba- y llevando frutas, verduras, un pez y un bacalao seco, se hizo muy popular en la iconografía popular.
A comienzos del siglo XII ya se usaba la costumbre de vestir sayal y cubrirse de ceniza para recordar el origen y el destino del hombre. Dentro de la Cuaresma, aún se permitía celebrar en su primer domingo los llamados "bailes de piñata" cuya tradición central, la de romper una olla, pudo tener antecedentes religiosos que, por alguna razón, salieron de su tiempo normal y se desritualizaron. Covarrubias menciona una costumbre mantenida durante siglos en la catedral de Zamora que consistía en colgar un cántaro del techo y bambolearle de una parte a otra hasta que pegaba en lo más alto y se rompía, pronunciándose entonces "ciertas palabras conceptas, significándonos por ellas consideremos nuestra fragilidad". Sea como fuere, los bailes de ese día se coronaban con un acto en el que, o bien se rompía una olla conteniendo algo (agua, caramelos, regalos) o bien se prendían de una piña varias cintas, una de las cuales estaba fuertemente sujeta y servía para designar como reina del baile a la joven o pareja que tuviese la fortuna de tirar de ella.
El calendario
El papa Hormisdas (siglo VI) encargó a un monje alemán erudito y gran matemático llamado Dionisio ?al que apodaban "el exiguo"- que elaborara unas tablas o cómputos que pudiesen sustituir a los calendarios de César y de Diocleciano. En aquella época Alejandría y Roma se disputaban el honor de calcular cuándo caería la Pascua cristiana. Dionisio se inclinó por los cálculos de Alejandría. A pesar de sus errores (aparentemente no existía el año 0 y además calculó mal la fecha del reinado de Herodes en cuatro años) se adoptó el nuevo cálculo y a partir de Beda el venerable se hizo oficial. El Domingo de Ramos, comienzo de la Semana Santa, sería el primer domingo después de la primera luna llena del equinoccio de primavera. Si ese día cayera en domingo se trasladaría a la siguiente semana, ya que según el Concilio de Nicea (siglo IV) no debía coincidir el Domingo de Resurrección con la Pascua judía.
Durante la Cuaresma tenían lugar, en casi toda España, los "calvarios" o Via Crucis, ejercicios piadosos divididos en catorce estaciones, cantadas o rezadas, que se iban recorriendo dentro del templo o, si el tiempo no lo impedía, a lo largo del camino jalonado de cruces de piedra que separaba la iglesia del cementerio, ermita o humilladero cercanos a la localidad.
La tercera semana de Cuaresma se comenzaba a "cumplir con la Iglesia", yendo todos los feligreses a confesar y, sobre todo los mozos y mozas, a ser examinados de sus conocimientos de "doctrina" por el cura párroco. La Iglesia se ocupó desde siempre (públicamente a través de las "misiones" y particularmente por medio de las "cartillas") de instruir a sus hijos en el conocimiento de las bases sobre las que estaba asentada la fe cristiana.
El Domingo de Ramos se bendecían las palmas o ramos (de olivo, de encina, de tejo, etc.) que después repartía el mayordomo de alguna cofradía entre la gente para que, colocados a la puerta de las casas, protegieran así a sus moradores de todo mal, en algún caso se utilizarían también, ya hechos cenizas, para la ceremonia de imposición de la ceniza del año siguiente. El Domingo de Ramos se hacía procesión por la iglesia o por el camposanto anejo (antes de que los cementerios fueran llevados por medida higiénica lejos de las poblaciones) y se solía estrenar alguna prenda de vestir.
El miércoles por la tarde o el jueves empezaban los oficios a los que se convocaba con el toque de la matraca de la torre parroquial (si la había) o con el sonido estridente de las carracas y "carrancones" que los monaguillos hacían oir por las calles. La costumbre de las Tinieblas, que la propia Iglesia aceptaba con la frase "concluida la oración, se hace un poco de ruido" , se mantuvo hasta que los muchos y persistentes abusos acabaron con la paciencia de los párrocos: los niños más traviesos se entretenían en clavar al suelo con puntas, aprovechando la confusión y la oscuridad reinantes, el mantón de las señoras mayores que estaban arrodilladas para burlarse luego de ellas cuando pretendiesen, vanamente, levantarse, no era menor la broma de enlazar los flecos de los mantones y encadenar de ese modo a diez o doce mujeres que se veían obligadas a reunirse en casa de una de ellas para liberarse de tan curioso cautiverio.
