Joaquín Díaz

Señor mío Jesucristo
Puede realizar una búsqueda en la colección de canciones:          


< Volver al listado de canciones

Señor mío Jesucristo

Cuaresma, Semana Santa y Pasión en Castilla y León

CD
2003 - Openfolk
Intérpretes: Voz y guitarra: Joaquín Díaz
Productor: Fundación Joaquín Díaz
Técnico de sonido: Michel Lacomba

Reedición:


Señor mío Jesucristo, sacramento del altar,
en el cielo resplandece vuestra santa humanidad
alabado para siempre.

Hoy se dispone Jesús, el inocente cordero
sólo para darnos luz le cargan con el madero
tan pesado, de la cruz.

Ya llegó al sitio Jesús donde está la cruz amada
y en sus hombros, con dolor, se le carga. Y tú con nada
ayudas al Redentor.

Una túnica morada va vestido por tu amor,
va siguiendo la jornada, alma, que estás sin temor
a todo vicio inclinada.

Mira el cerebro sagrado cuál le tiene, y no imaginas
que ese tu vicio malvado le ha coronado de espinas.
Alma, llora tu pecado.

A su frente delicada, si con atención la miras,
la verás tan lastimada con setenta y dos espinas
que la tienen traspasada.

Mira sus ojos cual lirios les tiene de tan morados,
que su sangre son dos ríos ¿No es mucho tener clisados,
cárdenos y entristecidos?

Mira su rostro, qué hermoso, cuál le tiene con saliva,
como si fuera alevoso, la gente desconocida.
Alma, llora por tu esposo.

Mira sus sacras mejillas que al sol y luna oscurecen,
cuál están descoloridas de lo que por ti padecen.
Alma, tú siempre le olvidas.

Mira sus dientes, qué fijos les tiene todo tu bien,
qué de golpes promovidos. ¿Quién será la causa, quién?
Mis delitos cometidos.

Mira su hermosa garganta, que lleva tu salvador
una soga que anudanta, atada con tal rigor,
que hasta las piedras espanta.

Mira, alma, de qué suerte lleva tu amado a los hombros
con un madero tan fuerte que a ti no te causa asombro
y a Cristo le causa muerte.

Si le miras a la espalda, verás al cuerpo divino
le han tratado con crueldad, con espinas y martirios
las gentes de Barrabás.

Si le miras al costado, mírale con devoción
la lanzada que le han dado hasta el mismo corazón
nuestras culpas y pecados.

Si le miras a las manos bien puedes considerar
que a Cristo, por los humanos, le vinieron a quitar
la vida entre duros clavos.

Si le miras a los pies, verás dos llagas que al alma
le dan salud, y después triunfan con gracia y con palmas
sólo por ser Dios quien es.