Joaquín Díaz

Editorial


Editorial

Parpalacio

30-09-2006



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Los ejemplos que utilizó Francisco Salinas para apoyar sus postulados acerca del ritmo en las canciones españolas constituyen, probablemente, el más numeroso y mejor repertorio de temas populares del siglo xvi español. Los publicó en el libro VI de su tratado De musica libri septem y casi nunca se han interpretado porque sólo traían el primer verso, de modo que para cantarlos había que rebuscar los textos en Cancioneros y Romanceros de la época. Son esas canciones viejas que sugieren ecos eternos del “amor cortés”, que hablan de las hazañas de Bernardo del Carpio o de Rodrigo Díaz o que reproducen versos muy difundidos durante el final de la Edad Media. La grabación que edita ahora la Fundación viene avalada por textos de Ismael Fernández de la Cuesta (traductor de Salinas y uno de los mejores expertos en el tema) y Javier San José Lera (Universidad de Salamanca y especialista en la obra de Fray Luis y en la época de Salinas). El CD ofrece en la portada un framento de la obra de Antonio Moro, el bufón Pejerón, concretamente las piernas del personaje. Esos textos añosos y esas melodías antiguas son como las piernas sarmentosas del bufón inmortalizado por Moro, con una estética propia y distante, con una hermosa rudeza sobre la que se sostiene el humor del Rey y la diversión del reino. La enigmática mirada de Pejerón, ausente intencionadamente del cuadro seleccionado para la portada del disco, bien puede ser hoy para nosotros como la música fue para el ciego Salinas: algo imaginado, sentido, recordado, pero no visto. Así entendía el Maestro la canción popular y puede que aún hoy siga siendo la suya la mejor definición para la tonada de tipo tradicional: “melodía natural que impresiona las mentes de todos, que se graba en el espíritu de todos y que finalmente se fija en nuestra memoria de tal manera que no tenemos que pensar y nos hace como despertar de un sueño”.

El disco comienza con un baile “de moda”, al estilo extranjero, romano, pero acaba con un tono “Sacris solemnis” autóctono, el “Altísimo Señor”, y para la fiesta del Corpus Christi que, resistente a los embates del tiempo, se sigue interpretando todavía hoy curiosamente en algunas danzas de palos de esas que tienen aroma de siempre con más sugerencias de futuro que de pasado.