El Jueves Santo solía también entregar el cura al alcalde la llave del sagrario y realizar, como ejercicio de humildad, el lavatorio de pies a los pobres, a los ancianos o a los hermanos de la Cofradía del Santísimo. El Viernes Santo, se llevaba a cabo la función del Descendimiento, costumbre que ha llegado hasta nuestros días en unas pocas localidades, y que se realizaba con una imagen articulada de Cristo, la cual se iba desclavando cuidadosa y devotamente de la Cruz para colocarla en una urna que hacía las veces de sepulcro, todo el proceso estaba acompañado de oraciones, sermones y el rezo del santo Rosario y terminaba con la procesión del Entierro.
El Sábado de Gloria o, posteriormente, el domingo de Resurrección -y después de la procesión del Encuentro, celebrada con fervor en muchas localidades-, tenía lugar en algún pueblo la función del Judas, en la cual se formaba un "pelele" con trapos, que era quemado o destrozado a tiros tras de lo cual se arrojaban contra el suelo los pucheros y las ollas viejas que se habían recolectado antes entre los vecinos, a la costumbre de acudir la gente a presenciar largas representaciones de la Pasión, de alguna de las cuales pudo desgajarse el episodio del ahorcamiento de Judas, habría que añadir lo oportuno de quemar un monigote que lo representara (a veces se le echaba en la misma hoguera en que ardían los ramos del año anterior).
Las fuentes
HISTORIA de las fiestas de la iglesia y el fin con que han sido establecidas
Traducida del francés al castellano por D. Joaquín Castellot, Presbítero
Madrid: (Con licencia en la oficina de Pantaleon Aznar, año 1788)
ESPESO Y LOZAR
Nociones de Historia Sagrada
Valladolid:Imp. Hijos de J. Pastor, 1890
Doctrina
(Sermones de la Semana Santa)
ca. 1750
Fray Miguel SANTANDER: Doctrinas y sermones para misión
Madrid: Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia, 1803
Francisco Jorge TORRES: Repertorio de Párrocos, tomo I
Madrid: Imp. de José Mª Alonso, 1850
Exégesis y devoción
San Alfonso LIGUORI: Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima para todos los días del mes
París, Mejico: Librería de Ch.Bouret, 1885
Rafael de los REYES: Hermosura y amor del Corazón de Jesús
Madrid: Imp. de San Francisco de Sales, 1902
Enrique PEREZ ESCRICH: El mártir del Gólgota, tradiciones de oriente
Madrid: Librería de Antonino Romero, 1906
SALAMO, Simon y GELABERT, Melchor: Regla de vida util a los pobres y pueblo menos instruido, muy saludable a los ricos y a las personas doctas
Valladolid: Imprenta de Juan de la Cuesta y Compañía, 1881
P. Segismundo LEONARDI:El simbolismo del Sagrado Corazón de Jesucristo. Sermones breves de mucha doctrina sobre Cristo, excelente lectura y meditación para el mes de junio...
Bilbao: El mensajero del C. de Jesús,
Liturgia y ceremonial
Llibre del Mestre de Ceremonias que es y será en la Catedral de Barcelona
Manuscrito, 1813
OFICIO de la Semana Santa y Semana de Pascua en latin y castellano
6ª Ed. Trad. por Dr. D. .Josef Rigual
Madrid: Imprenta Real, 1817
Fray Francisco JESUS MARIA: Ceremonial rural o de pequeñas iglesias para las principales fiestas del año que Benedicto XIII mandó ordenar para todas las iglesias de Roma y para las de España
Burgos: Establecimiento tipográfico de D.Sergio de Villanueva, 1848
LOBERA Y ABIO
El por qué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios
Breviarium Romanum
Madrid: Typis Reglae Societatis, 1850
José de LEGLISA Y PINEDO: Oficio de la Semana Santa y Semana de Pascua
Madrid: Imprenta de Barbon, 1842
Epistolae quae per totum annum leguntur tam de tempore, quam de sanctis
Madrid Typographia Sanctae Cruciatae - Diuini Officii, 1675
Fuentes canónicas
Es evidente que el paso de los siglos ha multiplicado el número de fuentes que, o bien antiguas o recientemente descubiertas, narran un hecho histórico que siempre despertó interés. A los textos llamados canónicos (los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan) o sinópticos (los de Mateo, Marcos y Lucas) ya que leídos en una sola mirada prácticamente venían a decir lo mismo, se unieron opiniones de guías y exégetas encargados de velar por una correcta explicación de los episodios evangélicos. San Atanasio, San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Agustín, San Ambrosio o San Jerónimo dejaron en sus escritos los comentarios y opiniones ortodoxas sobre la vida de Cristo y el ministerio de sus Apóstoles. Posteriores escritos como la Leyenda dorada de Jacobo de Vorágine, el Vita Sanctorum de Bollandus o el famoso Año Cristiano de Jean Croisset, fueron ejes que mantuvieron una interpretación correcta y mesurada de los hechos narrados en el Nuevo Testamento.
