De modo permanente se expone en el Museo una selección de más de cien, entre los más de dos mil que se hallan en la Fundación, y representan principalmente a hombres y mujeres de las nueve provincias que actualmente integran Castilla y León, vistiendo trajes de trabajo o de fiesta. Proceden de libros de viajes, de colecciones de estampas, de publicaciones artísticas, impresos en los tres últimos siglos en España, Francia, Inglaterra, Alemania e Italia.
Entre las costumbres o "constantes" tradicionales que han visto más alterada su función durante los últimos años, está la del llamado "traje regional" o indumentaria propia de una comarca. En cualquier zona natural, se solían utilizar, según la ocasión lo propiciara, dos clases de vestidos: el de fiesta y el de faena o trabajo. En ambos casos, variados detalles y ornamentos servían para identificar el modo de ataviarse con el lugar en que tales adornos eran usados. Sin embargo, frente al origen común (un deseo de identificación), la propia finalidad de ambos tipos de atuendo les diferenciaba. El de todos los días tenía su base en características definidas por la meteorología, la orografía o la experiencia; en una palabra, en la funcionalidad. El de fiesta, por el contrario, revivía una inclinación muy antigua en el género humano: La de revestirse de joyas, telas costosas o bordados de difícil ejecución para ser objeto de admiración entre familiares y convecinos. La propia dificultad en la realización del traje, así como su valor material, eran razones más que suficientes para que pasara de generación en generación, heredándose como una pieza preciada, tanto desde el punto de vista afectivo como desde el punto de vista material.
En cualquier caso, es necesario que conozcamos mejor la historia y evolución del vestido de la zona en que vivimos y a ello puede contribuir en buena medida la observación de estos grabados, tomados del natural o de otras estampaciones anteriores por viajeros, literatos y artistas con la finalidad de ilustrar sus obras o de difundir costumbres y atuendos "diferentes".
Llamamos la atención sobre la existencia de "plagios artísticos" realizados sobre un primitivo modelo. Así, por ejemplo, los grabados de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, publicados en Madrid (Colección de Trages de España, 1777), son fuente de inspiración para posteriores trabajos de grabadores y dibujantes españoles, franceses, alemanes e ingleses. El mismo Antonio Rodríguez (Colección general de los trajes que en la actualidad se usan en España, Madrid, 1801) de quien se exponen algunas estampas, fue copiado y recopiado frecuentemente.
En segundo lugar, algunas de estas piezas pertenecen a libros de extranjeros que viajaron por España durante el siglo pasado; los grabadores (incluso los dibujantes) no siempre tenían esa suerte o, si la tenían, realizaban primero un boceto que después completaban en casa, pero ultimando detalles (adornos, alhajas, etc.) de memoria, lo que, a veces, convierte esos datos que podrían ser preciosos en una especie de caprichoso juego de azar con bastante riesgo para quien los use sin conocer perfectamente su procedencia.
Tercero; a nadie se le oculta que España tiene zonas, comarcas, que están enmarcadas dentro de otras más extensas, cuyas líneas generales vienen determinadas por el curso de la historia con sus correspondientes avatares: invasiones, comercio, desarrollo o decaimiento de algunas industrias, etc. Habría, por tanto, que estudiar primeramente esas influencias generales, para pasar después a un trabajo pormenorizado de la variedad localista.
En cuarto lugar, conviene advertir que el colorido que ostentan estos grabados no siempre es original, salvo en el caso de las Cromolitografías; responde a una costumbre reciente de "embellecer" las láminas con tonos arbitrarios y caprichosos. Tan erróneo como arrancar esas mismas láminas de libros, destruyendo el documento original o dejándolo sin los textos que acompañaban a las imágenes.