Joaquín Díaz

EDITORIAL


EDITORIAL

Revista de Folklore

Las comparaciones

30-01-2007



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Si hacemos caso al dicho castellano, las comparaciones no gustan, aunque la frase se refiera solamente a la costumbre de querer hacer parecidas cosas que no lo son. Sin embargo esa costumbre ha dado al lenguaje uno de los géneros más creativos y divertidos. Suele utilizar la comparación tres adverbios –tan, como y más– repartidos convenientemente en la frase por el ingenio y la oportunidad. A esos ingredientes se suele añadir el de la exageración, que le da el tono humorístico imprescindible: “Es un tío tan fuerte, que aprieta una moneda y le hace sacar la lengua al rey” o “Es tan bajo como fulano, que cuando se tira un pedo se le llenan las orejas de tierra”. Ese “tan”, a veces está implícito, lo que suele dar más fuerza expresiva al breve texto: (Está tan) “negro como boca de lobo” o (Cae tan mal) “como pedrada en ojo de boticario”. Con el término “más” hay también infinidad de comparaciones que sólo varían formalmente en la colocación del verbo con respecto al “que” de la segunda parte: “Mírale, corre más que un galgo” o “Esa está más tocada que el himno nacional” o “Qué le vamos a hacer, más se perdió en Cuba y volvían cantando”. El adverbio “como” se utiliza también con el verbo explícito: “La mujer es como la guitarra, que para tocarla hay que templarla primero” o implícito: (Estamos aquí) “como piojos en costura”.

Al igual que en el mundo de los cuentos, abundan los ejemplos con animales, sobre todo los domésticos o del entorno: “Tiene más vidas que un gato”, “De la condicion del tordo, la cabeza pequeña y el culo gordo”, “Es como el perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer”, “Más cobarde que una gallina”, “Más sucio que un marrano”, “Más listo que un conejo”, “Canta como un ruiseñor”…