La tradición
A esos textos se unieron a lo largo de los siglos otros escritos contemporáneos que, en cada momento, fueron más allá de la simple historia, creando un halo de misterio y de leyenda que, sin duda, atrajo tanto la atención de las mentes sencillas como de los amantes de lo complicado. Esos relatos, sacados de primitivas narraciones, denominadas Apócrifas desde el momento en que la Iglesia creó y difundió un canon (desde el siglo IV), se popularizaron por medio de libros piadosos, de hagiografías mejor intencionadas que escritas y, en suma, de la propia predicación de los párrocos rurales que buscaban atraer a sus numerosos feligreses con historias seductoras y muchas veces fantásticas que trataban de completar lo que aparentemente "faltaba" en los escritos canónicos.
La difusión
Durante la Semana Santa se interpretaban composiciones que hacían referencia a los distintos pasajes de la Pasión de Jesucristo y que servían para excitar el fervor y la imaginación de los fieles. Por lo general, estaban escritas en quintillas o en romance. Entre estas últimas colecciones destacan por su difusión y popularidad los llamados "Catorce Romances de la Pasión". Doce de ellos son, con leves variantes, poemas pertenecientes al Romancero espiritual de Lope de Vega (del I al XII), siendo el XIII obra de José de Valdivielso.
Uno de ellos es "Coronado está el Cordero", que describe la coronación de espinas, con los golpes y vejaciones que sufre Jesucristo por parte de sus guardianes. Finaliza con unas consideraciones en que se invita al alma a ablandarse y seguir un superior modelo de vida. Otro texto es el titulado "En tanto que el hoyo cavan". Narra la escena en que se despoja a Cristo de sus vestidos y se le arranca la corona de espinas antes de colocarle sobre la cruz y clavarle en ella. Se invoca a María, en el trance amargo, para que el alma deje ese endurecimiento de "pérfido mármol" y se convierta. Otro ejemplo es el que lleva por título "En el doloroso entierro", donde se describe la oscuridad que inunda el mundo a la muerte de Cristo, el amortajamiento y el descenso del cuerpo al sepulcro. El autor hace hablar finalmente a Jesucristo para convencer al alma de que su amor a la virtud servirá de vínculo entre ambos al morir el pecado y resucitar a una nueva vida.
En otro romance, el de "El arado y la Pasión de Cristo", se van comparando las piezas y funciones del arado con diversos objetos y momentos de la Pasión. La cama es la cruz, el dental, el cimiento, el timón, la saeta que le traspasa el costado, los terrones, las caídas de Cristo hasta el Calvario, la semilla, la sangre que derramó, etc. Del mismo modo, en "La baraja", de origen dieciochesco, se narra la historia de un soldado al que acusan de estar jugando con unos naipes en misa. Se defiende haciendo uso de las figuras de las cartas para explicar la Pasión de Cristo y describir algunos de sus personajes.
Difusión oral e impresa
Pliegos, aleluyas, manuscritos
VIA CRUCIS
1872
Imprenta de Roca
Manresa
MISTICA Y CONTEMPLATIVA RELACION que refiere la sagrada Pasión y Muerte dolorosa de Cristo nuestro amante Redentor
Plaza de la Cebada nº 96
Madrid
Es un romance a lo divino (contrafacto) de un texto sobre Bernardo del Carpio
UN SOLDADO ESPAÑOL de guarnición en Cuba, meditaba en la PASIÓN DEL SEÑOR A TRAVÉS DE LA BARAJA. El curioso lector verá la causa instruida y la sentencia absolutoria
10 de septiembre de 1948
M.R.de Llano, Rodas 6
Madrid
HISTORIA DEL NUEVO NAVEGADOR ó sea relación de la Sagrada Pasión y muerte de JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR
Despacho, calle Juanelo nº 19
Madrid
DECIMAS NUEVAS de la sagrada pasión y muerte, resurrección y ascensión gloriosa a los cielos de N. S. Jesucristo...
