De este modo muchos fotógrafos satisfacían por poco precio el deseo de sus clientes, que podían salir del estudio con su fotografía ya convertida en tarjeta y preparada para ser enviada inmediatamente a quien quisieran. No es extraño encontrar en el anverso de esas postales a personas, grupos, colectivos (serios y carnavalescos) y hasta colegios enteros que se convertían de ese modo en objeto exportable o en motivo de curiosidad y diversión. La costumbre venía a recoger una tradición que se había popularizado desde la invención de la fotografía y que consistía en hacerse una tarjeta "americana" con el nombre y la fotografía para usar como tarjeta de visita.