30-03-2024
El estudio de la obra de los primeros fotógrafos en España aportará aún innumerables sorpresas y alegrías a quienes recurren a las imágenes instantáneas para adentrarse en el universo de la indumentaria popular. La fotografía de Fernando Debas captando a una niña y un niño segovianos que abre la revista del presente mes podría sugerirnos innumerables reflexiones, algunas de las cuales están ya excelentemente expuestas por Antonio A. García García en el artículo inicial. Me gustaría fijarme, sin embargo, en un detalle siempre presente en estos «cuadros» antiguos que es el de los telones de fondo. Colocados los niños ante el decorado ocasional que muestra un bosque difuso, su desvalimiento nos recuerda a los célebres Hansel y Gretel inmortalizados por los hermanos Grimm a comienzos del siglo XIX. Parece como si de detrás del árbol añoso que acompaña la figura del arrierito, fuera a salir la bruja con la perversa intención de comérselo con coleto y todo. Con cierta expresión de temor, la niña se inclina hacia su hermano en actitud de protección, apoyando su brazo izquierdo en el murete que separa el mundo numinoso con tintes de misterio, del hogar y la sociedad civilizada… Estos fondos pintados que, como digo, acompañan y adornan las primeras instantáneas de los antiguos profesionales de la fotografía, recuerdan el libro de Nicola Sabbattini titulado Pratica di fabricar scene et macchine ne teatri. Publicado en 1637, el texto e imágenes desvelan la preocupación de un hombre del Renacimiento –arquitecto, ingeniero y maquinista de teatro– por los decorados y efectos teatrales. Sabbattini sugiere que la invención del decorado pintado viene de Italia, aunque la posibilidad de cambiarlo a voluntad gracias a la maquinaria como se hacía en los teatros no resultaría asunto fácil para los pequeños estudios de los primeros fotógrafos, que además debían buscar la luz natural que pudiese entrar por los ventanales de la estancia antes de utilizarse y popularizarse la luz eléctrica. De hecho, sabemos que algunos de esos fotógrafos eran tan «artistas» que se pintaban ellos mismos sus propios decorados, adaptando así los paisajes representados a su gusto y a sus necesidades.
Como el mundo de los mayores buscaba a veces el reducto de lo infantil para protegerse del olvido o para fenecer inocentemente, los teatrillos para niños de la estampería económica Paluzie crearon multitud de decoraciones en cartón que enriquecieron los fondos y la imaginación de los pequeños. No hace falta decir que los telones llenos de falsos paisajes y de fantasías románticas que dan profundidad a las fotografías del siglo XIX, nos recuerdan aquellas invenciones que Esteve Paluzie editó para que sobre sus fondos se movieran con varillas las figuritas recortadas que animaron la infancia de tantos niños. En el fondo, la vida.