1850
José Antonio Ferreres (reimpreso)
Tortosa
LAS SIETE PALABRAS Que Nuestro Señor Jesucristo habló en la Cruz
Universal
Madrid
Las Siete palabras que Cristo habló en la Cruz / Despedida de la Santísima Virgen a su hijo / COPIA AUTÉNTICA DE LA ORACIÓN que fue hallada en el Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén, de la cual Su Santidad tiene su verdadera copia en el Oratorio del Rey Felipe II y depositada en una lámpara de plata, que dice así...
El Via Crucis, introducido en España por los franciscanos, tuvo notable arraigo en nuestra tierra y buena prueba de ello son las catorce cruces de piedra (denominadas popularmente "calvario") que, partiendo de la iglesia, hacían un recorrido por los alrededores para volver, siempre en procesión, al punto de partida. En ese camino se interpretaban textos y melodías que normalmente se habían publicado en imprentas dedicadas a este tipo de literatura.
La Pasión en quintillas o en décimas fue, durante más de doscientos años, uno de los textos más populares para este tiempo, difundido a través de numerosas impresiones y reimpresiones o por medio de cuadernillos manuscritos conteniendo estas oraciones y otras similares cuyas melodías se transmitían de padres a hijos con variaciones en cada generación.
El encuentro. El sábado de gloria o, más recientemente, el domingo de resurrección se hacía una procesión por las calles de pueblos y ciudades titulada "del encuentro" en la que las imágenes de Jesús y de su Madre se encontraban y saludaban creándose una auténtica representación popular que se acompañaba con albricias y cánticos de alegría por la resurrección de Cristo y el final del tiempo de dolor.
CHEMIN DE LA CROIX
Este juego tiene 63 casillas como el de la oca. Como en la oca también, va haciendo avanzar al jugador cada 5 y 4 casillas sustituyendo al ave por estaciones de la Pasión de Jesús. Muchos elementos de los emblemas renacentistas ?muy fomentados también por los jesuitas- vuelven a aparecer aquí (corazón, ancla, pelícano haciéndose sangre en la pechuga para que se alimenten sus hijos, muerte simbolizada por una calavera y unas tibias, etc, etc). El tablero, con las cuatro esquinas guardadas por los nombres de los evangelistas, recuerda la oración infantil de las cuatro esquinitas que se rezaba antes de dormir.
ALELUYA
Vida de Nuestro Señor Jesucristo
Despacho: Sucesores de Hernando, Arenal, 11. Madrid. (nº48)
Los personajes principales
Un texto del Romancero espiritual, de Lope de Vega, otorga el protagonismo popular de la Pasión a Cristo y su Madre:
Los dos más dulces esposos/ los dos más tiernos amantes
Los mejores, Madre e Hijo, / porque son Cristo y su Madre...
Las devociones populares, independientemente de la fe -que es requisito imprescindible y sólida base sin la cual no se sostendrían aquellas en el tiempo-, suelen responder a sentimientos humanos, pero también a fórmulas universales y motivos legendarios que se acomodan sin dificultad en relatos históricos, en especial si éstos tienen su origen en algún hecho inexplicable a la luz de la razón. La historia del Cristo que padece por la humanidad y la respuesta dolorosa de su Madre tienen, en ese sentido, elementos suficientes para poder ser observadas a la luz de los sentimientos humanos y de la tradición o, lo que es lo mismo, a la luz de un análisis antropológico.
Una de la imágenes más populares en la iconografía de la Pasión es la de Cristo antes de la crucifixión, es decir cuando ha sido coronado de espinas según relatan Mateo y Marcos con palabras sinópticas y antes de ser ayudado por Simón de Cirene, lo cual quiere decir en el momento de mayor furor de sus enemigos y en el de mayor aceptación de su destino del Cristo-hombre. El instante por tanto más difícil pero más ejemplar del Dios-persona que acepta las burlas a sabiendas de que podría no aceptarlas. Su humildad le coloca por encima de sus verdugos y le convierte de ese modo en el ejemplo del mártir a quien imitar, tanto en su comportamiento como en sus convicciones.
