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Podríamos llamar repertorio tradicional al conjunto básico de las diferentes expresiones literarias y musicales que, siguiendo un esquema similar y repetido (producción del tema, interpretación, divulgación, aceptación) responden a un "estilo" común. En el proceso para la formación de ese repertorio, en el que lógicamente intervienen distintos tipos de "especialistas" (versificador local, músico ambulante, etc.) se producen dos formas de actuación que condicionan la renovación -y en muchos casos la conservación de aquel corpus: La creación y la repetición. En la primera, como fácilmente se deducirá, el "especialista" crea o inventa, dentro de un cauce conocido, una composición aplicable a una circunstancia o finalidad concretas; ese "dentro de un cauce conocido" significa, ni más ni menos, que el creador utiliza formas poéticas y musicales familiares que constituyen un armazón o estructura sobre los cuales se mueve con facilidad (versos de 8 sílabas, rima asonante, frases musicales que oscilan dentro de determinados intervalos y en "modos" confirmados por la propia costumbre, etcétera). Esta estructura tiene pilares fijos; muletillas conocidas, repetidas y funcionales cuyo resultado ante un auditorio se conoce de antemano por ser la parte más tradicional de todo el procedimiento de creación; fórmulas hechas y acuñadas, sobre todo de tipo literario, que condensan pensamientos o resumen, en pocas y eficaces palabras, situaciones que, de otro modo, necesitarían una explicación más detenida.
La segunda forma le actuación es la repetición. Hay buenos especialistas en la difusión del repertorio que jamás han creado; su labor más innovadora consistiría en sustituir o alterar algunas expresiones del texto o la melodía, produciendo así las variantes correspondientes que dan origen a las versiones, verdadera "piedra de toque" del repertorio tradicional.
Como se habrá podido adivinar, ambas formas de actuación -creación y repetición- no son incompatibles en una misma persona, pudiendo llegar a ser sincrónicas siempre que aceptemos como marco para esa sincronía, no el instante concreto de la procreación (que raramente coincide con la actuación salvo en troveros y versolaris, y en este caso con fuertes apoyaturas formales) sino un período de tiempo algo más amplio en el que cabrían holgadamente las dos situaciones .