Joaquín Díaz

Editorial


Editorial

Parpalacio

La historia del sonido grabado

30-06-2008



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El año 1877, Edison culminó un sueño largamente acariciado por el ser humano: grabar y reproducir su propia voz. La suerte hizo que fuese considerado por la historia el inventor del fonógrafo aun cuando el francés Charles Cross hubiese presentado antes (18 de abril de 1877) a la Academia de las Ciencias de Paris, un pliego que no fue abierto hasta diciembre del mismo año dando ventaja de ese modo al americano. Lo cierto es que el camino de inventores y científicos en busca de un aparato que fuese capaz de imitar la voz humana antes de poder grabarla, almacenarla y reproducirla, fue tan largo como interesante. En ese recorrido podríamos encontrar autómatas, cabezas parlantes o instrumentos que pretendían no sólo producir sonidos similares a los emitidos por la laringe del individuo sino sorprender, entretener, deleitar y facilitar la ejecución de melodías a cualquier mortal sin necesidad de ser músico avezado. Son conocidos los precedentes del barón húngaro Wolfgang von Kempelen con su Fonoautófono (1788), el checo Robertson con su Fonoaugon (1810) o el barón francés Leon Scott de Martinville con su Fonoautógrafo (1857). El siglo XIX fue el siglo de las patentes de inventos mecánicos y un período de transición hasta culminar con el Fonógrafo de Edison y el Gramófono de Berliner, antecedentes de los ingenios que, ya en los tiempos presentes, han llenado de música nuestras casas y nuestra vida.



Al comenzar el año 1864 aparecía la siguiente noticia procedente de la capital de España: “Un profesor del Colegio de Carabanchel acaba de inventar un instrumento llamado Tecnefón que imita con perfección todos los sonidos de la voz humana. Se reproducen por medio de un teclado en el cual están representadas las letras del alfabeto, hallándose aquél en combinación con un sistema de fuelles, tubos y conductos que son una boca, una garganta y unos labios arificiales”.



Para los que piensen que poner precio a la música “enlatada” es producto del siglo XXI, está dedicada la siguiente gacetilla: “En la capital de Inglaterra, por el módico precio de dos reales y medio, puede oirse un trozo de ópera sin ir al teatro. Una compañía industrial ha establecido en sitio céntrico de Londres una colección de teléfonos a los que puede aplicar el oido durante un cuarto de hora todo el que pague aquella cantidad. Estos teléfonos tenían en origen la utilidad de dar a conocer resultados electorales”.



La historia del sonido grabado es tan apasionante que merece ser contada. La Fundación y el Museo de la Música de Luis Delgado abrirán a partir de agosto una nueva colección que estará en la sala de exposiciones Mercedes Rueda de forma permanente y contará parte de esa historia.