De la Virgen, conserva la devoción popular la imagen de sus siete dolores: la profecía de Simeón al ser presentado Jesús en el templo, la saña de Herodes, las angustias por su hijo perdido hasta que lo halla en el templo, el encuentro camino del Calvario, la crucifixión y muerte, el descendimiento y la sepultura.
Probablemente la imagen más difundida desde el siglo XIV de ambos, Cristo y María juntos, es la conocida como La Piedad, en la que la Madre sostiene al Hijo muerto sobre las rodillas, a diferencia de otras imágenes anteriores en que se hallaba aún en la cruz. Los franciscanos ayudaron a divulgar la imagen contribuyendo a crear cofradías que difundieron la devoción.
Los personajes secundarios
Muchos de ellos son conocidos tan sólo por un episodio, como Malco o Dimas. Otros, como Pilato o Herodes por una trayectoria más o menos documentada. Aunque la historia demuestra, por ejemplo, que Herodes murió cuatro años antes del nacimiento de Cristo, la crueldad que los cronistas de la época le atribuyen contribuyó enormemente a crear una serie de leyendas sobre sus crímenes, siendo la más célebre la de la degollación de los inocentes.
Respecto a Pilato, muchas leyendas le atribuyen origen francés y alguna español (nacido en Astorga), habiendo recibido el nombre de Poncio tras conquistar la isla Ponciana o del Ponto. Según Beda el venerable fue el primero que puso la mano sobre Jesús para flagelarle, aunque otras fuentes opinan que fue el centurión Longinos por encargo del propio gobernador de Judea.
Los símbolos
Muchos autores, San Ambrosio entre ellos, atribuyen a Santa Elena ?mujer de Constancio Cloro y madre de Constantino- el hallazgo de la cruz en que Cristo fue crucificado, gracias en unos casos a un sueño profético y en otros a la revelación de un judío llamado Judas. Por la cruz -el método de ejecución que los persas transmitieron como el más deshonroso de la época-, Cristo vence a la muerte y nos salva definitivamente de su dominio negativo al añadir, a las virtudes de la fe y el amor, la esperanza como crucial elemento de tensión en la vida del cristiano. Tal vez por ese acto positivo y universal, hasta la misma naturaleza, representada en la madera que sostiene al Salvador, se quiere unir al ser humano y participar en la sublime escena. Apenas hay acuerdo sobre el material utilizado: unos afirman que estaba hecha del mismo manzano que perdió a Adán, otros, que de los ramos que recibieron a Jesús en Jerusalén. Jeremías profetiza que sería de venenoso tejo, Baronio que estaría hecha de ciprés, boj, cedro y pino. Los más opinan que de encina, pues según Becano ?el jesuita que armonizó los evangelios con la ley antigua- era el árbol utilizado por los romanos para crucificar a los delincuentes. En San Isidoro de León hay unos versos que dicen: "La cruz del Señor era de cuatro maderas, la base era de cedro, el elevado mástil de ciprés, (el travesaño) de las manos es de palmera, el título de oliva".
Pieza:
Cortina de Sagrario bordada, enmarcada y acristalada
S. XIX
Lino, hilo de oro, elementos metálicos (lentejuelas)
Colección Arte de Occidente
Algunos de los símbolos de la Pasión aparecen bordados por manos populares en diferentes paños y telas:
El pelícano de la piedad hiriéndose el pecho para alimentar a sus crías, las tijeras o el cuchillo de la circuncisión, el tarro de ungüento de María Magdalena, la jofaina y la toalla con la que Cristo seca los pies de sus discípulos antes de la cena, el asno de Jerusalén, las palmas, el pan, las uvas, las manos dispuestas para orar, las 30 monedas de la traición, el beso de Judas, el gallo, la corona de espinas, la caña como cetro infamante, el látigo de la flagelación, los clavos, el martillo, las tenazas, la escalera, la lanza de Longinos, los dados, la caña con vinagre en una esponja, la cruz, la higa de la burla, el velo del templo, el sepulcro, la copa de donde Cristo bebe en la última cena que después algunas leyendas piadosas colocan en manos de José de Arimatea para recoger la sangre del costado del Salvador y que finalmente origina la saga del Santo Grial...
