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La Gastronomía es un arte muy antiguo pese a que la palabra no tenga más allá de ciento cincuenta años. Las especias, sobre todo a partir del descubrimiento de América abrieron un nuevo mundo al sabor de los diferentes alimentos condimentados que pudiera contener una mesa. Así, la cocinería comenzó a revestir un carácter artístico, pues un guisado podía halagar no sólo el sentido del gusto, sino el de la vista, si estaba convenientemente preparado. Claro que, si bien un asado o un cocido tenían como fin último reparar fuerzas y dar al comensal la nutrición exigida por el organismo, tales manjares podían además cumplir funciones diversas y prácticas para el ser humano: Servir de excusa excelente para reunir en torno a una mesa a amigos deseosos de gozar o a enemigos dispuestos a negociar; deslumbrar a un visitante con la cantidad o calidad de platos (fuera en "comida de asiento" o en una simple colación de confituras y frutas tomada de pie); economizar en el presupuesto familiar gracias a la habilidad para preparar exquisitos guisos con el mínimo gasto; ahorrar trabajo a un ama de casa -sobre todo la rural- que tal vez necesitaba emplear poco tiempo y esfuerzo en la preparación y condimentaci6n de las comidas para dedicarlo a otros menesteres...
Todo ello confirió a este arte múltiples facetas que enriquecieron su acervo al tiempo que aportaban material muy valioso a la historia de la cultura tradicional. La receta, que no era sino el modo en que un boticario preparaba un medicamento, pasó a ser una fórmula generalmente transmitida y perfeccionada personalmente, que expresaba el modo correcto de combinar y sazonar determinados alimentos para obtener de ellos cualquiera de los beneficios antes mencionados. No extrañe, pues, que se considere a la gastronomía como una parte más del folklore, ya que su desarrollo lleva aparejada una transmisión de conocimientos individuales y empíricos elevados a la categoría de bien común y representativo de una etnia o de una sociedad.