Joaquín Díaz

Editorial cuarto trimestre 2020


Editorial cuarto trimestre 2020

Parpalacio

Estrelleros

30-12-2020



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Innumerables grabados antiguos nos muestran a hombres y mujeres llevando un privativo capirote cónico puntiagudo. Muchos de ellos parecen pertenecer a oficios relacionados con formas de conocimiento elevadas y por tanto lejanas de la gente corriente, que tan pronto miraba a esos personajes con admiración como sentía que en sus almas se despertaban los temores más profundos con su simple presencia. De las creencias que provocaron sus rituales diferentes o sus misteriosos poderes derivaron las imágenes que suelen representarlos ante tribunales eclesiásticos, ya en la Edad Media, tocados con aquellos sombreros peculiares que finalmente se hicieron habituales entre los condenados, especialmente en España. La magia había sido castigada duramente en épocas anteriores, y casi siempre por ir en contra de las creencias «oficiales», detentadas por los sacerdotes y sus castas.

Desde la época del emperador Teodosio II en el siglo V hasta las bulas del papa Alejandro IV en el siglo XIII numerosos gobernantes se encargaron de dictar leyes y normas que coartaran y limitaran de una forma o de otra el poder de los magos. También fue frecuente comprobar que esos mismos sabios, a veces representados como «estrelleros» o brujas, llevaban sombreros similares que los diferenciaban del resto de los mortales solo por observar los astros o utilizar la fuerza de los mismos para practicar la magia. A fines de la Edad Media ya estaban adjudicados los capirotes a los herejes y esa costumbre se convierte en ley después de que Cotton Mather, azote de hechiceras en el nuevo mundo, publicase en 1693 sus famosos Wonders of the Invisible World, donde todas las brujas aparecían representadas con sus capirotes correspondientes.

Estrellero se llamó también al franciscano Antonio de Marchena por su afición a escudriñar en los cielos, y quién sabe si no servirían sus visiones para aportar a Cristóbal Colón -a quien avaló ante nobles y reyes–, algún conocimiento críptico que le ayudara a llegar a las míticas Indias. Estrellero es denominado asimismo Melchor en el vetusto Auto de los Reyes Magos y sus predicciones vienen a ser mejores y más precisas que las de los sabios consejeros de Herodes, el rey cruel ante quien acuden con sus mejores libros que, pese a contener toda la sabiduría creible de la época, no anunciaban para nada el nacimiento del Mesías.



Grabado 1839
Monsieur Philippe, médico chino, grabado de 1839 publicado por Aubert


¿Ha llegado a creer el vanidoso individuo del siglo XXI que todos los conocimientos están impresos ya en un papel o contenidos en una tableta o en un móvil a los que puede tener siempre acceso? ¿Acaso se ha cansado de mirar al cielo esperando un ángel o una estrella? ¿Cómo se atreve el ser humano a considerar que entiende el mundo si ni siquiera es capaz de identificar o dar sentido a los sombreros dorados hallados en diferentes excavaciones, con los que al parecer se cubrían los sacerdotes ya desde la Edad del Bronce?

Tolkien, sintetizador de mitos e inventor de personajes ya existentes previamente en diferentes culturas, imagina a su Gandalf con un sombrero puntiagudo, a medias entre Merlín y el anciano Vainamoinen del Kalevala finlandés, dispuesto a salvar al mundo del caos. Nos vendría al pelo, ahora que parece que ha vuelto a la tierra un antiguo mal, un estrellero semejante.