30-03-2016
Podía decirse que hay vidas que marcan a toda una generación por su influencia o por las dimensiones y alcance de su trabajo. La biografía del ilustre vallisoletano Ángel Velasco debería incluirse en todas las enciclopedias musicales españolas por su contribución a la mejora y difusión de la música castellana y, más en concreto, de la dulzaina.
En efecto, hasta su irrupción como intérprete y constructor, la dulzaina estaba circunscrita al breve espacio físico de la fiesta local, y su repertorio fluctuaba entre los escasos toques antiguos que sobrevivían por la propia inercia de la tradición y la música de banda ejecutada en parques o en la plaza de toros con limitadas posibilidades para un solista si es que este no era extraordinario.
Los bailes en aquel momento se concentraban en tres grandes apartados: los organizados por la burguesía en los salones de moda, que incluían preferentemente repertorios del momento: valses, rigodones, galops, lanceros, etc.; los preparados por las sociedades de artesanos en sus bailes de candil, y los tradicionales de aldea, estos dos últimos con la necesaria presencia de instrumentos populares. El mérito innegable de Ángel Velasco fue colocar a la dulzaina por encima de todas esas divisiones artificiosas y crear un público adepto y una afición que sabía reconocer y premiaba alborozadamente el virtuosismo.
Su labor consistió justamente en hacer posible ese virtuosismo. En crear nuevas fronteras técnicas e interpretativas para la dulzaina y en aproximar a público y ejecutantes hasta esos límites. Su influencia en casi todos los campos es innegable: elevó la categoría del instrumento con mejoras evidentes, posibilitó la adopción de un repertorio más versátil y acorde con un gusto mayoritario, amplió el área de utilización del instrumento llegando hasta comarcas en las que no hubo nunca tradición de dulzaina, creó un ambiente de interés por la interpretación jamás observado antes...
Todas estas circunstancias hicieron de Ángel Velasco no solo un personaje respetado y querido en su época, sino una referencia histórica imprescindible para el futuro.
Velasco fue el mejor dulzainero de su época, maestro de extraordinarios intérpretes (como Agapito Marazuela), impulsor de la dulzaina como instrumento imprescindible en el folklore castellano y el primero que comenzó a fabricarla de forma industrial para atender a la demanda general que él mismo había suscitado. Las dulzainas que él fabricó, algunas con llaves que importaba de Francia y mejoraba o adaptaba él mismo, son todavía hoy instrumentos apreciadísimos y buen número de ellas aún están en uso.
En su época, y gracias a la fabricación de instrumentos técnicamente precisos, se comenzaron a celebrar concursos de dulzaina con la participación de los mejores músicos del momento y una asistencia masiva de público.