La cruz y el corazón
Crónicas de las cruzadas de Jerusalén. (Osterreichische Nationalbibliothek, Wien. Códice 2533) Versol, 2005
Petrus de Ebolo: Nomina et virtutes Balneorum Putheoli et Baiarum, (Manuscrito miniado de la Biblioteca del Duque de Calabria, actualmente en la Biblioteca de la Universidad de Valencia), Scriptorium, 1997
Salterio de Ingeborg. Ed. Casariego, 1987
El sitio de Rodas. (Bibliothèque nationale de France. Ms. Lat. 6067) Ed. Versol, 1986
Historia heráldica y orígenes de la nobleza. (Biblioteca del Monasterio de El Escorial) Grial 1996
El símbolo de la cruz
Antes de que la Iglesia adoptara definitivamente el signo de la cruz como símbolo de la fe y la salvación ?alternándolo con el críptico pez o ictios (iniciales de Jesús, Cristo, Dios, Hijo y Salvador)- ya se había considerado un ejemplo de victoria. Constantino lo vio en un sueño présago en el que oía una voz anunciándole que vencería si lo usaba como estandarte y después que él muchas empresas bélicas lo tuvieron como principal señal (las cruzadas, por ejemplo). Godofredo de Bouillon lo tomó como motivo (véase la imagen de las Crónicas de las cruzadas) y como fuerza vencedora lo usa el ángel que golpea a Mohamed II, sultán turco, en El sitio de Rodas. En cualquier caso la cruz va unida a Cristo y a la derrota sobre la muerte desde su descenso al limbo: una leyenda situaba los infiernos cerca del lago Averno, en Italia, y la entrada a los mismos se practicaba a través de una cueva por donde Virgilio hizo entrar a Eneas. En el libro adjunto sobre antiguos balnearios se menciona uno llamado Tripérgula, situado justamente en ese lugar y se representa a Cristo con la cruz rompiendo las puertas del infierno.
La crucifixión
Cristo vence en la cruz a la culpa y a la muerte. Su victoria "en la gloriosa pelea" se divulga para siempre en el suave Pange lingua del obispo Fortunato:
Cante la voz del cuerpo más glorioso
el misterio sublime y elevado
de la sangre preciosa que, amoroso
en rescate del mundo ha derramado,
siendo fruto de un vientre generoso
el rey de todo el orbe más sagrado.
De nuestra carne el verbo revestido
hace, con sólo haberlo pronunciado
que el pan sea en su carne convertido
y el vino en propia sangre transformado.
Y si a desfallecer llega el sentido
con la fe, el corazón es confirmado.
Demos pues a tan alto sacramento
culto y adoración todos rendidos
y ceda ya el antiguo documento
a los ritos de nuevo instituidos:
constante nuestra fe, dé suplemento
al defecto de luz de los sentidos.
El Grial
Chretien de Troyes, probablemente basándose en la Historia de los reyes de Britania de Gofredo de Monmouth, dedicó al conde de Flandes su Cuento del grial, novela en la que se describe la búsqueda del recipiente que según unos usó Cristo como cáliz en la última cena y según otros usó José de Arimatea para recibir la sangre que salía del costado del Salvador tras ser traspasado por la lanza de Longinos. Robert de Boron, escritor inglés y Wolfram von Eschenbach, poeta alemán, extendieron con sus escritos la fama y virtudes del sagrado recipiente, ayudando a crear leyendas que han llegado a nuestros días e incluso han recibido un tratamiento cinematográfico.
Entre dos ladrones
De carácter legendario pero con un claro sentido redentor es la leyenda de la entrada en el Paraíso de Dimas, el buen ladrón: "Y mientras Enoch y Elías así hablaban ?dice un antiguo apócrifo-, he aquí que sobrevino un hombre muy miserable, que llevaba sobre sus espaldas el signo de la cruz. Y al verle todos los santos le preguntaron: ¿Quién eres? Tu aspecto es el de un ladrón. ¿De dónde vienes que llevas el signo de la cruz sobre tus espaldas? Y él, respondiéndoles, dijo: con verdad habláis porque yo he sido un ladrón y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero y creí en que es el Criador de todas las criaturas y el rey todopoderoso y le rogué exclamando: Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Y acto seguido, me dio este signo de la cruz advirtiéndome: Entra en el Paraíso llevando esto y si su ángel guardián no quiere dejarte entrar muéstrale el signo de la cruz y dile: Es Jesucristo, el hijo de Dios que está crucificado ahora, quien me ha enviado a ti". Se hacen aquí ciertas las suposiciones, ya advertidas en el Evangelio de San Pedro de que el primero en morir de los tres crucificados es el buen ladrón a quien los soldados quiebran las piernas en venganza por haberlos apostrofado y afeado su conducta con Jesús. En cualquier caso los sinópticos difieren curiosamente en el tema de los ladrones, siendo San Lucas el que refiere la misericordia de Jesús con Dimas. Otras narraciones fabulosas cuentan un encuentro del niño Jesús camino de Egipto con los ladrones, en tal circunstancia, el ladrón bueno, llamado Tito, deja escapar sin daño a la Sagrada Familia por lo que Jesús profetiza que le crucificarán a su lado y que le precederá en el Paraíso.
