30-09-2023
La exposición que acaba de abrirse en el Centro e-lea Miguel Delibes de Urueña, comisariada por Joaquín Díaz y auspiciada por esta Fundación y la Jorge Guillén, se debe principalmente a la generosidad de una persona, la antropóloga alemana Christiane E. Kugel, y su familia. A ellos debemos la donación de la impresionante colección de más de 5.000 piezas de religiosidad popular que se depositaron hace casi un año en nuestra Fundación, y a las facilidades dadas en todo momento para su catalogación y exposición se deben los títulos principales que encabezan cada una de las doce partes en que se ha dividido la muestra: Las creencias, religiones primitivas, la naturaleza y la devoción, el culto a los muertos, aras y altares, los relicarios, el tiempo, los símbolos, la plegaria, la protección del cuerpo, la medicina de Dios, y finalmente votos y promesas. Desde hace muchos siglos el número 12 aparece unido a la búsqueda de la armonía y a las energías espirituales. Confiamos en que así sea y que la exposición ayude a conocernos mejor y a reflexionar acerca de los principios y normas que rigen nuestras vidas.
Las creencias son, precisamente, las ideas que dan contenido al primer espacio. La religiosidad popular tiene su origen en la necesidad del ser humano de afirmar, en público o en privado, el arraigo de sus creencias: se nos identifica o se confía en nosotros por lo que creemos y por cómo lo hacemos. No olvidemos que credenciales, acreditación y crédito -palabras tan en uso hoy- tienen la misma etimología que creencia. El escritor y arqueólogo Juan Luis Arsuaga hace en el primer espacio una consideración acerca de los diferentes tipos de religiones y creencias que se dieron en la prehistoria, y se detiene en ese tipo de dioses menores que se preocupan de las relaciones entre individuos. A ellos, a esos ángeles, arcángeles, espíritus celestes y hierofanías que nos asombran, que guían nuestros pasos y velan por nuestra seguridad está dedicado el segundo espacio de la muestra: el Apocalipsis nos habla de los siete ángeles que estaban en la presencia de Dios y a los que se les encomienda que nos adviertan del peligro de desviar nuestro camino del recto comportamiento.
En el tercer espacio, algunas de las antiguas formas de concebir el cosmos, mucho más naturales que las que hoy día damos por buenas, recuerdan al ser humano su diminuta dimensión y su dependencia de la naturaleza, con la que en otros tiempos convivió y a la que llegó a rendir culto.
El cuarto espacio de la exposición nos muestra las distintas formas en que el individuo honró siempre a sus ancestros. Un par de estelas discoideas halladas en Urueña y adornadas con cruces patadas aportan la antigüedad de esas costumbres y dan un oportuno toque localista a la muestra.
El quinto espacio se dedica al altar. El altar, la piedra antigua en que se ofrecían los sacrificios a la divinidad, fue convertido por los cristianos en la figura sacramental de Cristo y es ese mismo Cristo el que honra los restos de los mártires que a veces se colocan bajo el ara siguiendo la tradición de la liturgia romana. A esas sagradas reliquias, que provocaron el rechazo de los luteranos y originaron la contrarreforma, está dedicado el sexto espacio.
En el séptimo, se ve reflejado el santoral y las fiestas que durante el año celebran los cristianos. En una natural simbiosis se mezclan el año litúrgico, los nombres de las personas y el comportamiento de los astros.
El octavo espacio está dedicada a los símbolos: Los griegos llamaban simbolon a una pieza de cerámica (a veces una teja del tejado de la propia casa) que, cuando un amigo salía de viaje se partía en dos y se le entregaba una parte, quedándose con la otra el dueño de la casa. De ese modo, le serviría de recuerdo y, si volvía, le identificaría. Todos los símbolos que hoy día tenemos como normales y usamos de forma natural, como la cruz por ejemplo, tienen detrás una poderosa carga simbólica que los fortalece y da sentido.
A través de la oración y las múltiples formas de dirigirnos a Dios se desarrollan los tres siguientes espacios. Estampas, pliegos, detentes, escapularios, rosarios y otros muchos objetos devocionales atienden al deseo innato de proteger nuestra integridad de los peligros, así como a la necesidad de encontrar en algo o alguien la fuerza de esa protección.
El último espacio está dedicado a algunas piezas que proceden de una «experiencia religiosa elemental, directa y completamente personal», como diría Christiane E. Kugel, y se basa en la interesante colección de exvotos que recogió en su estancia mejicana, aunque formalmente las piezas respondieran siempre a una antigua tradición europea.
La idea de que el alma de los individuos está por encima de las formas culturales es el leit motiv de esta exposición. La curiosidad impenitente de Christiane y su afición a observar a quienes le rodeaban anotando y estudiando cuidadosamente sus costumbres nos permiten hoy disfrutar del resultado de su pasión y de su esfuerzo.