30-03-2008
El fallecimiento reciente de Diego Catalán Menéndez Pidal nos invita a recordar su figura y su obra desde la amistad y el reconocimiento. Para muchos que tuvieron la suerte de trabajar con él o disfrutar de su magisterio, la pérdida es irreparable. Con él se va uno de los más destacados representantes de los estudios filológicos en España y una de las personas que más trabajaron sobre un género tan hispánico y peculiar como el Romancero. Nadie ignora que la personalidad de Diego Catalán, tan fuerte y destacada, le proporcionó en no pocas ocasiones disgustos y sinsabores frente a personas o instituciones que no compartían sus puntos de vista. Tampoco se nos escapa que su figura era clave no sólo en la recuperación de un patrimonio inmaterial en declive y en algunos casos en evidente peligro de extinción, sino en la preservación de los materiales procedentes de sus propias encuestas. Tal vez sea éste el momento apropiado para que, quien tenga responsabilidades y medios, los ponga a disposición de la Fundación Menéndez Pidal para que el legado de Don Ramón, el de Diego y el trabajo de tantas personas que compartieron con ambos ilusión y esfuerzo en una tarea impagable, reciban el reconocimiento definitivo de una sede segura, un apoyo incondicional y un futuro sin incurias.