11-04-2014
Sala de exposiciones del Teatro Zorrilla (Plaza Mayor, 9, 2a planta. Valladolid)
Del 10 de abril al 11 de mayo de 2014
De martes a domingo, de 12 a 14 y de 19 a 21 h.
Catálogo de la exposición (PDF 903KB) >
Esta exposición, El humo impreso, no tiene como objetivo detallar la historia del codiciado tabaco habano, ni alabar sus exquisiteces capaces de conquistar voluntades, pero sí deseamos deleitarles con la visión de otra parte muy importante de su industria: la litográfica de sus marquillas cigarreras, vistas, bofetones, vitolas o anillas. Hermosas etiquetas para decorar las cajas de sus tabacos puros, cuya elegancia, colorido y diseños hoy forman parte del patrimonio artístico del planeta.
El uso del cigarro puro aumentó notablemente en el siglo XVIII. Ya en los años 1833 a 1845 era el tabaco la industria más importante de Cuba después de la caña de azúcar debido a la reconocida calidad del tabaco cubano, motivo por el cual se produce un incremento de las exportaciones de cigarros elaborados en la isla. Tanto su cultivo como la industria tabaquera se extienden por los cinco continentes. En un comienzo, se envasan a granel en grandes cantidades (5.000 o 10.000 cigarros); pero aumentan los fraudes y las falsificaciones en la comercialización y se opta por empaquetarlos en cantidades de 50 o 100 unidades, en pequeños mazos o en cajas de madera de cedro. Como una buena herramienta para garantizar sus marcas y mejorar la presentación de sus productos, descubren la estampa litográfica, en la que por aquellos años los talleres ya habían logrado una técnica muy depurada. Según parece, fue entre los años 1845 y 1850 cuando surgen en Cuba las primeras etiquetas litografiadas acompañando a las cajas de cigarros puros.
En 1796, el checo Alois Senefelder, afincado en Munich, en su búsqueda de un sistema de impresión barato para las partituras musicales, inventó la litografía, cuyos principios básicos tenían una finalidad comercial. Hablamos de una litografía cuando nos referimos a una estampación obtenida a partir de una matriz de piedra. En Cuba fueron decisivas dos figuras relevantes para la implantación de la nueva técnica de impresión: el dominicano Juan de la Mata (1790-1836) y el francés Santiago Lessieur y Durand (1788-1848). Algunas bibliografías sitúan al primero en Santiago de Cuba; el segundo se estableció en La Habana en 1808 y su primera edición fue El periódico musical, razón por la cual el taller era reconocido como «Imprenta Litográfica de Música de Santiago Lessieur». En 1829 cierra su establecimiento, pero otro francés, Luis Caire, funda en 1827 la Imprenta Litográfica Habanera. Sigue una época de oscurantismo y decadencia, se cierran la mayoría de talleres litográficos y se imprime casi todo en Europa. Sería en 1838 cuando se funda la Imprenta Litográfica de la Real Sociedad Patriótica de La Habana, conocida coloquialmente como «La Litografía de los Franceses», llamada así por ser franceses sus directores e impresores: Francisco M. Cosnier y Alejandro Mareau; más tarde se uniría otro litógrafo francés, Federico Mialhe, que llegó a ser el principal cronista gráfico. Sería la Litográfica Patriótica de La Habana la primera en imprimir las estampas. Simultáneamente nace la Litográfica Española de los Hermanos Costa o Litográfica del Gobierno, que dirigían Fernando de la Costa y Prades y su hermano Francisco, litógrafos del taller de José Madrazo en Madrid (ellos mismos firmaron sus impresiones). Años más tarde absorbieron la Litográfica Francesa y a partir de esa fecha se unifican: Litográfica del Gobierno y de la Real Sociedad Económica. A mediados del xix, en la isla residía una pléyade de artistas que dejó su semilla cultural en bellas impresiones de marquillas, moda, costumbrismo, paisajes. Los pioneros en incorporar las habilitaciones fueron el gallego Ramón Allones (La Eminencia) en 1840 y el francés Luis Susini e Hijo (La Honradez) en 1853, quienes demostrarían un verdadero sentido comercial y publicitario en estas novedosas técnicas de mercado. Los álbumes de marquillas La Honradez son una de las joyas de la litografía tabaquera por su abundante producción (unas 3.000), por su amplia temática y la belleza e ingenio de sus estampaciones. La colección de «Vista de los principales ingenios de azúcar» y «Álbum californiano» fueron dibujados al natural por Eduardo Laplante e impresos en La Habana en 1857; «Tipos y costumbres de la isla de Cuba» fue ilustrado en 1881 por Víctor Patricio Landaluce. Contemporáneas son también las fábricas de Julián Rivas y Eduardo Guilló que forman la historia tabaquera de esa época. En 1861 se introdujo la primera máquina de cromolitografía y en 1865 se importaba de Francia una máquina de grabación eléctrica, patentada por E. Gaiffe; esto les permitió cambiar el monocolor de las estampaciones por vivos colores y dorados relieves.
Continúan estableciéndose: Tiburcio V. Cuesta, Manuel García, Moré y Hno., La Americana, La Marina, Rosendo F. Gamoneda, etc. Finalmente el proceso culmina en 1907 con la fusión de los talleres de Rosendo Fernández Gamoneda, Guerra Hermanos y Pérez, la de Estrugo y Maceda y José Manuel García y Hermano, sucesores de Manuel García de la Uz, para formar la gran Compañía Litográfica de La Habana, que seguirá dando prestigio hasta nuestros días.
La mayoría de las marquillas que pueden contemplar en esta exposición pertenecen a la Compañía Litográfica de La Habana. Hablamos de aquellas míticas marcas cubanas y de sus fundadores, auténticos pioneros de la industria tabaquera cubana, en gran parte españoles, o sus descendientes, emigrados a Cuba desde Asturias, Canarias, Cataluña o Galicia. Algunas míticas marcas son: Partagás, Jaime Partagás, 1845; La Corona, Perfecto López, 1845; Romeo y Julieta, Inocencio Álvarez, 1875; La Eminencia, Ramón Allones; Flor de Cuba, Manuel Valle Álvarez, 1860; Henry Clay, Julián Álvarez y Juan A. Bances, 1850; Por Larrañaga, Ignacio Larrañaga, 1834... Una muestra muy pequeña de lo que fue una gran industria.
Marquillas tabaqueras: una belleza a contemplar y disfrutar.
Teresa Pérez Daniel
Diputación de Valladolid