30-03-2010
Con el término “acheiropoietos”, que procede del griego y significa
“no hecho por la mano del hombre”, se conocen aquellos velos,
paños o sudarios, que la tradición ha conservado y hecho venerar en
diferentes lugares con la pretensión de que reflejaban la imagen del
cuerpo o del rostro de Jesús después de muerto. La Sábana Santa
de Turín, la “Vera icona” o tela ofrecida por la Verónica a Jesús para
limpiarse el rostro ensangrentado –llamada también Camulianium–, el Mandylion, el
velo de Manoppello, la Santa Faz de Génova, la Scala Pilati, la Santa Faz de Jaén,
etc. podrían ser los ejemplos más conocidos, además del Sudario conservado en Valladolid
en el antiguo convento de la Laura hasta que fue derribado el edificio y
trasladada la reliquia, cuya imagen se atribuye al efecto de una copia milagrosa obtenida
al colocar el lienzo que estaba pintando un artista sobre el original. A partir
de esa idea y de esos prototipos muchas leyendas atribuyeron a un hecho milagroso
el que el rostro de Cristo quedase plasmado para su contemplación. Por otro
lado, sucesos similares, sobre la talla de una imagen de la Virgen por algún ángel
peregrino, se fueron refugiando en relatos orales todavía hoy recordados y origen
de algunas devociones marianas fuertemente arraigadas, como la de la Virgen de
Guadalupe en Méjico, impresa en el manto entregado al indio Juan Diego o la Virgen
del Tránsito de Zamora, tallada por dos ángeles peregrinos.