28-02-1981
Desde que Menéndez Pidal estudiara con su precisión habitual los conceptos de popularidad y tradicionalidad, éstos han variado tanto y tan rápidamente, que convendría revisarlos o, al menos, comprobar que su alejamiento de las definiciones publicadas por don Ramón no nos coloca ante una peligrosa disociación entre teoría y realidad.
Tal vez fuera conveniente apreciar, sobre todo, el sutil límite existente entre lo popular y lo popularizado; si el primer concepto representa un paso en el camino hacia .lo tradicional, el segundo -pese a lo involuntario de su aceptación- puede tener el mismo efecto. No conviene condenar a priori como "impuros" (aunque en muchos casos abunden las razones para hacerlo) todos aquellos conocimientos que nos lleguen bajo la denominación genérica de "popular".
Recordemos el tránsito evidente de palabras, modas, costumbres y canciones que ha tenido lugar siempre entre el medio rural y el urbano, y entre la creación o invención artística y los modos artesanales, habitualmente condicionados por la funcionalidad.
Si lo popularizado nos llega a través de medios tan poderosos como la prensa, la radio o la televisión, y lo popularizable depende en tan gran medida de la comercialización, habrá que seleccionar -aunque el instinto de supervivencia casi inconscientemente lo hace- aquello que deseemos conservar en nuestra memoria. Al fin y al cabo la selección, junto a la variación y a la continuidad, fue siempre una de las circunstancias por las que había de pasar todo conocimiento para llegar a ser tradicional.