30-06-2021
El investigador Leif Sahlqvist publicó en 2013 tras una exhaustiva pesquisa un trabajo bien completo e interesante acerca de la faceta más dispersa del gran pianofortista Muzio Clementi, conocido y admirado en vida por su virtuosismo. Sahlqvist recorría la época en que vivió Clementi –entre el Barroco y el Clasicismo, con el Romanticismo en puertas– y reconocía la importancia que tuvo el desarrollo industrial en la evolución de algunos instrumentos musicales que se fueron perfeccionando para dar páginas gloriosas al arte de la música. Tras hacer un necesario árbol genealógico con los nombres de los fabricantes que antecedieron o fueron contemporáneos de Clementi (Longman, Broderip, Collard, Wornum, Broadwood, Wilkinson), Sahlqvist reconocía que el músico italiano llegó a ser tan buen constructor porque antes había sido un virtuoso pianofortista. Sus sonatas fueron admiradas por Beethoven y su habilidad como intérprete hizo sombra a la fama de Mozart.
Desde 1798 hasta 1830 Muzio Clementi dedicó todos sus esfuerzos a mejorar el sonido de su instrumento favorito, así como a fabricar modelos de pianoforte de bellísima factura que le convirtieron en el más importante exportador de instrumentos de teclado de Inglaterra, compitiendo en el continente con los modelos de Erard o Pleyel. Una de aquellas hermosas piezas embellece desde hace pocos meses las salas del Museo de la Fundación. Procedente de una generosa donación de Victoria Reig Rodríguez de Quesada, el peculiar pianoforte viajó –esperemos que por última vez– desde Sanlúcar de Barrameda a Urueña.
Su historia en Sanlúcar nos remonta al menos a los comienzos del siglo XX cuando la pieza fue adquirida por Rosario Argüeso, de una familia de conocidos bodegueros, cuyo fundador fue León Argüeso, y casada con otro notable bodeguero, Pedro Romero Ambrossy. De Rosario pasó a un prohombre sanluqueño, Rafael Reig, quien finalmente lo cedería a Victoria Reig. El piano sufrió algunos traslados y estancias en conventos que no le beneficiaron pero llegó casi íntegro a su emplazamiento actual donde será restaurado en la medida que lo permitan sus materiales y el sentido común.
La pieza ha causado enorme admiración en los expertos, no solo por tener un teclado de siete octavas que se anticipaba a los de su género (habitualmente con 5 y media o 6) sino por ser un modelo de los denominados «Grand piano» o piano de cola –«ug» lo denomina Sahlqvist, o sea upright grand–, de tipo vertical y con varias características que podrán ser estudiadas para completar los datos que se perdieron en el desastroso incendio de la fábrica de Clementi en 1807.
Los números del piano demuestran la costumbre de la fábrica de usar una doble numeración –en tinta y grabada al fuego– que se corresponden respectivamente con los guarismos 10569 y 368, esto es, un pianoforte fabricado en 1812, según los cálculos de Sahlqvist. Clementi había comenzado a fabricar pianofortes de ese tipo hacia 1801 siguiendo una patente de William Stodart (quien lo había registrado en 1795) y probablemente la pieza de que estamos hablando sería un encargo especial de características poco comunes.
Esas particularidades seguramente propiciaron que el propio fabricante incluyera un papelito en el interior de la pieza con algunas recomendaciones para mantener en perfecto estado el mueble y sus materiales:
\nFrótelo con frecuencia con cuero suave seco, prestando la misma atención a este consejo todos los días. Puede que se mantenga siempre tan brillante como cuando se incrustó por primera vez. Cuando el latón esté tan empañado que no sea fácil de tratar de esta manera, ponga un poco de aceite dulce en el cuero y después de haberlo frotado bien use el cuero seco como se indicó anteriormente.