El corazón en llamas
Tal vez uno de las imágenes con mayor carga de simbolismo sea la del Corazón de Jesús. Desde el siglo XIII hasta el XV la iconografía va preparando el modelo de figura que representará, a partir del siglo XVII, la entrega de Cristo por amor y su sacrificio por la humanidad. Corazón, llamas, corona de espinas y cruz son los símbolos que componen el conjunto. Los cartujos, los franciscanos y sobre todo los jesuitas, se encargaron de mantener viva en el transcurso de los siglos una devoción popular que se acrecentó con los escritos de Margarita María de Alacoque o Bernardo de Hoyos, por ejemplo. El anagrama de esta exposición recuerda la gran difusión que tuvieron en España los corazones que se colocaban en la puerta de las casas, la imagen que se entronizaba en la sala de estar o las litografías que se vendían en librerías y establecimientos religiosos para ser adheridas después en cualquier lugar en el que pudiesen ser vistas sin dificultad.
Los niños Jesús de la Pasión
Desde el siglo XV la imagen de Jesús niño (dormido, despierto, bendiciendo, etc.) al que, de algún modo, se le añaden los símbolos de la Pasión, comienza a hacerse popular, si bien será el Barroco el período en que la iconografía se enriquezca ?merced a la difusión que los franciscanos hicieron de tal devoción) y llegue a ser casi agobiante. Esta imagen de una xilografía popular muestra a un Jesús niño (anterior a la imagen del niño Jesús de Praga del siglo XVII) bendiciendo con la mano derecha y sosteniendo el mundo en la izquierda. Sobre su túnica se dibujan todos los símbolos de su futuro padecimiento: la cruz, la corona de espinas, los clavos, los látigos de la flagelación, la lanza, la esponja con vinagre, los dados que usaron los soldados para sortear sus vestiduras, el martillo, las tenazas, la escalera, la columna, la mano haciendo la higa (o sea insultando), el gallo de San Pedro, etc.
Pieza:
Crucifijo con los símbolos de la Pasión
Las creencias
La palabra "Aleluya", que hoy da nombre a muchos papeles que se imprimían por una cara de un pliego, procede del hebreo y tiene un origen religioso. Significa "alabad al Señor" y se utilizó en la Biblia con ese sentido en los Salmos números 105 a 107, 111 a 114 y 116 a 118. En el libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento, en varios versículos del capítulo 19, se pone primero en boca de una multitud que se alegra por la caída de Babilonia y posteriormente dicha por los 24 ancianos y los cuatro vivientes que la usan para alegrarse por las bodas del Cordero, es decir por el establecimiento del Reino Celestial. A partir de los primeros siglos de nuestra era y especialmente desde el IV, la Iglesia introdujo el término en la liturgia, aplicándolo al momento en que el pueblo se alegraba por la resurrección de Cristo. Al alba del Sábado santo, después de rezados los tres nocturnos y tras ser bendecidos la luz y el incienso, el diácono cantaba el "Exultet iam angelica turba", pidiendo que resonaran en el templo las voces de todo el pueblo. Una vez bendecido el cirio pascual, el celebrante decía las Profecías, textos extraídos del Antiguo Testamento para instruir a los catecúmenos, último vestigio del extinto catecumenado de adultos, que se había reducido a la cuaresma y, al final, sólo a esta ocasión. Estas profecías eran fragmentos bíblicos con los que se pretendía enseñar al catecúmeno lo más interesante de la doctrina cristiana, destacando algunos pasajes que, por sus posibilidades plásticas, ya habían sido muy utilizados en la iconografía con fines generalmente didácticos.
