Se trata del quinto trabajo editado por Ramalama Music -en este caso en vinilo y CD-, y tiene la particularidad de incluir varios temas inéditos, así como nuevas versiones de otros, fruto del hallazgo de una serie de grabaciones caseras registradas a finales de los años 60 en casa de Luis de la Fuente y Elena Casuso, buenos amigos de Joaquín Díaz. Clásicos como “Buenos Reyes”, “Romance de la loba parda” o “Castillo de Fuensaldaña”, y -más de medio siglo después- canciones que permanecían ocultas y a la espera de ser rescatadas y puestas en valor.
El título de este disco tiene mucho que ver con la época en que desarrollé mi primera actividad musical como intérprete: por supuesto que me encantaba estar todo el día viajando y actuando aquí y allá, pero me motivaba mucho más volver a casa, al hogar cómodo y seguro donde podía pensar, imaginar y preparar los siguientes recitales. Esos recitales, por cierto, a los que siempre pretendía dar un toque original, sin abandonar por un momento el principal motivo de las actuaciones que era el de comunicar.
Erudición y comunicación fueron las bases de una fórmula aceptable que muy pronto dio sus resultados: desde 1964, pero sobre todo a partir de 1968 cuando me fui a vivir a Madrid, di numerosísimos conciertos en toda clase de escenarios y ante públicos diversos que demandaban un tipo de cultura activa y de participación. Mis recitales tenían un comienzo relativamente sorprendente: el público que llegaba a la sala se encontraba ya al músico ensayando y sentado con su guitarra en el centro del proscenio con las cortinas abiertas. Esta presentación tenía un doble objetivo: por un lado, favorecer un cierto silencio mientras los espectadores se acomodaban, evitando así las conversaciones y el bullicio que podían preceder a una actuación, y por otro familiarizar a los asistentes con el tipo de música que iban a escuchar. A las 8 en punto de la tarde -que solía ser la hora de comienzo del acto saludaba al público, le comentaba las piezas que había estado interpretando hasta ese momento y empezaba a explicar mi relación con el folklore así como mi interés en valorarlo y difundirlo.
De ese modo actué durante casi diez años hasta que, un poco cansado y bastante decepcionado, abandoné definitivamente la actividad artística para centrarme en otros campos más cercanos al estudio y recopilación del patrimonio inmaterial. Durante todo ese tiempo fui perfilando mejor un modelo de recital que se iniciaba con un acercamiento a la música instrumental -con temas extraídos de repertorios medievales, renacentistas y hasta barrocos- para acceder inmediatamente al mundo sefardí, tan misterioso y tan bello, y dar paso después a una serie de canciones extraídas de partituras halladas en cancioneros europeos y americanos, terminando en el folklore español, del cual solía elegir temas cercanos y rigurosamente explicados, ya que daba detalles de nombres, apellidos y lugar de origen de las personas a quienes se lo había escuchado e incluía alguna anécdota divertida que añadiese un tono humano a la simple interpretación.
Debo reconocer que al cabo de tantos años y tantísimos recitales, terminé encontrando muchas dificultades para ofrecer cada día algo original. Bien es cierto que a menudo cambiaba sobre la marcha el programa y añadía o quitaba temas con el fin de hacer más entretenida la actuación, pero eso no solo me aportaba pocos alicientes sino que además exasperaba al policía que hacía las funciones de censor por encargo de sus superiores, a quien no le gustaban las “sorpresas”. En cualquier caso, hasta esos cambios acabaron por cansarme y salí del circuito por la puerta de atrás. Esta “vuelta a casa” incluye también, como no podía ser menos, un regreso al universo de lo analógico: algunas de las grabaciones, caseras y registradas en desaparecidos aparatos de casete, incluyen los molestos “soplos” de la época, y otras, con mayor calidad y registradas en un Tandberg TCD 310 o en un Revox B77 MKII con micrófonos Shure SM58 LC, fueron el resultado de “sesiones” en casa de mis amigos Luis y Elena, testigos en ocasiones de aquellos ensayos en los que preparaba nuevo repertorio y lo “pasaba a limpio”.