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Una noticia que ha circulado recientemente en los medios de comunicación nos ha preocupado profundamente: La matanza del cerdo podría pasar a la historia, como tantas otras costumbres, si queremos seguir las normas higiénicas que marca la Comunidad Económica Europea. Estamos de acuerdo en que debemos asimilar nuestro ritmo de vida, sobre todo, el económico, al que marcan otros países del viejo continente, pero de ahí a que se quiera acabar con las costumbres antañonas que mejor nos representan, con hábitos que ya quisiera para sí el derecho consuetudinario más respetado, va un abismo. Cuando al español no le gusta una ley se carga el código completo; imitemos también a los europeos en la reflexión y en la previsión del futuro sin tener que acabar radicalmente con el pasado. Tiene que haber soluciones intermedias para evitar que desaparezca uno de los pocos ritos de carácter familiar y de contenido colectivo que nos quedan.
Hemos de refugiarnos en la esperanza para apelar al buen sentido de nuestros gobernantes a quienes debe vigilar constante y atentamente nuestra conciencia crítica. No cometamos errores que ya se cometieron anteriormente y que ahora lamentamos. La calidad de vida no reside sólo en la higiene, sino en la capacidad renovada del ser humano para mejorar su existencia y la de quienes le rodean evitando los traumas y las rupturas innecesarias.