Joaquín Díaz

Editorial tercer trimestre 2020


Editorial tercer trimestre 2020

Parpalacio

La sangre inútil

30-09-2020



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Las pandemias, con su terrible secuela de contagios y muertes, siguen siendo una advertencia a la humanidad sobre lo débil y desprotegida que puede quedar cuando se ignora el origen y alcance de los efectos víricos en la población. Hay algo que, sin embargo, resulta positivo en medio de tanta desgracia: la respuesta del género humano ante el artero ataque y la posibilidad de reflexionar después del espanto. Esas reflexiones se producen desde el pensamiento íntimo o desde las observaciones colectivas pero en ambos casos generan unas consideraciones prácticas que suelen ser útiles. Hay quien investiga sobre el origen de los virus asesinos y hay quien lo hace sobre las mentiras, falsedades o inexactitudes que la situación producida por aquellos llega a provocar o a sugerir.

Acerca de lo injusto y hasta surrealista de determinados hechos, surgió un relato que ha puesto en circulación la Fundación bajo el título de «La sangre inútil». Las dos ediciones -digital y en papel- contradicen la supuesta incompatibilidad de formatos que, en este como en otros casos, demuestra que ambos pueden potenciarse y complementarse. La presentación pública del texto se hizo en el Círculo de Recreo de Valladolid y nada mejor que recurrir a las palabras pronunciadas por el autor para justificar su génesis:




La sangre inútil

Círculo de Recreo de Valladolid



«Para escribir el libro que hoy se presenta, partí de la idea de que el género humano tiene una constitución similar a la de un árbol, en el que se van alternando ramas sanas y fuertes con otras que se secan, se tronchan o se desgajan. En el árbol está representada la fuerza de la naturaleza y nosotros lo usamos como un ejemplo del cosmos vivo, como aquello que nos enraiza a la tierra y nos permite al mismo tiempo mirar al cielo y crecer. Algo propio de la condición humana: el crecimiento, la transformación, convierte una pequeña semilla en un elemento gigantesco con vida propia que se eleva en medio de la naturaleza. Y dentro de esa naturaleza que muere para vivir, siempre me sedujo la capacidad del pino para autopodarse. Mientras crece va eliminando las ramas que están más cerca del suelo porque ya no las necesita y además se protege contra los temibles incendios. Traduje esa eliminación al lenguaje humano y elegí un par de ejemplos de mi propia familia a los que el destino o las circunstancias adversas castigaron de forma tan injusta como inesperada, separándolos abruptamente del árbol genealógico. La sangre de sus vidas se coaguló así en esas generaciones y se mostró inútil para el tronco familiar. Al investigar sobre cómo se desarrollaron sus existencias, sin embargo, me encontré con muchas otras, algunas bien cercanas, pero las más, conocidas solo de oídas, a las que di forma de relato documental, desde la aventura americana de mi antepasado el marqués de Santa Cruz de Inguanzo hasta las historias recientes de mis padres y abuelos que condicionaron mi forma de ser. El resultado tiene más de cuento o de mito que de historia real pero también sobre este tema he dado en muchas ocasiones mi opinión hablando sobre las mistificaciones de la historia.



»Los hermanos Grimm creían que los elementos míticos que integraban los relatos tradicionales aumentaban según éstos pertenecieran a un tiempo más lejano, de ahí que afirmaran que los relatos que recolectaban y publicaban como cuentos populares, descendían de antiguos mitos que, por decirlo de algún modo, habían ido degenerando. El cuento folklórico era, pues, una degeneración del mito, y por eso se hablaba de una “mitología menor” mantenida por el campesinado europeo y a través de la cual se podían reconstruir los mitos de los antiguos pueblos que habitaron Europa.




Hermanos Grimm



»Esta manera de percibir los relatos tradicionales propició la confusión de los géneros, pues su identificación parecía depender más de la etapa de desarrollo en que se encontrara el relato que del relato en sí; en consecuencia, los investigadores se despreocuparon de distinguir géneros que, al fin y al cabo, terminaban siendo todos una misma cosa. Poco importaba si el relato tenía forma de mito, de leyenda o de cuento, pues, desde el punto de vista de la investigación, eran narraciones que reflejaban un intento equivocado de explicar o de describir la realidad, producto de una mentalidad precientífica que aún no había llegado al grado de desarrollo necesario para la elaboración de un pensamiento verdaderamente científico. El estudio de esa mentalidad –no la que suponían los románticos, sino la auténtica mentalidad, es decir, el conjunto de conocimientos y creencias que nos dan personalidad–, sin embargo, ha revelado que ni es necesario un pensamiento científico para la explicación del comportamiento humano ni se puede prescindir jamás del individuo en la cadena de transmisión de los conocimientos.



»Don Julio Caro Baroja, para alertarnos de las manipulaciones en la historia, nos ofreció el caso peculiar del dominico Annio de Viterbo quien escribió una ingente enciclopedia de la prehistoria y la historia, dedicada por cierto a los Reyes Católicos, en la que para demostrar algunos hechos supuestamente históricos echó mano de los antiguos escritos del sacerdote babilónico Beroso. Según esos textos se podía hacer un recorrido desde los orígenes del mundo hasta el siglo XV, cosa que realizaron sin ningún pudor algunos de los discípulos de Annio de Viterbo como Antonio de Nebrija o Florián de Ocampo, o el más audaz de todos, Gregorio de Argaiz, que convirtió a Adán y Eva en los primeros reyes de España.

»Bueno, en mi descargo diré que las mentiras de este libro son pocas y casi todas piadosas. Que lo he escrito con mucho cariño pensando en mis familiares, aquellos que me quisieron y aquellos otros que ni conocí ni siquiera me llegaron a intuir».

Joaquín Díaz


Annio de Viterbo