Terminadas las Profecías y tras ser bendecida la pila con el agua, los cantores entonaban lentamente el Kirie mientras el sacerdote, con ornamentos blancos, iba hasta el altar y desde allí cantaba solemnemente el Gloria. Ese era el momento en que las campanillas de los monaguillos y las campanas de las torres de las iglesias comenzaban a sonar, acompañadas por el estruendo de las armas de fuego y el golpear de mazos de madera, de los llamados "matajudíos" contra el suelo. Se izaban las banderas que habían ondeado a media asta durante la Semana Mayor, se descubrían las imágenes y los altares y se encendían los cirios que la gente había llevado a la iglesia para que se los bendijeran y para que protegieran después el hogar durante el resto del año. Algunas personas portaban jarras para acarrear posteriormente a su casa el agua que se había bendecido, mientras que otras, en el exterior del templo y mientras duraba el tañido de las campanas se dedicaban a recoger piedras del suelo, generalmente en número de nueve, que les protegerían de las tormentas.
¡Aleluyas finas!
Pese a ser una costumbre antigua, estimada y divertida, hay poca documentación sobre la forma de ejecutar el simpático y multicolor arrojamiento de aleluyas o papeles recortados desde el coro de las iglesias. Conocemos grabados sobre niños que van vendiendo los pliegos e incluso de aleluyeros vendiendo pliegos a niños, pero escasean las láminas en las que se pueda observar la costumbre de arrojar los papelitos desde el coro sobre el público que asistía a la iglesia el día de la Resurrección. Entre esos escasísimos ejemplos hay un dibujo de Cibera que acompaña la edición decimonónica del periódico "El Duende Crítico de Madrid" y en concreto la hoja del 12 de abril de 1736, en el cual se puede observar al Duende que se incorpora de un catafalco sobre el que reza la leyenda:"Aleluya, Aleluya, que el Duende se sale con la suya" (naturalmente se refiere a que el periódico y su incansable artífice volvían a la carga después de un período de ostracismo). Delante del ataúd, y en ademán de mostrar triunfalmente algo, un niño señala hacia la parte derecha del espectador, donde otros pequeños están arrojando alborozadamente unos papeles de un tamaño como de octavo. Sin duda el grabado, publicado en 1844, reproduce la costumbre -existente todavía en la época en que se xilografía- de arrojar esos trozos de papel o vitela con dibujos bíblicos y las palabras Aleluya, Aleluya en el interior de la iglesia. Los temas favoritos de esos billetes u octavillas eran, por supuesto, la Resurrección de Cristo y la de las almas que esperaban su redención, pero también el arca de la alianza, Moisés ante la zarza ardiendo, David tocando el arpa, Abel (símbolo de la fe) ofreciendo su sacrificio, las insignias de la pasión, un cordero Pascual, unos porteadores de un enorme racimo de uvas, los cuatro símbolos de los evangelistas e incluso algunos ángeles con diferentes objetos asimilables a la época del año de que hablamos, como un ancla, tradicional sustituto de la cruz en la iconografía cristiana.
La costumbre de arrojar papeles al paso de las procesiones también es muy antigua. Sabemos que el demostrar la alegría lanzando pétalos de flores, papeles o pequeños fragmentos de piel es uso antiquísimo. Probablemente las fiestas barrocas contribuyeron en España a centrar una tradición y a dejarla reducida a unos términos que hoy, por desusados, se nos antojan excepcionales. Una de las primeras menciones que hallamos sobre el hecho de arrojar papeles que ya se llamen aleluyas nos la da el Diccionario de Autoridades en la voz "Aleluya" y en su tercera acepción que presenta en plural: "Aleluyas. Se llama por analogía las estampas de papel o vitela, que se arrojan en demostración de júbilo y alegría el Sábado Santo, al tiempo de cantarse la primera vez solemnemente por el celebrante la Aleluya. Y se les dio este nombre porque en ellas está impresa o escrita la palabra Aleluya al pie de la imagen o efigie que está dibujada en la estampa". Estamos, pues, ante una costumbre antigua, venerable y permitida por la iglesia aunque poco documentada, de lanzar al aire papelillos con la palabra aleluya y algún dibujo alusivo a la fiesta de la Pascua o su significado.