LA TARJETA POSTAL

CIUDADES POR FUERA Y POR DENTRO



El interés del individuo por retratar los límites de la ciudad en la que vivía es antiquísimo -casi tan antiguo como las propias ciudades- y tiene mucho que ver con una necesidad incontrolable de llenar visualmente el horizonte, o sea la línea real en la que confluyen azules celestes con ocres o verdes terrenales, pero también tiene relación con un cierto sentido de posesión de las cosas, imposible de satisfacer.





La imagen que se tenía de las ciudades a las que no se había ido nunca, solía ser -sobre todo en el siglo XIX y comienzos del XX- la de determinadas vistas de algunos de sus monumentos que se difundieron, casi siempre, por medio de tarjetas postales. Son instantáneas fijas que se repiten una y otra vez, pues lo monumental, que por lógica es la parte más inmóvil e inalterable en el perfil urbano, reitera con leves cambios de perspectiva la belleza o grandiosidad del edificio, que termina convirtiéndose en una imagen casi oficial de la ciudad. Sin embargo las tarjetas postales también apostaron muy a menudo por las calles y los pequeños edificios urbanos -palacios antiguos, casonas, soportales, recorridos peculiares- que dieron una idea más cercana y cotidiana de las ciudades.





Exposición