Joaquín Díaz

EDITORIAL


EDITORIAL

Revista de Folklore

Muertos y vivos

28-02-2017



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Las leyendas sobre muertos que tienen alguna relación con vivos son bastante frecuentes en la tradición oral. Numerosos ejemplos, incluso, tratan de actualizar la situación descrita para dar más fuerza a la historia o bien la sitúan en lugares conocidos para hacerla más cercana o familiar y, por tanto, más fácil de asimilar y recordar. Del mismo modo que existen versiones de la joven que se enamora de un muerto —caso analizado en uno de los artículos de este número—, las hay también que cuentan el caso de un caballero que se enamora de una doncella, pero al morir esta decide celebrar los esponsales con el cadáver. Tras la boda y la consumación del matrimonio, escucha una voz que le pide que lleve siempre consigo la calavera y las tibias, que le protegerán de cualquier peligro. Esta historia, con leves variantes, es la misma que tiene como protagonista a un templario de la ciudad de Sidón, por lo que el relato puede fecharse a finales del siglo xiii, antes de que los mongoles tomaran la fortaleza que había pertenecido a Estaquio de Grenier, condestable de Jerusalén, y desde luego antes de que los mamelucos ocuparan sus ruinas.


La calavera coronada en manos del duque de Gandía nos recuerda la historia de san Francisco de Borja y su desengaño ante la belleza humana que se corrompe y desaparece. Alguna vez se representa también con una calavera a san Ignacio de Loyola, lo que dio origen a la leyenda de las trece calaveras de cristal, un tanto esotérica, que las supone talladas por manos extraterrestres.


En cualquier caso, la calavera y las tibias, que fueron consideradas en algunas civilizaciones como el símbolo de la vida, en otras se tomaron como advertencia ante el peligro de muerte. El hecho de que aparezca unido a rituales masónicos no es casual, ni tampoco que sea la alegoría más popular de los piratas, que eligieron ese símbolo como bandera. En el juego de la oca, representación del transcurso de la vida, también aparecen en la casilla 58 una calavera y unas tibias, justamente en el número anterior a la penúltima oca, esa que puede llevar al jugador directamente al número 63, que muestra el paraíso, o sea, el regreso a una situación original de gracia, sin defectos ni imperfecciones.