Joaquín Díaz

Carta del director


Carta del director

Revista de Folklore

Un curioso tributo

30-06-2020



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Entre los muchos vestigios de antiguas costumbres convertidas en norma, tal vez sea el denominado «pagar el piso» –llamado también cantarada, o derechos, o patente, o lifara–, uno de los más peculiares. Don Elías López Morán escribía respecto a la tradición en el Reino de León, que a él le parecía «un símbolo o rescate del ius primae noctis, una especie de representación del antiguo principio de la endogamia». Ese rito antiguo, asimilado por algunos a una especie de «prostitución ritual» que entroncaba la costumbre con prácticas primitivas de origen agrícola, se llamó después y durante mucho tiempo «derecho del señor» o derecho de pernada. Yo preferiría recurrir al testimonio de Heródoto cuando escribía: «toda mujer del país debe, al menos una vez en su vida, ir a sentarse ante un templo de Afrodita y yacer con un extranjero». El forastero que pasara y echara un dinero ante la joven podría tomarla sin ningún problema ya que lo recaudado no sería para ella sino para el templo. Tal vez esa costumbre cultual diera origen más tarde a la tradición de que fueran las mujeres de una localidad, formando hermandad o cofradía, las que reclamaran del advenedizo un pago por llevarse a una de ellas. Fernando Nicolaÿ, en su Historia de las creencias, mencionaba casos en Francia en los que «eran las solteras las que iban a percibir la cantidad de manos del mozo, lamentándose de que se llevara de su aldea a su querida compañera, a su amiga predilecta que era el adorno de sus bailes». Sin embargo, las encuestas de los primeros años del siglo xx en España (en particular la del Ateneo) contenían un apartado (no siempre contestado, por cierto) dedicado a la consuetudo de que los mozos –es decir, los varones– de una localidad «cobraran» el piso o «el cuartillo», como lo denominaba Enrique Casas Gaspar: «Todo forastero que se ponga en relaciones con una moza de un lugar castellano o andaluz viene obligado a pagar a los mozos convecinos de ésta, una cuartilla de vino. Una comisión de mozos hace saber al mozo cortejante la costumbre, y si éste es trabajador, él mismo les acompaña a la taberna y paga el consumo. Si es un señorito se limita a entregarles el importe del convite…»

Al comentarse esta tradición en la obra colectiva sobre el Derecho consuetudinario y economía popular en España compilada por Joaquín Costa, se observaba que el arraigo de tal uso era tan fuerte en algunos lugares que los propios mozos denunciaban ante el juez si no se cumplían todos los términos de la tradición, explicándose también que el rechazo del juez municipal a aplicar esa ley no escrita fue el origen en muchos casos de que los mozos se tomaran la justicia por su mano y terminaran castigando al forastero que se hubiera negado a pagar, echándole vestido al pilón del pueblo.