La Biblioteca

La biblioteca de la Fundación alberga una de las colecciones más completas existentes en España de libros y folletos relacionados con las expresiones populares y su difusión en la Península Ibérica.


A través de 23.000 libros, 6.000 pliegos de cordel, 4.000 estampas, 2.000 partituras y 2.500 grabados procedentes de publicaciones o colecciones calcográficas se puede rastrear una rica realidad bibliográfica relacionada con las múltiples facetas de la Antropología cultural y social.

Los Cancioneros

En particular, el apartado de Cancioneros y Romanceros, reúne prácticamente todo lo que se ha editado en imprentas españolas desde mediados del siglo XIX hasta la etapa de las Autonomías, haciendo de este modo al investigador más sencillo su trabajo de consulta y facilitando los estudios comparativos al tener reunidos todos los volúmenes solicitados en una sola estancia. Desde la publicación del libro La Música del Pueblo (1866), obra debida a la recopilación de Lázaro Núñez Robres y considerada como el primer cancionero español en el amplio sentido del término se abrió un camino que después seguirían muchos músicos decimonónicos de cuyo trabajo se deriva en buena parte el repertorio actual.

Los libros de viajes

Hay también una colección importante de libros de viajeros por Castilla y León, sobre todo de los siglos XIX y XX, fuente inestimable para la correcta comprensión de las costumbres y fiestas, vistas a través de la mirada casi siempre objetiva del forastero. Las últimas décadas del siglo XX y los primeros años del XXI han dado origen también a un tipo de viajero que puede disponer de todo aquello que movió y emocionó a sus antecesores: el espíritu alentador del medioevo, la sensación renacentista de la aventura, la intención pedagógica de los ilustrados, la pasión de los románticos, la comodidad novecentista que se incorporó al concepto de viaje o la ilusión del retorno a la naturaleza al que nos han obligado los errores capitalinos de nuestros días. En ese bagaje diverso y abundante aparecen también guías originales que ayudan a descubrir los secretos del camino, que proponen rutas recónditas y que encaminan hacia esas fuentes donde queda saciada la sed por lo fortuito o lo novedoso.

Organología

Los libros sobre instrumentos recogen, además de métodos y descripciones al uso, algunos de los tratados históricos más importantes, tanto españoles (Bermudo, Cerone, Nassarre, Pedrell...) como extranjeros (Praetorius, Mersenne...).

Cuentística y narrativa oral

El apartado de cuentos reúne colecciones de tipo tradicional aparecidas en los últimos 150 años en nuestra Península, más algunas colecciones internacionales de uso común y una selección de autores que, si bien no han transcrito ejemplos tradicionales, han acertado en el estilo de algunos de sus relatos hasta el extremo de verse éstos tradicionalizados al pasar el tiempo. Se completa la sección con los estudios más comunes sobre el tema de Propp, Chevalier, Bettelheim, Rodríguez Almodóvar, etc.

Los pliegos sueltos y manuscritos

A través de los más de 6.000 pliegos que componen la sección de pliegos se podría comprobar que la costumbre de escribir a mano en un papel es algo que atraviesa los tiempos y está relacionado con la necesidad de crear pero también con la de recordar. Nuestro archivo se compone básicamente de papeles impresos, pero alberga también muchos manuscritos, principalmente de los siglos XVIII, XIX y XX entre los que se seleccionan dos ejemplos del siglo XIX. Uno, fechado en 1833, son unas "Coplas en honor y alabanza de la Purísima Concepción de María Santísima, Madre de Dios y Señora Nuestra, singularísima Patrona y Protectora de España y sus Yndias". El otro es un cuadernillo que contiene una pastorela popular, para ser representada el día de nochebuena por pastores y para uso de Eugenio Fernández Olmos y su familia, de la Unión de Campos, escrito en 1882. El texto, tan querido y tantas veces revivido por los pastores, solía ser anotado por el director del auto que recordaba todos los papeles y se sabía de memoria la obra, a la que añadía en ocasiones alguna acotación, como por ejemplo: "Aquí lo toma Herodes como a burla y sale de su palacio dando voces como un loco, despachando correos en busca de los Reyes Magos, y va un mensajero a Belén a preguntar por los Reyes y dice el mensajero: ¿Han visto por aquí pasar los tres Reyes de la Arabia? Desengañarme, que Herodes está que rabia...".

