Siempre había un sastre pa tres o cuatro pueblos y tenían la costumbre de convidarle a las bodas. Fue a tomar medida a la novia y a llevarle la tela y le dijeron: -Pues pa tal día es la boda.
Conque llegó el día, y era a cinco kilómetros, y dijo:
-Pues me voy a pie.
Y por el camino había pasao un señor con cerezas, y se ve que se le había caído la carga de guindas y cerezas y, al cogerlas no echó todas; y fue y comió. Y dijo:
-Qué buenas, pero si como guindas no voy a comer luego en la boda. Y fue y las meó.
Pues llega al pueblo, entrega el sastre y dicen:
-Pues mire usté, se ha puesto la novia mala, y hasta otro sábado por lo menos no se casa. Ya le avisaremos a usté.
Se volvió con las tripas vacias y llegó a las guindas; e iba diciendo
-Esta no está meada; ésta tampoco... Y se las comió todas.