El norteamericano Miller Reese Hutchison, ingeniero de profesión, patentó la bocina eléctrica para automóviles en 1909 después de haber trabajado sobre una patente de audífono que llamó Acouphone. Poco después de 1909 la patente de la bocina fue adquirida por la empresa Lovell-Mc Connell, de New Jersey, que la comercializó con el nombre de Klaxon asegurando que los caminos, calles y carreteras serían lugares menos peligrosos si los usuarios escuchaban el aviso oportuno y estridente de los nuevos aparatos.

Al parecer, el sonido de la nueva bocina que sustituía a la tradicional de pera, todavía usada en los carruajes y en los primeros automóviles, se parecía tanto a un desagradable graznido de ave que los propietarios de la patente utilizaron la palabra griega klazein para denominar al sonido que producía aquel instrumento abocinado que advertía de la llegada de un vehículo, fuese éste un velocípedo, un locomóvil o un camión de transporte.

La seguridad se buscaba del modo más eficaz y bien pronto comenzaron a aparecer compañías de seguros que con sus pólizas garantizaban el uso de los nuevos medios de transporte contra cualquier riesgo o contingencia.