Acerca del segundo manuscrito se puede decir que estamos probablemente ante unas coplas compuestas por un maestro de capilla para conmemorar en el convento de Sevilla una festividad solemne de acendrada tradición. Estamos de nuevo ante una tradición muy antigua -en ambos casos desde luego frecuente en el Siglo de Oro, tanto en el caso de la dramatización navideña como en el de las coplas a la Inmaculada- sobre la que un poeta ha creado y manuscrito unos versos que han llegado a nosotros por pura casualidad y después de superar unas dificultades que, sin afán de exagerar, tienden a hacer tan interesante el contexto como el propio texto. Aun sin pretender que la grafología esté por encima de la literatura, habrá que reconocer que aspectos como la elección del soporte -del papel- por parte del autor, las anotaciones en sobrescritura o al margen, la intencionalidad del trazo, o incluso la selección de la guita con que se cosería el cuadernillo a la japonesa, ofrecen aspectos destacados y complementarios en el estudio de estos manuscritos.

El fenómeno de la música en las calles (interpretada por copleros de diferente preparación y origen, pero fundamentalmente ciegos) recorre toda Europa desde la invención de la imprenta hasta bien entrado el siglo XX. Su influencia se deja sentir en la comunicación de noticias y en la divulgación de modas musicales, pero también, y primordialmente, en la evolución de los períodos históricos más críticos y agitados, actuando como una brisa que vuelca sobre la sociedad los aires frescos de la libertad y el progreso. Antes incluso de haberse constituído como tales las naciones que hoy conocemos, los copleros y su repertorio influyen sobre los reinos y regiones que luego darían origen a aquellos, ayudando a crear, gracias a su poder de convocatoria y a su mensaje claro y novedoso, un verdadero mercado común y una mentalidad avanzada y compartida.

Esas coplas o pliegos de cordel se ofrecían en España habitualmente en varios formatos, aunque el más frecuente hasta su desaparición en épocas muy recientes era el de cuarto, oscilando su tamaño entre los 13 y los 17 cms. de ancho por los 20 a 25 de alto. También había pliegos en folio, en doble folio y en octavo. Los ya mencionados en cuarto se vendían de medio folio, de doble folio plegado que venía a hacer ocho páginas y, a partir de ahí, en dos, tres o cuatro pliegos, hasta donde daba de sí el tema narrado. Como material de apoyo se solía ilustrar la primera página con un grabado sobre cobre o una xilografía que ocupaba la mitad superior de la plana y que, pese a lo tosco de su diseño en muchas ocasiones, solía contener alguna figura alusiva al caso relatado en cuyas imágenes hallaban las gentes sencillas que acostumbraban a escuchar y comprar el relato, una fuente gráfica donde saciarse con el agua de la ilusión o de la fábula.



Aleluyas

La aleluya es un pliego de papel impreso por una cara que contiene un conjunto de viñetas -generalmente cuarenta y ocho- en cuyo pie suelen aparecer unos versos que aluden a la escena representada. Aunque pueden entenderse como un género propio de la estampa popular, constituyendo una fuente de singular interés para el estudio de la imagen gráfica en general, no debemos de olvidar que, a su vez, constituyen primitivas formas de lectura con imágenes, directamente emparentadas con los pliegos de cordel y destinadas sobre todo a un público infantil o iletrado.

A los gritos de "¡Aleluyas, aleluyas finas, que pasa la procesión!" o "¡Aleluyas, finas aleluyas; aleluyas que va a pasar Dios!", anunciaban, todavía en nuestro siglo, los vendedores ambulantes y copleros, estos pliegos en donde, con mayor o menor acierto, se contaban historias del tema más diverso para ser recitadas, leídas o escuchadas por el pueblo llano. En último término servían -y esta costumbre también se ha mantenido hasta hace medio siglo- para ser recortadas en pequeños pedazos de papel y arrojadas sobre la carrera que iba a hacer alguna procesión o sobre el público que estaba en el templo el día de sábado santo cuando se decía en la misa “aleluya” después de haberse omitido durante toda la Cuaresma.


Aleluya de los 8 metros. Pulsar para ver entera


Pese a la popularidad alcanzada por este medio de comunicación, precursor del moderno comic -o tal vez por eso- tuvo muchos detractores que aborrecieron su estilo, sus dibujos, sus dísticos vulgares o la moralidad latente en sus viñetas; otros, literatos y artistas de gran talla, tal vez más sinceros, confesaron haber aprendido a leer con las aleluyas o haber descubierto en ellas un sentido estético que quedaría indeleble en su memoria y tendría gran importancia en su formación artística.

La Biblioteca ofrece también varios miles de estampas francesas, alemanas, holadesas y belgas, de la colección de Jesús Martínez e Isabel Leis, depositadas en la Fundación para su catalogación y estudio.

Por último hay una extensa colección de grabados calcográficos, xilográficos y litográficos, muchos de ellos procedentes de libros y revistas ilustradas, que se comentarán en el apartado correspondiente.