30-06-2006
La similitud de objetivos, los resultados parejos y la coincidencia temática parecen motivos suficientes para establecer una relación entre Costumbrismo y Etnografía. Si ésta y el Folklore pretenden una comprensión de la vida y el alma populares (“lo que sabe, siente y hace el pueblo, no lo que se sabe de él” según frase del etnólogo Luis de Hoyos), aparentemente se persigue un mismo fin, aunque se trate de llegar a él por distintas veredas. Evaristo Correa Calderón, cuyo estudio sobre los costumbristas españoles realizado a mediados del siglo XX vino a matizar y limitar oportunamente el género, se refería a dos grupos sociales muy relacionados entre sí como componentes del estado llano y destinatarios del interés científico y literario: “El pueblo bajo de las ciudades, que suele tener un origen rural, pero que se corrompe y evoluciona casi al mismo tiempo que las clases más elevadas con las que está en obligado contacto, y el campesino, que vive en sociedad con individuos de la misma especie, como él igualmente reaccionarios a toda moda o reforma. Si el primero da lugar al costumbrismo literario, del segundo, del elemento campesino, parte lo etnográfico, lo folklórico”.
Según esta diferenciación, tan ajustada y tan difícil de aceptar sin reticencias –el propio Correa incluye en su bien conocida Antología textos de costumbristas que describen “lo campesino”– los límites estarían definidos por el ámbito en el que se mueven los personajes o por su extracción. En realidad, ni existen estudios etnográficos que no hayan recurrido a fuentes literarias de tipo costumbrista, ni tal género de literatura se da en estado puro o responde a unos parámetros exactos e inamovibles. Con frecuencia habría que hablar de “costumbrismo etnográfico” y muy comúnmente de “etnografía costumbrista”.
En cualquier caso, lo que persiguen ciencia y género literario –de lo cual además se nutren fundamentalmente– es la descripción.