30-09-2008
Estar y ser son dos formas de existir que impulsan al individuo hacia fuera o hacia dentro. La fotografía, ese espejo en el que por un momento se refleja lo que vemos o se llega a intuir lo que no vemos, muestra como ningún otro invento de nuestra época aquellas dos actitudes en las que el ser humano es más él mismo: la actitud de estar, porque la palabra instantánea (de instare, estar encima) denota presencia y gesto, y la actitud de ser, porque sin la persona la fotografía no es más que un panorama, por hermoso o sugerente que nos parezca. Ambas actitudes son la base de varias de las colecciones archivadas en la Fundación (la de Kindel y la de Vicente Muñoz, por ejemplo, de las que se prepararán catálogos) en las que la perspectiva humana está siempre por encima del paisaje. La práctica totalidad de las imágenes de esas colecciones permite contemplar a individuos desconocidos en actitudes familiares o a individuos conocidos en posturas o ademanes inéditos. Pese a que el vocablo instantánea sugiere la levedad de lo efímero, la fotografía fija esa fugacidad para convertirla en referencia que nos permita retroceder o avanzar en busca de un pasado la tradición o un futuro lo azaroso que nos reconcilie con la vida y nos revele lo mejor y más notable de su contingencia.